Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

domingo, 23 de marzo de 2014

Treinta y ocho.

Narra Pablo.

Tan solo ha pasado un día y me siento más vacío que la botella que bebí en mi habitación acompañado de la soledad del hotel. La verdad, no he pasado toda una vida para estar tan mal por una persona, pero es que ella…ella cambió el rumbo de mi mundo, dio una vuelta muy grande a mi vida. Hizo que mis canciones de amor ya no sean inspiradas en libros. Ella ha conseguido que deslice mis dedos por el piano con delicadeza y no con rabia por los recuerdos del pasado. Ella ha conseguido…tanto.
Ahora tan solo necesito pensar, dejar que en mi mente solo exista la música y que corra por mis venas esa bonita melodía que estoy preparando para una nueva canción.
Tumbado en mi cama, mirando hacia el techo pasaba los minutos que me quedaban antes de salir de esta habitación y comenzar a grabar.
Tocaron a la puerta de mi habitación de hotel y cogí mi camiseta para colocármela.

-¡Adelante! –grité.
-Hola compañero –dijo Lolo con una sonrisa.
Se sentó en una silla que había en una de las esquinas de la habitación y se quedó mirándome mientras me colocaba la camiseta.
-¿Qué te trae por aquí? –dije con una sonrisa.
Escuché cómo tragó saliva y comenzaba a ponerse algo nervioso.
-Se que tienes una relación con Lucía, sé por qué ella no ha venido y se por qué estás algo desanimado. –decía mientras jugaba con sus dedos.
Bajé la mirada y me sacudí la camiseta para quitar algo de arrugas mientras tenía una cara seria.
-Bueno…pero ya no importa, sabes que tú no tienes la culpa…-dije mientras recorría un cosquilleo por mi garganta que no me gustaba nada.
-Yo quería comentártelo sabes, creo que hubiera sido lo más normal, pero no antes sin consultarlo con Lucía, aun que ella se negaba en decirlo. –decía mientras venía hacía mí.
-Por eso no está aquí. –dije sin más.
Se quedó callado mientras pasaba su dedo por el borde de la mesa.
-Tan solo era…pedirte disculpas por si hice algo mal, espero que esto no afecte a nuestra amistad.
-Claro que no afecta nada. –dije mientras chocaba su mano y le regalaba una sonrisa.
Él sonrió de oreja a oreja y me dio algunas palmadas en la espalda para animarme. Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia el hall donde nos esperaban los demás para marcharnos al estudio de grabación.

Narra Lucía.

Me coloqué el delantal y comencé a hacer pasteles, que era lo que estaba haciendo todas las mañanas durante estos meses que llevo aquí. Mi compañero de trabajo me miraba algo preocupado, ya que hacía los pasteles con rabia y sin ganas. La ausencia de mi hermano en este lugar se notaba demasiado, tanto que hacía que el ambiente fuera triste y sin una sonrisa de por medio.

Escuché la voz de Laura que venía de fuera. Preguntaba por mí a Sam.
Salí rápidamente y le pedí a mi tía unos minutos para poder hablar con ella. Salimos fuera y ella sacó un cigarro.
-Me he enterado que no te has ido ¿Por qué motivo? –dijo con el cigarro en la boca mientras intentaba encenderlo.
-Pablo me ‘’ha dejado’’ –dije haciendo comillas con los dedos.
-No jodas.  –se sorprendió- ¿Se ha enterado de lo de su músico?
-En realidad eso no lo importa. Le ha molestado que le mintiera. –dije mirando hacia otro lado.
-¡Te lo dije! –gritó- Pronto se enteraría e iba a ser mucho peor. Tenía razón. –levantó una ceja.
-Sí, sí, sí, tenías razón, está bien. –resoplé- pero…no sabía cómo decírselo y eso me ha jodido viva.
-Pero, ¿Ha roto contigo definitivamente? –preguntó extrañada.
-Me dejó una carta y no me dijo que esto se terminaba, me dijo que necesitaba un tiempo, pero…-me interrumpió.
-Cuando un chico te pide tiempo es que no sabe cómo decirte que se ha terminado la relación –decía mientras pegaba otra calada al cigarro- O sea que olvídate Lucía.
-¿Tú crees? –pregunté preocupada- No sé, me extraña que Pablo sea así. –bajé la mirada.
- Yo no sé cómo es Pablo en la intimidad ni nada, es un chico muy humilde, pero yo te hablo de los chicos en general, pero sí, yo creo que si te ha dicho eso es por qué no sabía cómo decírtelo. –decía  segura de sus palabras mientras le robaba otra calada a ese cigarrillo. 
Un silencio nos invadió en esos momentos.
-Me voy a ir de nuevo a Almería. –dije algo insegura.
-¿Cómo? ¡Por qué! –gritó.
-Por qué aquí no me siento bien, no me siento a gusto y menos cuando vuelva Pablo. –agaché la cabeza.
-Yo no quiero que te marches Lucía, por mucho que tenga a mi novio Sergio y a Aida si no te tengo a ti también me faltaría algo en mi vida que haga que no esté a gusto. Que no somos amigas de toda la vida pero…te echaría muchísimo de menos. –dijo la pelirroja con sus palabras más sinceras.
-Joder Laura, si yo te quiero, cómo dicen aquí, te quiero pecha y también te echaría de menos, pero solo te tengo a ti y a mi tía y cuando vuelva Pablo no podré estar bien. Además, ya los periodistas cansan de tanto estar en mi puerta esperando a que diga algo sobre Pablo. –reí.
-Haz lo que veas correcto Lú, sabes que yo te voy a apoyar siempre –sonrió.
Le di un cálido abrazo por sus palabras que hicieron emocionarme.
-Tengo que seguir trabajando –dije mientras resoplaba.
-Hablamos esta tarde y piénsate bien lo de marcharte, espero que se te quite esa idea de la cabeza. –rió-
Se marchó y yo me adentré de nuevo en la pastelería. Dos jóvenes clientas me miraban de arriba ha bajo.
-¿Tú no eres la supuesta novia de Pablo Alborán? –preguntaron extrañadas.
-No, solo es un amigo, hubo una confusión –sonreí. 
Al momento me llegó un WhatsApp de Carlos, el chico que conocí ayer.
-¿Nos vemos hoy?  -me dijo junto con un emoticono sonriente.
-¡Claro! ¿A qué hora?
-Ummm…¿Ocho y media? Y nos tomamos algo en algún garito de playa o lo que sea.
-¡Vale! Pues quedamos donde nos encontramos ayer y así nos aclaramos más
-¡Estupendo! 
Le envié un emoticono contento y finalicé la conversación. No tenía tiempo para hablar.
Tan solo espero que ese chico de ojos marrones me haga sonreír esta noche, salir y despejarme junto a alguien siempre viene bien para los días tristes cómo estos.

Por la noche.

Me quedé sentada en uno de los bancos de la playa en frente de donde conocí a Carlos. Lo vi aparecer detrás de mí con una bonita sonrisa de oreja a oreja. Me levanté y posé un beso en cada mejilla suya.
-Dime que has sonreído y dejado de llorar. –sonrió.
-Bueeeeeeeeeeeeeeeno. –reí.
-Chica, te acabo de conocer, no me des la imagen de que eres una chica muy llorona, eh. –rió- es broma ¿vamos a tomar algo? –sonrió.
Caminando me fui fijando en sus rasgos, era algo parecido a Pablo. Tenía esa barbita que tiene Pablo, esos ojos color marrón que tanto me gustan, pero la sonrisa no era la misma. En la sonrisa de Pablo veo una luz especial.
Nos sentamos en la barra de un garito de playa y pedí una simple coca-cola para mí.
Una joven chica con mechas californianas nos trajo las bebidas con una sonrisa de oreja a oreja.
-Hooooooola Carlitos –dijo la joven dirigiéndose a él.
-¿Os conocéis? –pregunté sonriente.
-Es una amiga de la infancia y bueno de ahora también –sonrió-
Tan solo sonreí ya que no sabía que contestar a lo anterior.

Al terminar las bebidas el cogió mi mano y me llevó hacia la orilla de la playa a caminar.
Con su sonrisa tímida, su mirada penetrante y su voz tan tranquila me transportaba a una calma inexplicable. Las olas del mar hacían que esa calma fuera aun más perfecta.
Me quedé mirando la luna muy sonriente y él me miraba de la misma forma a la que miraba a la luna.
-Sabes, creo que la luna tiene motivos para envidiar tu sonrisa. –sonrió.
Me quedé seria de repente. Pablo me dijo exactamente las mismas palabras que me había dicho en ese momento.
-Ves la luna ¿no? Dicen que su sonrisa es la más bonita que puede existir...
- Que quieres decir con eso...
- No creo en ese dicho, creo que la luna tiene muchos motivos para envidiar tu sonrisa. 
-¿Y esa cara? –rió- no he dicho nada malo.
-No…es que… nada bueno cosas mías –reí-
-Bueno bueno tú sabrás –rió el joven.
Cogió mi mano y me atrajo hasta él. Nos sentamos en la arena y me quedé pendiente de cómo las olas se deslizaban por la orilla.
-No te conozco de apenas de mucho pero…me transmites algo que dice que eres especial, sabes –decía Carlos mirando hacia el horizonte.
-¿Si? En realidad no tengo nada especial, soy una chica muy común. Bueno, soy muy patosa –reí.
Me miró y se rió.
-No te rías, es la verdad –reí mientras le daba un pequeño golpe en el hombro.
Nos quedamos en silencio y él me atrajo hasta mí. Notó que comencé a tener algo de frio y me arropó. Pasó su brazo por mi hombro y preguntó si me encontraba con menos frio. Afirmé.
-¿Por qué llorabas ayer? Si no te molesta contármelo, claro.
-Mi hermano falleció hace nada y bueno…mi pareja lo dejó conmigo, en realidad me ha dicho dar un tiempo pero…-me interrumpió.
-Cuando un chico dice de dar un tiempo es que queremos terminar o que nos gusta otra chica o cosas así, ya sabes.
-Entonces me doy por derrotada –reí irónicamente.
-Sí, creo que sí. Pero no debes estar mal por eso, la vida sigue ya sabes y aparecerá gente nueva y bueno…-interrumpí.
-Te entiendo. –sonreí.
-Y bueno, lo siento por lo de tu hermano…es una gran pena. –dijo muy serio.
Bajé la mirada y él no tardó en levantar mi cabeza y sonreírme.

Al cabo de dos horas de estar en la playa y en el paseo decidí marcharme a mi casa, no me gusta estar mucho en la calle tanto rato.
-Te llevo yo hacía tu casa. –me dijo él con una bonita sonrisa.
Nos adentramos en su coche y al llegar bajé del coche rápidamente.
-Espero volver a verte pronto –dijo Carlos con una sonrisa tímida.
Sonreí de tal forma que hasta yo misma me di cuenta que no debía haberle sonreído así, tan dulce, tan de ‘’me gustas’’.
Él me sonrió de igual forma, con una sonrisa que iluminó mis ojos.
Se acercó a mí y cogió mi cintura. Me acercó hasta él y lentamente posó sus labios en los míos. Note cómo su labio inferior comenzaba a deslizarse por el mío y dio el comienzo de un largo beso.
Me separé de él y me quedé seria.
-Voy a irme a vivir a Almería. –dije sin más.
Él se quedó sin saber que decir, con la sonrisa apagada.
-¿No te volveré a ver? –dijo el joven muy apenado.
-Me temo que no, Carlos.
-Bueno…Lucía, me a encantado conocerte, ojalá algún día volvamos a vernos. De verdad, eres una gran chica. –decía mientras abría las puertas de su coche- Y siento robarte ese beso, he sido muy directo. –dijo con una voz muy triste.
-No te preocupes por eso, de verdad. Gracias por compartir estos momentos conmigo. –dije mientras me acercaba a él para abrazarle- Has hecho que sonría en un día muy…bueno…-reí- ya sabes. Gracias, gracias, gracias.
Se separó de mí y me regaló la sonrisa que necesitaba ver.
-Cuídate. –dijo mientras me daba un beso en la mejilla.
Se adentró en su coche y desapareció de allí.

Con un nudo en la garganta me adentré en mi casa y me tiré al sofá dejando que mi mente me transporte a otros lugares y hacer que olvide el mundo.
Subí rápidamente hacía mi habitación y volví a sacar toda la ropa de mi armario. Cogí la maleta y la metí toda tal cual, con mucha rapidez, como si fuese a perder un avión.
La dejé en una esquina y me quité la ropa rápidamente. Me tiré sobre la cama, apagué la luz y dejé que el sueño se apoderara de mí.

Al día siguiente.
Me levanté con la idea de marcharme de nuevo a Almería. Me vestí y bajé al comedor con la maleta. Mi tía salió de la cocina y se quedó quieta al verme con ella en la mano.
-¿A dónde vas? –decía paralizada.
No sabía que responder y menos al verla así.
-Me vuelvo a Almería…-dije con un nudo en la garganta.
Ella fue rápidamente hacía la puerta y la abrió. Me la señaló y me pidió que saliera de casa.
-Sam, por favor, no te pongas así…
-Cómo quieres que me ponga…-dijo con los ojos llorosos- Me falta Borja y pensé que te tendría a ti y ahora te vas y me dejas sola. Muy bien, me parece perfecto. –dijo llorando.
-Sam por favor no llores, por favor. Te prometo que volveré, esto tan solo es temporal de verdad, necesito mi tiempo, no quiero que vuelva Pablo y me vea aquí y todo sea tan incómodo. Por favor entiéndeme.
-Si yo te entiendo…-dijo secándose las lágrimas.
-Te prometo que volveré en dos meses me tienes de vuelta aquí, por favor no te pongas así. –dije mientras me dirigía hacia ella para darle un abrazo.

Me llevó hasta la estación de trenes y aun quedaba media hora para salir hacía Almería.
Le dejé un mensaje a Laura donde le explicaba que me marchaba ya y que en dos meses y poco más me tendría de vuelta, que no se preocupase.
Volví a dejar mi móvil en el bolso y me senté en el banco esperando a que el tiempo pasase.
Al llegar el tren fui hacía la puerta. Escuché cómo alguien me llamaba y me di la vuelta.
Vi a Aida y a Laura corriendo hasta mí.
-¡ESPERA LUCÍA! –gritó Aida.
Se paró en frente de mí, me miró y me abrazó sin más.
-Te voy a echar de menos –me dijo mientras me daba un cálido abrazo.
-Yo también –dije llorando- perdóname no debí mentirte.
-Perdonada –dijo mientras se separaba de mí y me regalaba una sonrisa.
Avisaron que las puertas se cerrarían en un minuto. Abracé a Laura cómo si se fuera a acabar el mundo y me adentré en el tren antes de que cerraran.
Me senté al lado de la ventana y puse mi mano en el cristal. Ellas dos me miraban con una mirada triste y me mandaban besos. Me alegraba tanto volver a estar bien con Aida, aun que en dos meses no volviera a verla.
El tren comenzó a funcionar y me fui alejando de ellas mientras una pequeña lágrima caía por mi mejilla.

De nuevo a Almería, donde tendré que pasar esos dos meses para que todo funcione como antes. El amor y las cosas que tengo que hacer por él para que no me duela. Jodido, jodido amor.

2 SEMANAS DESPUÉS.
Narra Pablo.

Origen Londres, destino…Málaga.

1 comentario:

  1. Me encanta tu novela, es tan askfghdl, pero me da mucha pena que no esten juntos :((( Besitos :)

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