Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

domingo, 16 de marzo de 2014

Treinta y seis.

Anteriormente
Llegó uno de los peores días de mi vida. La familia de mi madre y de mi padre de nuevo reunida, pero esta vez para el entierro de mi hermano.
En estos momentos necesitaría un abrazo de mi hermano, de esos que me quitaban la preocupación del cuerpo, pero me temo que esos abrazos terminaron para siempre.
Ahora mismo no tengo a nadie que pueda abrazarme cómo dios manda y poder arrancarme esta melancolía que recorre cada esquina de mi cuerpo. Ni si quiera a Pablo, que no a podido presentarse por no causar escándalo.
Me siento más que sola. Soy una ruina más en este mundo.

Narra Lucía.

Cómo decía, la melancolía me come por dentro haciendo que mi cuerpo tan solo sea una oscura habitación y apenas con oxígeno. Soy una mariposa encerrada en una caja de cartón pidiendo que le salven y le dejen volver a sentir la luz del sol en las alas.
Mi familia tan solo me miraba con la cara más amargada que podrían traer a este funeral. Se acercaban, tocaban mi hombro, seguían su camino hacia la tumba de mi hermano y dejaban caer una flor que por muy bonita que pareciera, era la flor más apagada que podrías ver en tu vida.

‘’Que bonita la vida desde que vuelvo a tenerte a mi lado’’ eran las palabras que pronunció mi hermano el día de mi llegada a Benalmádena, las mismas palabras que estaban invadiendo mi mente constantemente a cada minuto y segundo que pasaba pisando el césped del cementerio.
La bonita canción de Alborán se adentró en mi cabeza. Desencuentro.
‘’Intento vivir sufriendo bajo este silencio y de nuevo por ti me hundo en un infierno. Ahora que estas lejos te deseo como el aire.’’ Cortas frases de su canción hacían que lágrimas invadieran mis ojos mientras el canto de un pequeño pájaro acompañaba este triste ambiente. ‘’Haces llorar mis ojos, haces que pierda la calma’’.

-Sabes que nos estará cuidando desde ahí arriba y sonreirá junto a ti siempre. –murmuró Sam detrás de mí.

Giré mi cabeza rápidamente y fijé mis ojos llorosos en los suyos. Levanté la comisura de mis labios y le mostré una pequeña sonrisa tímida.

-Lo sé, sé que estará ahí pase lo que pase y que no me dejará sola en ningún momento. –dije mientras levantaba mi mirada hacia el cielo.
Mi tía pasó su dedo por debajo de mis ojos y se deshizo de varias gotas de lágrimas que habían quedado en la parte superior de mis mejillas.
Ella se fue de nuevo a donde se encontraban los demás familiares volviéndome a dejarme sola mirando fijamente la lápida de mi hermano. Fijé la vista un poco más arriba y pude ver a la sombra de un hombre que me resultaba algo más que familiar.

-¿Papá? –me pregunté a mi misma.

Achiné los ojos para poder captar mejor la imagen. Sí, mi padre había venido al funeral de mi hermano. Me acerqué lentamente hacia él con la cara más seria que podría poner en esos momentos y subí una ceja. Él se acercó a mí abriendo sus brazos cómo símbolo de querer darme un abrazo. Le detuve y me quedé mirando su cara unos segundos más.

-¿Qué haces aquí? –pregunté seria.
-Es mi hijo, tengo derecho a venir aquí ¿No crees?
-Después de ocho años sin saber nada de tu propio hijo crees que presentarte aquí era una buena idea ¿No? –dije irónicamente.

Mi padre bajó la mirada, dio media vuelta y continuó su camino.

-Eh, lo siento, espera. –dije arrepentida.
Él se detuvo y giró su cabeza haciendo que sus ojos se fijaran en los míos.
-Sabes que te tengo un poco de rencor y por eso estoy así contigo.
-Lo sé –añadió.
-Me ha sorprendido verte, nada más. No sé nada de ti desde hace un año y… -me interrumpió.
-Siempre has sabido cuidarte sola, nunca me has necesitado, siempre has sido una niña feliz…
-Una persona puede ser feliz todo lo que tú quieras, pero hubiera sido más feliz si hubiese tenido el cariño de un padre día a día…-dije con un nudo en la garganta ahogándome.

Comencé a llorar, no tenía otra escapatoria. La imagen de mi vida sin mi padre había chocado en mi mente.

-No llores mi niña. –dijo mi padre acercándose hacía mí.
-¿Ahora soy tu niña? –dije entre lágrimas y apartándome de él.
-Siempre lo has sido…siempre he estado contigo aun que no lo creas-añadió.
-Pues no lo ha parecido. ¿Dónde has estado cuando necesitaba un consejo? ¿En mi graduación de Batchillerato? ¿En mis cumpleaños? ¿En mis bailes de ballet cuando tenía ocho años? ¿Dónde  está ese padre de película que enseña a su hija a conducir? ¿El padre que siempre soñé y que en mi puta vida he tenido? –dije con demasiado mal humor.
-Lucía no te pongas así por favor –me cogió del brazo.
-¡NUNCA HAS ESTADO! –grité mientras lloraba.
-Lucía  por favor…
-¡Suelta! Suéltame…por favor. –quité su mano de mi brazo y desaparecí de allí.


Anduve lo más rápido que pude y salí del cementerio sin querer saber más sobre las personas que se encontraban en aquel lugar, excepto de mi tía….y…bueno…de mi hermano ya que su cuerpo permanecía allí.

Narra Pablo.

Tan solo a tres días de marcharme a Londres. Londres…quién me lo iba a decir.
Sentado en la cama, mirando hacia mi ventana y con la mente en el próximo disco me encontraba en mis cuatro paredes. Una sonrisa salió a pasear por mi rostro al recordar cada momento vivido en estos tres años de carrera. Mi mente se perdía por el mar de mis recuerdos más emotivos. La voz de la gente siguiendo mis canciones a la vez que yo las canto en concierto, los llantos de gente que me aprecia y gritan mi nombre con fuerzas, las mil y una locuras que hacen para que les abrace yo. Yo…una persona normal que lo único que desea es regalar su música, porque mi voz siempre será de ellos, de mi familia musical. A ellos le debo todo.

Escuché cómo mi puerta se abría lentamente. Me giré y vi a Lucía parada en la entrada de mi habitación. Sus manos frotaban sus ojos con mucha fuerza mientras me miraba con una mirada muy triste. Me estaba muriendo por dentro al verla así.
De pronto rompió a llorar aun más y se acercó a mí rápidamente.

-No llores, no llores más por favor. –le decía mientras se me formaba un nudo en la garganta al verle llorar.

Se tiró sobre mí y me abrazó con fuerzas.

-Pablo te necesito más que nunca conmigo, por favor, abrázame con fuerzas y no me sueltes jamás. –decía Lucía mientras lloraba más que nunca.
-Siempre me tendrás junto a ti. –contesté mientras acariciaba su pelo y le abrazaba con fuerza.
Noté cómo estaba temblando mientras me seguía abrazando y cogí una sabana de uno de mis cajones y le envolví con ella. Volví  a abrazarle. El silencio invadía el espacio pero el abrazo hablaba más que unas simples palabras.
-Siento que te estoy fallando –dijo Lucía rompiendo el silencio.
-¿Fallando? –pregunté extrañado- ¿Por qué?
Deshizo el abrazo y me miró a los ojos.
-Es tan complicado…-dijo secándose las lágrimas.
Me mordí el labio inferior mientras le miraba extrañado por sus palabras. No sabía exactamente qué quería decirme.
-Sabes que si tienes que contarme cualquier cosa puedes decírmelo, siempre voy a estar apoyándote en todo. –dije sin más- Pero no me estas fallando en nada, es más, estas siendo la chica más perfecta que pueda existir en este mundo. –sonreí.

Una pequeña sonrisa salió de su rostro y posó un pequeño beso en mis labios.
Se acurrucó en mi pecho y cerró sus ojos.

-Déjame que vuelva a acariciar tu pelo, déjame que funda tu pecho en mi pecho, volveré a pintar de colores el cielo, haré que olvides de una vez el mundo entero. –le canté al oído la bonita canción de Dónde Está El Amor.
-Nunca pensé que llegarías a ser alguien tan importante en mi vida –dijo Lucía con voz llorosa.
Se acostó en mi cama y yo a su lado sentado seguía acariciando su pelo y sus mejillas coloradas de tanto llanto.
-Las cosas ocurren por algo en esta vida. –añadí.
-¿Qué quieres decir?  -ella preguntó.

-Que no apareciste de casualidad. Deseé tanto que alguien viniera a cambiar…no sé… que viniera para hacer que comience a escribir un nuevo capítulo en el libro de mi vida y haga que pierda mis sentidos con tan solo una mirada. –dije mientras sonreía- Pero oye, yo tampoco pensé que esa chica con mal humor que casi atropello se convertiría en una de mis mayores musas para escribir. –reí.

Lucía sonrió, agarró mis mejillas y acercó mi cara a la suya. Finalmente me robó un bonito beso.

-Y se que nunca me fallarás, ni mentirás, ni cualquier tontería que haga que esta relación cuelgue solo de un hilo de coser, así que no digas más la tontería de antes. –dije mientras me separaba de sus labios.
Ella me miró no muy satisfecha con mis palabras- No me sirven mentiras en esta relación, aun que sea la mentira más tonta del mundo. La sinceridad siempre ante todo. –sonreí.
Bajó su mirada.
-¿Qué ocurre? –pregunté extrañado.
-Nada –dijo con una sonrisa forzada.

Volví a abrazarle, sé que lo necesitaba.

Narra Lucía.

Las palabras de Pablo se habían clavado en mí cómo si de una flecha de acero se tratase. No aguantaré con esta mentira de Lolo mucho más. Me quema por dentro. Es cómo si me arañase la garganta pidiendo que la suelte de una vez y deje de jugármela, por qué en cualquier momento perderé la partida y no tendré más cartas, ni dinero, ni fichas, ni…nada, no tendré absolutamente nada para volver a apostar por él.

Narra Pablo
Saqué toda la ropa de mi armario y la dejé encima de la cama. Comencé a escoger varias prendas para llevarme mañana finalmente a Londrés.
Escuché una voz familiar a lo lejos.  Salí a mi pasillo pero allí no se encontraba nadie. De pronto me di cuenta que la voz venía de la habitación de Lucía y asomé despacio mi cabeza.
Uno de mis músicos, Lolo, para ser exactos, se encontraba en la habitación de Lucía hablando con ella. Las cortinas de ella me impedían ver, tan solo escuchaba atentamente la conversación. Estaba espiando conversaciones ajenas, pero…tengo que decir, que no entendía el por qué Lolo se encontraba ahí y la duda me comía por dentro.

-Y no piensas decírselo a Pablo ¿No? –dijo Lolo con un tono serio.
-No tengo ese valor, no lo tengo. Y menos después de decirme que confía en mí al cien por cien. –dijo con tono lloroso.

Comencé a preocuparme más. No entendía nada de la conversación, pero sé que algo me esconde Lucía después de la última frase que ha mencionado Lolo.

-No quiero tener líos con él, es un buen amigo y no tengo por qué esconderle estas cosas. Quién me diría a mí que ibas a aparecer así de repente y encima siendo su novia. Si no se lo dices tú, se lo diré yo, Lucía. –dijo Lolo siguiendo mismo tono serio de antes.
-Lo que pasó en el pasado se queda en el pasado, va a ser lo mejor, no va a salir de aquí y ya está Lolo. Tuvimos lo que tuvimos y ya está, pero mejor no sacarlo en el presente y menos a Pablo, puede sentirse incómodo sabiendo lo que pasó entre los dos.  –añadió Lucía.

Mi mirada se dirigía hacia el suelo mientras mi alma caía en picado hacía las profundidades de la melancolía. Lucía me ha mentido o es lo que parece después de sus palabras, bueno, sí, me ha mentido. Me deslicé poco a poco por la pared hasta quedar sentado en el suelo y apoyé mi cabeza en la pared ahogándome con mi propio nudo de garganta. 

-Mañana nos vamos a Londres todos y no pienso aguantar toda esta mentira por tu capricho de no querer sacar el pasado en el presente, cuando eso si que es necesario sacarlo. Pero…tú sabrás. –dijo Lolo-

Al día siguiente
Narra Lucía

Salí de trabajar a las 11 y me dirigí hacía mi casa. Cogí la maleta que se encontraba en la entrada de la casa y salí de nuevo.
Esperé a Pablo en el banco de en frente de mi casa, dónde me dijo hace dos días que pasarían a las 11:15 todos en una furgoneta  a recogerme para dirigirnos hacía el aeropuerto.
Con una sonrisa de oreja a oreja pensando en que me iré con él y los demás a Londres esperé impaciente la llegada de esa furgoneta. Cómo una niña pequeña de camino a Disney Land. Nunca pensé que un día me iría junto con ‘’Pablo Alborán’’ a Londres y menos siendo su pareja.  Le agradezco tanto que quiera que me vaya con él, me ha hecho la chica más feliz del universo haciendo este gesto.

Pasó media hora y seguí esperando. No había ni rastro de la furgoneta. Pasaron coches, coches y más coches pero ninguno era el indicado. Llamé a Pablo y no me cogía el teléfono. Mi nivel de preocupación aumentaba por segundos y no sabía qué hacer en esos momentos. El clima mediterraneo penetraba en mi piel, notaba cómo la sombra del banco iba desapareciendo y la espera cada vez se me hacía más pesada.

Pasó una hora y media de reloj y no habían aparecido. Mis ánimos estaban enterrados bajo tierra.
Cogí mi maleta, abrí la puerta de mi jardín y me volví a adentrar en la casa. Subí a mi habitación para buscar el teléfono de Mariola que me dejó Pablo por cualquier emergencia. Abrí uno de mis cajones de la mesita de noche, cogí el papel donde se encontraba el número,  me senté encima de la cama y agarré mi teléfono. Comencé a marcar el número. Fijé la mirada en una carta que tenía encima del sofá de mi habitación. Rápidamente colgué el teléfono y lo dejé encima de la cama. Me levanté y cogí la carta.
                                                        

                                                  ‘’Para Lucía de Pablo´´

1 comentario:

  1. Me has dejado sin palabras, wow, he llorado como una niña chica, cada capitulo te superas mas si eso es posible. Espero con ansias el proximo capitulo.
    Besos.

    ResponderEliminar