Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Treinta y siete.

Anteriormente.

Pasó una hora y media de reloj y no habían aparecido. Mis ánimos estaban enterrados bajo tierra.
Cogí mi maleta, abrí la puerta de mi jardín y me volví a adentrar en la casa. Subí a mi habitación para buscar el teléfono de Mariola que me dejó Pablo por cualquier emergencia. Abrí uno de mis cajones de la mesita de noche, cogí el papel donde se encontraba el número,  me senté encima de la cama y agarré mi teléfono. Comencé a marcar el número. Fijé la mirada en una carta que tenía encima del sofá de mi habitación. Rápidamente colgué el teléfono y lo dejé encima de la cama. Me levanté y cogí la carta.
                                                        

                                                  ‘’Para Lucía de Pablo´´

Narra Pablo

Podía ver las claras nubes de este día soleado enfrente de mí. Día soleado, pero dentro de mí se encontraba una gran tormenta.
Mirando por la ventana estuve todo el largo viaje, sin dejar de pensar en ella, en lo gran cobarde que he sido por dejarle una carta, pero cómo dice Malú ‘’Perdona si una carta fue mi forma de decirte esto, pero tuve tanto miedo de mirarte y confundir mis sentimientos’’
Una acumulación de dolor tenía dentro de mí. Poco a poco me iba rompiendo por dentro, en mil pedazos que es mejor tirarlos a la basura y olvidarse de ellos.

Todo esto no es por lo que ocurrió con Lolo, no, eso no tiene nada que ver. Todo esto tiene que ver con Lucía, el no confiar en mí y decirme las cosas en su tiempo en vez de querer escondérmelas. Las mentiras en una relación acaban siendo la flecha de fuego más dolorosa que puedan clavarte.

Una carta ¿en serio? Cómo he podido despedirme y dejar a alguien plantado por una carta ¡QUE ILUSO SOY! Pensaba continuamente.

Este viaje va a ser duro para mí y más sin ella. Ya le echo de menos. Ya echo de menos sus ‘’No me llames Lulú’’ y sus continuas tonterías que hacían que sonriera de oreja a oreja.  Me duele dejarle allí después de todo lo que habíamos pensado hacer en Londres en el tiempo libre que tenga. Me duele demasiado, pero más me duele que me haya mentido y haber querido seguir con la mentira.
Una lágrima iba deslizándose por mi mejilla lentamente, cómo si estuviera acariciándome.
Porty, uno de mis guitarristas, se quedo mirándome algo preocupado y quité esa lágrima rápidamente.

-Es que tengo sueño –intenté disimular
Él tan solo sonrió y volvió a cerrar los ojos para relajarse en el avión
.
Volverme a enamorar de esta forma quizás no fue la mejor idea, pero nunca se elige de quien se enamora alguien, eso aparece solo, el corazón elige el camino que quiere tomar y ese camino me llevó hasta ella.

Narra Lucía.

Abrí  el sobre blanco con miedo. Las manos me temblaban. Cogí aire y lo expulse lentamente.
Comencé a abrir el folio y vi un mensaje ni muy corto ni muy largo, escrito con esa letra de médico de Pablo que apenas entiendo a veces.
Comencé a leer de pie.

Quizás te preguntarás por que ahora mismo no me encuentro allí contigo o mejor dicho, por qué no te encuentras conmigo, de camino a Londres. Lo primero quería pedirte perdón por dejarte esta carta y no hacer las cosas bien. Por otro lado, decirte que nunca pensé que rayarías, pisotearías y arrugarías de tal forma la confianza que tenía hacía ti. Hayas tenido o no algo con mi guitarrista en el pasado, no me importa, nunca me hubiera importado, el pasado es el pasado y tu presente estaba junto a mí. El dolor que tengo dentro viene a raíz de querer mentirme, de ocultarme cosas que en realidad si fuesen dichas sería todo mejor. Te di mi confianza, acordamos de no mentirnos ni ocultarnos cualquier cosa aun que fuese una pequeña tontería insignificante, nos lo prometimos, pero nunca pensé que serías una más que apoya el dicho de ‘’las promesas están para romperlas’’.
Perdona si te estoy causando ahora mismo grietas en el corazón o pequeñas lágrimas, no quiero ni imaginarte llorando, pero quizás así sepas cómo me sentí yo cuando supe que no todo era color rosa junto a ti.
Con todo esto no quiero decir que lo nuestro acabe aquí, no si tú no quieres, con esto quiero decir que necesito mi tiempo para tener los sentimientos claros, poner orden en mi cabeza y sobretodo en mi corazón.
Las dos semanas que este fuera son las que necesitaré y te agradecería que no me dejases ningún mensaje, necesito esa paz mental en mí.
Me duele que estés allí y yo aquí, pero espero que comprendas todo lo que te he dicho. Y sinceramente más me duele dejarte así cuando en estos momentos duros para ti y para tu familia es cuando más me necesitas a tu lado.
Cuídate Lucía.


Att: Pablo Moreno.

Al terminar de leer comencé a secarme las  lágrimas que habían caído sin darme cuenta.
El nudo de garganta ahogándome y miles de mariposas en mi estomago morían. Las que seguían con vida, se escapaban por la ventana de mi habitación.
No podía creer que esto durase tan poco, mi felicidad digo. Pensé que viniéndome a Málaga cambiaría mi vida y lo ha hecho, pero no sé si para bien o para mal.
Desde que estoy aquí…no se…la verdad es que no sé dónde encontrar felicidad.
Me senté encima de la cama y miré mis pies mientras pensaba en lo ocurrido con Pablo. Ahora mismo, no me queda nada más que mi tía, nadie que pueda consolarme.
La tonta he sido yo, por pensar que nunca se iba a dar cuenta de que le estaba mintiendo con lo de Lolo, pero supongo que él le habrá contado todo. Lolo tenía razón, todo saldría mejor si lo cuentas al momento antes de que se entere por otra persona.

Me levanté de la cama, cogí uno de los peluches que tenía encima de ella y lo tiré contra el mueble, haciendo que dos colonias cayeran al suelo y la foto de mi hermano  y mía se quedara boca bajo.  Comencé a llorar con fuerza y cogí otro peluche para volverlo a lanzar, era la única forma que tenía de quitarme esta angustia junto con rabia del cuerpo.

Mi tía se quedó mirándome paralizada en la entrada de mi habitación. Sequé mis lágrimas rápidamente y me quedé mirándole.
-¿Tú….no…te ibas? –Preguntó extrañada.
No respondí palabra alguna, tan solo fue hacía el mueble y volví a poner la foto bien en la que aparecíamos mi hermano y yo juntos.
Mi tía asombrada por el comportamiento que había tenido, seguía en la puerta algo preocupada.
-Lucía ¿Estás bien? –preguntó preocupada.
-No, no, no estoy bien Sam, no lo estoy. –dije ahogándome con mis propias lágrimas.

Volví a llorar con fuerzas y cogí una maleta que había arriba de mi armario. Saqué toda la ropa que había, la coloqué encima de la cama y comencé a doblarla y meterla dentro de esa maleta.
-Eh, eh, eh, eh ¿Qué crees que haces?
-Me voy de aquí Sam, no puedo más en Málaga. –dije aun llorando.
-¿¡CÓMO!? ¡NO! –gritó mientras me detenía la mano.
Dejé de colocar mi ropa en la maleta y me quedé mirando hacía el balcón sin poder mirarle a la cara a mi tía.
-¿Enserio piensas irte? –dijo Sam entristecida.
-Sí…-respondí sin más.
-Si te vas no vuelves Lucía –dijo seria mientras salía de mi habitación.
Me senté encima de la cama y me quedé con la mirada fija hacía el armario.

-Ah, y si es por algún problema con Pablo, que lo más seguro es que sí, no le des mil vueltas por que ese chico no sabe lo que se pierde –gritó mi tía mientras bajaba las escaleras

Por la noche.

Pase todo el día tirada en la cama dibujando y viendo películas para tener mi mente en otro lugar. Decidí salir esta noche a despejarme y que el clima de Málaga penetre en mi piel por un buen rato.
Me dirigí hacía la playa donde me senté en la arena y me quedé mirando las olas del mar por un largo tiempo.Tan solo escuchaba cómo las olas del mar dejaban su salada agua en la orilla y se iban acariciando la arena continuamente. Mi mente se fue a Londres, a cómo estará Pablo. Cómo siempre, lágrimas acariciaban mis mejillas, este ambiente me ponía aun más sentimental. Quizás estas dos semanas sean duras. La salida de Pablo del país se hace dura pero la muerte de mi hermano aun más. Tengo que tener la cabeza alzada siempre y no derrumbarme nunca. Mi vida está llena de grandes obstáculos que quieren complicarme el camino hacia la felicidad. Pero el camino no puedo acabarlo yo sola, la vida son dos días y me gustaría caminar con Pablo, pero temo que su mente y su corazón les diga que no desean seguir el camino junto a mí.
Visualicé su sonrisa en mi mente, es lo único que me quedaba, es lo único que me hace sonreír, a mí y bueno a millones de alboranistas. La palabra perfecto le define demasiado poco.


De pronto mis pies pararon una pelota de fútbol y rápidamente un joven chico de aproximadamente 26 años vino hacía mi a recogerla.

-Lo siento –me dijo el moreno con una sonrisa tímida.
-No te preocupes –le contesté con voz llorosa.
El joven pasó la pelota a sus amigos y gritó que continuaran el partido sin él.
-¿Ocurre algo? –preguntó preocupado-
Le miré extrañada, ya que es un desconocido que pregunta por cómo me encuentro.
-Vale, sí, no me conoces –rió- pero me preocupo mucho por la gente y más cómo una chica tan mona cómo tú –sonrió.
Se agachó y me levantó la cabeza.
-Si te contara mis problemas no te lo creerías ¡Y MENOS POR QUIEN ESTOY SUFRIENDO AHORA MISMO! –subí una ceja.
-Vamos, ni que estuvieras sufriendo por Alejandro Sanz o Pablo Alborán –rió.
-No lo sabes tú bien hijo, no lo sabes tú bien.
-Bueno, no te pido que me cuentes lo que te ocurre pero si te pido que sonrías, seguro que tienes una bella sonrisa. –me dijo muy sincero el joven.
-Lo intentaré. –sonreí tímidamente.
-Algo has sonreído y bueno, con eso ya me has ganado –rió. ¿Puedo preguntar por tu nombre?
-Me llamo Lucía y todos me llaman Lucía igualmente –reí-
-¿Puedo llamarte Lulú? –rió.
Sonreí ya que me recordó a Pablo y a esa vez que preguntó por mi nombre.

‘’ -Solo te diré una cosa, eh, que no es por nada pero...no sé ni tu nombre.
- Me llamo Lucía, puedes llamarme como quieras menos Lulú.
- Vale Lulú.
- No me llames así, por favor.
- Lulú es un bonito nombre para una joven como tú...’’

Mi mente me llevó a aquel recuerdo e hizo que de nuevo apareciera ese nudo de garganta que tanto odio.
-Eh ¿Puedo llamarte Lulú o no? –repitió el joven.
Reaccioné al momento y le miré sonriente.
-Es que…así…así me llama mi…madre –dije intentando disimular- así me llama mi madre y claro, es su mote y los motes de las madres son únicos.
-Entiendo –rió- entonces Lucía, está bien. Pues yo soy Carlos y es un placer conocerte Lucía pero me temo que tengo que marcharme con mis amigos, veo que están recogiendo. –decía mientras miraba hacía ellos.
-Está bien –sonreí- que te vaya bien, Carlos.
El joven se levantó y comenzó a marcharse. Volví a escuchar su voz pero esta vez llamándome. Me di media vuelta y vi que se acercaba hacía mí.
-No puedo marcharme sin pedirte aun que sea el número, solo te pido eso –dijo vergonzoso Carlos.
-Dame, anda, dame tu móvil y te lo apunto –reí.
Cogí su teléfono y marqué rápidamente mi número. Le devolví el móvil con una bonita sonrisa.
-Hablamos esta noche, al menos saber cómo te encuentras y saber que sonríes. –me dijo mientras acariciaba mi mejilla.
Afirmé con la cabeza y él desapareció de allí.
Ese joven había ganado mi amistad por completo, muestra una gran confianza y te hace sentir bien con tan solo unas palabras.
Miré la hora y vi que eran las diez y media de la noche. Me levanté de la arena, la expulsé de mi pantalón y me dirigí a casa lo antes posible.

A la mañana siguiente.
Narra Pablo

.....

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