Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

sábado, 29 de marzo de 2014

Treinta y nueve.

2 SEMANAS DESPUÉS.
Narra Pablo.

Origen Londres, destino…Málaga.

Bajé del avión con los demás y nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto donde me esperaba varias personas para sacarme foto con ellos. Hice lo que debía con los que pude y me dirigí rápido hacía la furgoneta que nos esperaba fuera. Me adentré en ella lo más rápido que pude y nos dirigimos hacía Benalmádena, de nuevo a mi hogar.
Al llegar me bajé de la furgoneta, agarré mi maleta y me adentré en mi casa dónde me esperaba mi madre y los demás con los brazos abiertos, cómo siempre, y eso me encantaba.
La pequeña Paula se tiró sobre mis piernas y las agarró con fuerza sin dejar se tirar de ellas para que supiera que está ahí. Le cogí en brazos y le hice la misma gracia de siempre para verle sonreír.

Subí hacía mi habitación y dejé la maleta a un lado para deshacerla más tarde. En esos momentos solo quería tirarme a la cama y quedarme dormido hasta que el cuerpo me diga que pare. 
Me tiré sobre ella y sin quitarme la ropa ni los zapatos fui cerrando los ojos para dejarme llevar por el sueño. Escuché cómo la puerta se abría lentamente, abrí tan solo un ojo y observé que era mi hermana parada en la puerta con una sonrisa.
Se acercó a mí y se sentó en la cama. Me miraba a la vez que jugaba su mano izquierda con la derecha.

-Se que no debería preguntar pero ¿Lucía? –preguntó mi hermana muy preocupada.
-Problemas…-dije sin más, intentando esquivar el tema.
-Ya no estáis juntos ¿verdad?
-Yo no he dicho eso, pero…dije que quería un tiempo –decía mientras miraba hacía otro lado.
-¿Un tiempo? ¿De verdad Pablo? El tiempo no lo cura todo. –añadió Casilda muy seria.
-Tan solo tenía que pensar…
-Y que pasa…¿Ya has pensado que hacer? –subió una ceja.
-Creo que lo mejor es que me olvide ella, pero ya no por el problema si no por qué estoy en una faceta muy importante en mi vida y que me destrocen el corazón en estos momentos no sería una buena idea.
-¡Tendrás que crear nuevas historias en tu vida! ¡No digas tonterías Pablo! –gritó mi hermana.
-No sé…aun…aun… ¡Aun estoy confuso! –dije mientras me daba la vuelta y a la vez abrazaba a la almohada.
-Pues háblalo con ella, aclara las cosas y lo entenderá. Aun que, hace días que no la veo por aquí…-dijo preocupada.
-Intentaré hablar con ella…si ella quiere.
Mi hermana acarició mi pelo y se levantó de la cama para marcharse de mi habitación.
Este tema, cómo todos los días, me dio para pensarlo un buen rato, hasta caer rendido y dejarme arropar por el sueño.

Al día siguiente.
Abrí mis ojos gracias a la poca luz que entraba por mi ventana. Caí tan rendido en la cama que se me olvidó pasar las cortinas.  Me levanté de la cama y me coloqué el bañador para ir a la playa en esta soleada mañana de miércoles. 
Cogí el coche y me dirigí hacía la playa donde me tumbe en la arena y deje que el sol penetrara en piel y sobretodo dejándome el pelo rubio. Es increíble que con tan solo una gorra y unas gafas pases desapercibido delante de la gente, menos con las personas que me conocen desde tiempos inmemorables.

Al cabo de dos horas me levanté de la arena, recogí la toalla y la botella de agua y me dirigí de nuevo al garito que estuve en mi último día en la playa. Me senté en frente de la barra del bar y la joven chica  de la otra vez cuyo nombre no recuerdo se acercó para atenderme.

-Hombre, pero mira quien tenemos aquí de vuelta. –rió
-Me gustaron esas patatas de la otra vez –reí-
-Entonces las apunto ¿no? –sonrió- ¿Quieres algo de beber?
-Ponme una coca-cola light mismo, por favor. –dije mientras miraba hacía el agua.
-Maaaarchando señorito –dijo con una bonita sonrisa mientras sacaba patatas de la freidora.
Me quedé mirando cada movimiento que hacía la joven mientras hacía su trabajo con delicadeza y con una sonrisa siempre.
Puso las patatas y la coca-cola delante de mí y se sentó en frente observando cómo miraba con hambre el plato.
-Te noto más desanimado que la última vez –me dijo ella levantando una ceja.
-He tenido algunos problemillas –le dije con la boca llena.
-¿Cómo cuales? –preguntó sin más.
Subí una ceja y me reí.
-Lo siento, es que soy demasiado cotilla –dijo mientras rascaba su cabeza por la vergüenza.
-No te preocupes –reí- el caso es que el amor duele y ya esta.
-¿Me lo dices o me lo cuentas? –rió mientras se apoyaba en la barra.
Suspiré y me bebí de golpe toda la coca-cola que había en el vaso.
-Si quieres alcohol para ahogar tus penas me lo dices –rió.
-Lo que necesito es salir más de casa, pero con esta cara no se puede ni pasear tranquilo sin que la gente te mire y te pare para una foto. –reí.
-Tu vente todos los días aquí conmigo y hazme compañía que yo también lo necesito. –sonrió- además, eres buena compañía.
Subí una ceja y me reí. No sabía si intentaba ligar conmigo o lo hacía por hacer que me sienta mejor. El caso es que cada vez me parecía una mejor chica y con la que matar mi tiempo para olvidarme de Lucía y dejar que mi mente descanse.
-Tan solo necesito…no sé…tiempo, aun que digan que el tiempo no lo cura todo.
Un joven chico se acercó a la barra y se sentó justo a mi lado. Tan solo me sonrió sin darse cuenta de quien era.
-¡EEEEESPERA UN MOMENTO! –gritó de repente- Pablo Alborán–dijo sorprendido.
-¡Pero pero pero no grites! –dije nervioso.
-¡Perdón, perdón! –dijo tapándose la boca- ¡Encantado de conocerte! Me llamo Carlos.
Observaba su rostro y me recordaba a mí en algunos rasgos. Su barba, sus ojos marrones, su forma de mirar. Anda, menos mal, el lunar no lo tiene.
-Cristina anímame la mañana con una cañita bien fresca por aquí, por favor. –decía Carlos con una gran sonrisa.
La joven le trajo esa cerveza a él y se volvió a sentar en frente de mí, separándonos la barra del garito.
-¿Qué tal la chica del otro día? –decía Cristina subiendo una ceja.
-Se ha marchado a Almería, así que me doy por perdido. –resopló.
Al oír ‘’Almería’’ me acordé en seguida de Lucía. Escuchaba atentamente su conversación mientras me terminaba esas patatas tan deliciosas.
-Le besé y ella siguió el beso, pero nada, tenía que marchase y me despedí de ella, eso es todo. –bajó la mirada- Y era una chica estupenda, sinceramente es difícil encontrar personas así. –decía Carlos mientras le salía una pequeña sonrisa de la boca.
-¡Uy! que el Carlos se me enamora –rió ella.
Bajó de la silla del garito y se despidió de ella.
-¿Puedo sacarme una foto contigo Pablo? –me dijo él con una sonrisa.
-Claro, sin problema  -dije sin más.
Cristina cogió el móvil de Carlos y nos sacó una foto juntos.
-¡Adiós! –gritó junto con una sonrisa mientras corría hacía otros chicos que jugaban al fútbol en la playa.
Suspiré y miré a Cristina.
-¿Y esa mirada? –dije sonriente- ¿Te gusta verdad?  -reí.
-¿Quién? ¿Carlos? ¡Pero qué dices! –decía nervios
-Que graciosa, mira cómo te sonrojas –reí.
Agachó la cabeza y se rió.
-Vale, me gusta. –sonrió- pero ssssssh –decía poniéndose el dedo en la boca cómo señal de silencio. Y menos mal que se ha ido la tía esa por qué no soportaría ver de nuevo a Carlos con otra chica. 
Tan solo reí y me terminé las patatas al fin. Me bajé de la silla y le pagué.
-Mañana me paso de nuevo por aquí y te hago compañía ¿Te parece? –sonreí.
-Anda, pero si te iba a decir que te pases más veces. –rió- me parece perfecto. Es increíble que Pablo Alborán diga eso –rió.
-Soy un chico normal, eh. –reí- Hasta mañana Cristina –sonreí.
-Llámame Cris –sonrió- Adiós Pablo –decía con un tono muy agradable.

Salí de allí y me dirigí hacía mi casa lo antes posible para ducharme, comer y ponerme a componer melodías nuevas.

Narra Lucía.

De nuevo en estas cuatro paredes, donde he pasado toda mi vida menos esos meses en Benalmádena. Mientras la soledad me comía por dentro, pensaba constantemente en que Pablo ya estará en Málaga. Cómo no, ya me caían lágrimas de los ojos por tanto dolor en mi interior.
¡Maldito! ¡Maldito amor! Pensaba continuamente.
No había recibido llamada alguna de Pablo. Todo el mundo tenía razón, ese ‘’tiempo’’ que me pidió Pablo solo era una escusa barata para dejar todo a un lado y olvidarse de mí.
Mi madre entró por la puerta y me trajo la comida en una bandeja.
-¿Piensas salir de aquí? –me preguntó preocupada.
-De momento no, mamá. –dije mientras miraba hacía la ventana.
-No puedes estar así siempre. –decía acariciándome el pelo.
-Necesito estar sola eso es todo. –dije mirando hacía mis pies cruzados encima de la cama.
-Si quieres estar sola al menos sal a pasear un rato por las calles –decía preocupada- Desde que te tengo de vuelta aquí no hemos hecho nada juntas y no hablas ni a Axel.
-Sabes que a él poco le he hablado siempre. –dije con tono serio-  Y sí, luego me daré una vuelta. –añadí mientras colocaba la bandeja de comida entre mis piernas.
Mi madre acarició mi cara y salió de mi habitación cerrando la puerta muy despacio mientras seguía observándome con cara de preocupación. 
Encendí la radio y sonaba ‘’Suplicando’’ de Pablo López. Hizo que de mi cara saliera una bonita sonrisa al recordar el día que fue a su concierto. Es lo único que me hacía sonreír en estos momentos, bueno, eso, y los mensajes de Laura y Aida diciéndome que me echan de menos.

Por la noche.
Agarré mis auriculares y mi móvil y salí junto con la luna a dar vueltas esta noche. La luna ahí arriba y yo aquí abajo. Ella rodeada de estrellas y yo de personas, pero las dos sintiéndonos solas.
Caminé por las oscuras calles de mi barrio donde iba mirando cada rincón, cada lugar, cada tienda, todo lo que me recordaba a algo que me haya ocurrido ahí tanto cómo gracioso, cómo bonito, cómo triste, lo miraba con una sonrisa.
Escuché unos pasos detrás de mí, un chico se acercaba pero no podía verle, no había apenas luz para poder observar su rostro con claridad. Se colocó debajo de la farola de donde me había colocado y pude ver que era Ángel.
-Por favor no me toques –dije con miedo mientras me tapaba la cara.
Él levantó las manos y con una cara sería se fue acercando a mí.
-Te echo de menos. –dijo con voz entristecida.
Me destapé la cara lentamente y observé su rostro.
-¿Qué estás diciendo? –pregunté extrañada.
-Echo de menos todo, todo lo que pasaba junto a ti. Todo lo bueno digo. –añadió.
-Yo no, Ángel, cómo podrás saber. –decía mirando hacia abajo- ¿Cómo has sabido que estaba aquí?
-Estaba dando una vuelta, eso es todo y te vi de lejos.
Había algo en él que sabía que no me decía la verdad, que seguía mintiéndome cómo siempre ha hecho.
-Bueno, yo me tengo que ir ya. –dije con miedo y me di media vuelta para salir de allí lo antes posible.
-Eh, eh, eh, eh ¿A dónde crees que vas? –dijo mientras me cogía del brazo y me atraía hasta él.
-Ángel suéltame o grito, te juro que grito –dije mientras el cuerpo me temblaba.
-Eres una hija de puta, eh. –dijo riéndose de mí- Me dejaste ir y seguro que te tiraste al famoso que tenías al lado.
-¡Ángel suéltame o grito! ¡No estoy de broma!
-Si gritas yo te haré gritar más –dijo con un tono muy brusco.
-¿Se puede saber que quieres de mí? –dije mientras rompía a llorar.
-Nada, solo que eres una hija de puta. –decía mientras agarraba mi brazo con fuerza-
-¡Déjame en paz! –grité a la vez que lloraba-
Me soltó con fuerza ya que venía un hombre a lo lejos pero me puso a su lado para no dejarme ir. Cuándo la persona al fin pasó, volvió a agarrarme.
-En realidad te he mentido, no he venido de casualidad –me susurró en el oído- Anda corre pedazo de inútil, te dejo ir por que no esta bien hacer daño a una señorita.
Me soltó y le pegué una bofetada en la cara. Él me cogió del pelo y me tiró hacía delante.
Salí de allí rápidamente y me dirigí hacía mi casa, con el alma rota y de nuevo morados en los brazos.
Me volví a sentar en la cama y me quedé varios minutos mirando el móvil esperando que en cualquier momento llame Pablo para decirme que me echa de menos.  Lloraba con mucha fuerza, resoplaba y apenas podía respirar. Esto se estaba convirtiendo en un infierno.
Cogí el disco de la reedición de Pablo López y puse la pista número catorce. Las primeras notas de piano de la canción de Princesa de nadie hacían que mis lágrimas cayeran aun más rápido y dejé que mi cuerpo se dejara llevar por las notas del músico que me acompaña en todo momento.
‘’Pocas fueron las palabras que te hicieron falta para ser, la esclava de su cama, la que mira y calla, princesa de nadie’’
Me tiré sobre la cama y mientras la canción sonaba de fondo cerraba mis ojos. Mis pelos se ponían de punta y mis manos arañaban el colchón con rabia.

‘’Tú te conformabas con soñar callada que te deseaba’’

Narra Pablo

De nuevo me encontraba sentado en el garito de playa hablando  con Cristina. Mis ojos se iluminaban al verle reír y sonreír. Hacía que mis momentos más dolorosos del día pensando en Lucía se esfumaran en 0, segundos.
-¿Por cierto tu cuantos años tienes ya? –me preguntó.
-25 años –sonreí- los cumplí el 31 de mayo.
-Me acuerdo que cuando salías en los telediarios tendrías unos 21 o por ahí –sonrió- ¿Cómo celebraste tu cumpleaños? Estas forrado, seguro que lo celebraste a lo grande –rió-
-No creas –contesté de inmediato- Solo la familia y amigos y ya sabes toda la gente cercana. –reí-  ¡Bueno! Mi familia musical me hizo un vídeo super bonito junto con otros famosos.
-¿familia musical? ¿Son tus fans no? –rió.
-Se llaman familia y punto –reí.
Ella reía mientras pasaba una bayeta por encima de la barra del garito.
-¿Mañana haces algo por la noche?  -me preguntó sonriente.
-Pensaba leerme un libro que tenía ahí preparado pero…-me interrumpió.
-Pues mejor que leer un libro, podíamos salir a pasear y cenamos algo –dijo sin más.
-Emmm…bueno…pues…-no sabía que contestar a este tipo de cosas.
-Perfeeeeeeeeeeecto, mañana a las nueve y media pasa por mi casa –sonrió- te doy mi dirección.
Le miré algo sorprendido por dar por sentado que iba a ir con ella.
Comenzó a apuntar en un papel su dirección mientras yo miraba a otro lado muy incómodo. No había respondido ni que sí ni que no, ella ya decidió por si misma que íbamos a salir a cenar, pero no podía decirle que no ahora. Me dio el papel muy sonriente y fue a atender a otra persona.
-Yo me voy ¿vale? –le dije algo sorprendido por lo de la cena- Adiós Cris.
-¡Adioooooooooooos! –decía entusiasmada.

Esta chica es muy mona y muy alegre pero no me motiva eso de salir mañana con ella a cenar. Esto es muy rápido. 

Al día siguiente.
Por la noche.

Cogí el coche y pasé a por Cristina, que vivía en una pequeña casa al lado de la pastelería de Sam.
Toque al timbre y salió ella muy arreglada con unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta de palabra de honor demasiado escotada diría yo.
-¿Nos vamos? –sonrió.

domingo, 23 de marzo de 2014

Treinta y ocho.

Narra Pablo.

Tan solo ha pasado un día y me siento más vacío que la botella que bebí en mi habitación acompañado de la soledad del hotel. La verdad, no he pasado toda una vida para estar tan mal por una persona, pero es que ella…ella cambió el rumbo de mi mundo, dio una vuelta muy grande a mi vida. Hizo que mis canciones de amor ya no sean inspiradas en libros. Ella ha conseguido que deslice mis dedos por el piano con delicadeza y no con rabia por los recuerdos del pasado. Ella ha conseguido…tanto.
Ahora tan solo necesito pensar, dejar que en mi mente solo exista la música y que corra por mis venas esa bonita melodía que estoy preparando para una nueva canción.
Tumbado en mi cama, mirando hacia el techo pasaba los minutos que me quedaban antes de salir de esta habitación y comenzar a grabar.
Tocaron a la puerta de mi habitación de hotel y cogí mi camiseta para colocármela.

-¡Adelante! –grité.
-Hola compañero –dijo Lolo con una sonrisa.
Se sentó en una silla que había en una de las esquinas de la habitación y se quedó mirándome mientras me colocaba la camiseta.
-¿Qué te trae por aquí? –dije con una sonrisa.
Escuché cómo tragó saliva y comenzaba a ponerse algo nervioso.
-Se que tienes una relación con Lucía, sé por qué ella no ha venido y se por qué estás algo desanimado. –decía mientras jugaba con sus dedos.
Bajé la mirada y me sacudí la camiseta para quitar algo de arrugas mientras tenía una cara seria.
-Bueno…pero ya no importa, sabes que tú no tienes la culpa…-dije mientras recorría un cosquilleo por mi garganta que no me gustaba nada.
-Yo quería comentártelo sabes, creo que hubiera sido lo más normal, pero no antes sin consultarlo con Lucía, aun que ella se negaba en decirlo. –decía mientras venía hacía mí.
-Por eso no está aquí. –dije sin más.
Se quedó callado mientras pasaba su dedo por el borde de la mesa.
-Tan solo era…pedirte disculpas por si hice algo mal, espero que esto no afecte a nuestra amistad.
-Claro que no afecta nada. –dije mientras chocaba su mano y le regalaba una sonrisa.
Él sonrió de oreja a oreja y me dio algunas palmadas en la espalda para animarme. Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia el hall donde nos esperaban los demás para marcharnos al estudio de grabación.

Narra Lucía.

Me coloqué el delantal y comencé a hacer pasteles, que era lo que estaba haciendo todas las mañanas durante estos meses que llevo aquí. Mi compañero de trabajo me miraba algo preocupado, ya que hacía los pasteles con rabia y sin ganas. La ausencia de mi hermano en este lugar se notaba demasiado, tanto que hacía que el ambiente fuera triste y sin una sonrisa de por medio.

Escuché la voz de Laura que venía de fuera. Preguntaba por mí a Sam.
Salí rápidamente y le pedí a mi tía unos minutos para poder hablar con ella. Salimos fuera y ella sacó un cigarro.
-Me he enterado que no te has ido ¿Por qué motivo? –dijo con el cigarro en la boca mientras intentaba encenderlo.
-Pablo me ‘’ha dejado’’ –dije haciendo comillas con los dedos.
-No jodas.  –se sorprendió- ¿Se ha enterado de lo de su músico?
-En realidad eso no lo importa. Le ha molestado que le mintiera. –dije mirando hacia otro lado.
-¡Te lo dije! –gritó- Pronto se enteraría e iba a ser mucho peor. Tenía razón. –levantó una ceja.
-Sí, sí, sí, tenías razón, está bien. –resoplé- pero…no sabía cómo decírselo y eso me ha jodido viva.
-Pero, ¿Ha roto contigo definitivamente? –preguntó extrañada.
-Me dejó una carta y no me dijo que esto se terminaba, me dijo que necesitaba un tiempo, pero…-me interrumpió.
-Cuando un chico te pide tiempo es que no sabe cómo decirte que se ha terminado la relación –decía mientras pegaba otra calada al cigarro- O sea que olvídate Lucía.
-¿Tú crees? –pregunté preocupada- No sé, me extraña que Pablo sea así. –bajé la mirada.
- Yo no sé cómo es Pablo en la intimidad ni nada, es un chico muy humilde, pero yo te hablo de los chicos en general, pero sí, yo creo que si te ha dicho eso es por qué no sabía cómo decírtelo. –decía  segura de sus palabras mientras le robaba otra calada a ese cigarrillo. 
Un silencio nos invadió en esos momentos.
-Me voy a ir de nuevo a Almería. –dije algo insegura.
-¿Cómo? ¡Por qué! –gritó.
-Por qué aquí no me siento bien, no me siento a gusto y menos cuando vuelva Pablo. –agaché la cabeza.
-Yo no quiero que te marches Lucía, por mucho que tenga a mi novio Sergio y a Aida si no te tengo a ti también me faltaría algo en mi vida que haga que no esté a gusto. Que no somos amigas de toda la vida pero…te echaría muchísimo de menos. –dijo la pelirroja con sus palabras más sinceras.
-Joder Laura, si yo te quiero, cómo dicen aquí, te quiero pecha y también te echaría de menos, pero solo te tengo a ti y a mi tía y cuando vuelva Pablo no podré estar bien. Además, ya los periodistas cansan de tanto estar en mi puerta esperando a que diga algo sobre Pablo. –reí.
-Haz lo que veas correcto Lú, sabes que yo te voy a apoyar siempre –sonrió.
Le di un cálido abrazo por sus palabras que hicieron emocionarme.
-Tengo que seguir trabajando –dije mientras resoplaba.
-Hablamos esta tarde y piénsate bien lo de marcharte, espero que se te quite esa idea de la cabeza. –rió-
Se marchó y yo me adentré de nuevo en la pastelería. Dos jóvenes clientas me miraban de arriba ha bajo.
-¿Tú no eres la supuesta novia de Pablo Alborán? –preguntaron extrañadas.
-No, solo es un amigo, hubo una confusión –sonreí. 
Al momento me llegó un WhatsApp de Carlos, el chico que conocí ayer.
-¿Nos vemos hoy?  -me dijo junto con un emoticono sonriente.
-¡Claro! ¿A qué hora?
-Ummm…¿Ocho y media? Y nos tomamos algo en algún garito de playa o lo que sea.
-¡Vale! Pues quedamos donde nos encontramos ayer y así nos aclaramos más
-¡Estupendo! 
Le envié un emoticono contento y finalicé la conversación. No tenía tiempo para hablar.
Tan solo espero que ese chico de ojos marrones me haga sonreír esta noche, salir y despejarme junto a alguien siempre viene bien para los días tristes cómo estos.

Por la noche.

Me quedé sentada en uno de los bancos de la playa en frente de donde conocí a Carlos. Lo vi aparecer detrás de mí con una bonita sonrisa de oreja a oreja. Me levanté y posé un beso en cada mejilla suya.
-Dime que has sonreído y dejado de llorar. –sonrió.
-Bueeeeeeeeeeeeeeeno. –reí.
-Chica, te acabo de conocer, no me des la imagen de que eres una chica muy llorona, eh. –rió- es broma ¿vamos a tomar algo? –sonrió.
Caminando me fui fijando en sus rasgos, era algo parecido a Pablo. Tenía esa barbita que tiene Pablo, esos ojos color marrón que tanto me gustan, pero la sonrisa no era la misma. En la sonrisa de Pablo veo una luz especial.
Nos sentamos en la barra de un garito de playa y pedí una simple coca-cola para mí.
Una joven chica con mechas californianas nos trajo las bebidas con una sonrisa de oreja a oreja.
-Hooooooola Carlitos –dijo la joven dirigiéndose a él.
-¿Os conocéis? –pregunté sonriente.
-Es una amiga de la infancia y bueno de ahora también –sonrió-
Tan solo sonreí ya que no sabía que contestar a lo anterior.

Al terminar las bebidas el cogió mi mano y me llevó hacia la orilla de la playa a caminar.
Con su sonrisa tímida, su mirada penetrante y su voz tan tranquila me transportaba a una calma inexplicable. Las olas del mar hacían que esa calma fuera aun más perfecta.
Me quedé mirando la luna muy sonriente y él me miraba de la misma forma a la que miraba a la luna.
-Sabes, creo que la luna tiene motivos para envidiar tu sonrisa. –sonrió.
Me quedé seria de repente. Pablo me dijo exactamente las mismas palabras que me había dicho en ese momento.
-Ves la luna ¿no? Dicen que su sonrisa es la más bonita que puede existir...
- Que quieres decir con eso...
- No creo en ese dicho, creo que la luna tiene muchos motivos para envidiar tu sonrisa. 
-¿Y esa cara? –rió- no he dicho nada malo.
-No…es que… nada bueno cosas mías –reí-
-Bueno bueno tú sabrás –rió el joven.
Cogió mi mano y me atrajo hasta él. Nos sentamos en la arena y me quedé pendiente de cómo las olas se deslizaban por la orilla.
-No te conozco de apenas de mucho pero…me transmites algo que dice que eres especial, sabes –decía Carlos mirando hacia el horizonte.
-¿Si? En realidad no tengo nada especial, soy una chica muy común. Bueno, soy muy patosa –reí.
Me miró y se rió.
-No te rías, es la verdad –reí mientras le daba un pequeño golpe en el hombro.
Nos quedamos en silencio y él me atrajo hasta mí. Notó que comencé a tener algo de frio y me arropó. Pasó su brazo por mi hombro y preguntó si me encontraba con menos frio. Afirmé.
-¿Por qué llorabas ayer? Si no te molesta contármelo, claro.
-Mi hermano falleció hace nada y bueno…mi pareja lo dejó conmigo, en realidad me ha dicho dar un tiempo pero…-me interrumpió.
-Cuando un chico dice de dar un tiempo es que queremos terminar o que nos gusta otra chica o cosas así, ya sabes.
-Entonces me doy por derrotada –reí irónicamente.
-Sí, creo que sí. Pero no debes estar mal por eso, la vida sigue ya sabes y aparecerá gente nueva y bueno…-interrumpí.
-Te entiendo. –sonreí.
-Y bueno, lo siento por lo de tu hermano…es una gran pena. –dijo muy serio.
Bajé la mirada y él no tardó en levantar mi cabeza y sonreírme.

Al cabo de dos horas de estar en la playa y en el paseo decidí marcharme a mi casa, no me gusta estar mucho en la calle tanto rato.
-Te llevo yo hacía tu casa. –me dijo él con una bonita sonrisa.
Nos adentramos en su coche y al llegar bajé del coche rápidamente.
-Espero volver a verte pronto –dijo Carlos con una sonrisa tímida.
Sonreí de tal forma que hasta yo misma me di cuenta que no debía haberle sonreído así, tan dulce, tan de ‘’me gustas’’.
Él me sonrió de igual forma, con una sonrisa que iluminó mis ojos.
Se acercó a mí y cogió mi cintura. Me acercó hasta él y lentamente posó sus labios en los míos. Note cómo su labio inferior comenzaba a deslizarse por el mío y dio el comienzo de un largo beso.
Me separé de él y me quedé seria.
-Voy a irme a vivir a Almería. –dije sin más.
Él se quedó sin saber que decir, con la sonrisa apagada.
-¿No te volveré a ver? –dijo el joven muy apenado.
-Me temo que no, Carlos.
-Bueno…Lucía, me a encantado conocerte, ojalá algún día volvamos a vernos. De verdad, eres una gran chica. –decía mientras abría las puertas de su coche- Y siento robarte ese beso, he sido muy directo. –dijo con una voz muy triste.
-No te preocupes por eso, de verdad. Gracias por compartir estos momentos conmigo. –dije mientras me acercaba a él para abrazarle- Has hecho que sonría en un día muy…bueno…-reí- ya sabes. Gracias, gracias, gracias.
Se separó de mí y me regaló la sonrisa que necesitaba ver.
-Cuídate. –dijo mientras me daba un beso en la mejilla.
Se adentró en su coche y desapareció de allí.

Con un nudo en la garganta me adentré en mi casa y me tiré al sofá dejando que mi mente me transporte a otros lugares y hacer que olvide el mundo.
Subí rápidamente hacía mi habitación y volví a sacar toda la ropa de mi armario. Cogí la maleta y la metí toda tal cual, con mucha rapidez, como si fuese a perder un avión.
La dejé en una esquina y me quité la ropa rápidamente. Me tiré sobre la cama, apagué la luz y dejé que el sueño se apoderara de mí.

Al día siguiente.
Me levanté con la idea de marcharme de nuevo a Almería. Me vestí y bajé al comedor con la maleta. Mi tía salió de la cocina y se quedó quieta al verme con ella en la mano.
-¿A dónde vas? –decía paralizada.
No sabía que responder y menos al verla así.
-Me vuelvo a Almería…-dije con un nudo en la garganta.
Ella fue rápidamente hacía la puerta y la abrió. Me la señaló y me pidió que saliera de casa.
-Sam, por favor, no te pongas así…
-Cómo quieres que me ponga…-dijo con los ojos llorosos- Me falta Borja y pensé que te tendría a ti y ahora te vas y me dejas sola. Muy bien, me parece perfecto. –dijo llorando.
-Sam por favor no llores, por favor. Te prometo que volveré, esto tan solo es temporal de verdad, necesito mi tiempo, no quiero que vuelva Pablo y me vea aquí y todo sea tan incómodo. Por favor entiéndeme.
-Si yo te entiendo…-dijo secándose las lágrimas.
-Te prometo que volveré en dos meses me tienes de vuelta aquí, por favor no te pongas así. –dije mientras me dirigía hacia ella para darle un abrazo.

Me llevó hasta la estación de trenes y aun quedaba media hora para salir hacía Almería.
Le dejé un mensaje a Laura donde le explicaba que me marchaba ya y que en dos meses y poco más me tendría de vuelta, que no se preocupase.
Volví a dejar mi móvil en el bolso y me senté en el banco esperando a que el tiempo pasase.
Al llegar el tren fui hacía la puerta. Escuché cómo alguien me llamaba y me di la vuelta.
Vi a Aida y a Laura corriendo hasta mí.
-¡ESPERA LUCÍA! –gritó Aida.
Se paró en frente de mí, me miró y me abrazó sin más.
-Te voy a echar de menos –me dijo mientras me daba un cálido abrazo.
-Yo también –dije llorando- perdóname no debí mentirte.
-Perdonada –dijo mientras se separaba de mí y me regalaba una sonrisa.
Avisaron que las puertas se cerrarían en un minuto. Abracé a Laura cómo si se fuera a acabar el mundo y me adentré en el tren antes de que cerraran.
Me senté al lado de la ventana y puse mi mano en el cristal. Ellas dos me miraban con una mirada triste y me mandaban besos. Me alegraba tanto volver a estar bien con Aida, aun que en dos meses no volviera a verla.
El tren comenzó a funcionar y me fui alejando de ellas mientras una pequeña lágrima caía por mi mejilla.

De nuevo a Almería, donde tendré que pasar esos dos meses para que todo funcione como antes. El amor y las cosas que tengo que hacer por él para que no me duela. Jodido, jodido amor.

2 SEMANAS DESPUÉS.
Narra Pablo.

Origen Londres, destino…Málaga.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Treinta y siete.

Anteriormente.

Pasó una hora y media de reloj y no habían aparecido. Mis ánimos estaban enterrados bajo tierra.
Cogí mi maleta, abrí la puerta de mi jardín y me volví a adentrar en la casa. Subí a mi habitación para buscar el teléfono de Mariola que me dejó Pablo por cualquier emergencia. Abrí uno de mis cajones de la mesita de noche, cogí el papel donde se encontraba el número,  me senté encima de la cama y agarré mi teléfono. Comencé a marcar el número. Fijé la mirada en una carta que tenía encima del sofá de mi habitación. Rápidamente colgué el teléfono y lo dejé encima de la cama. Me levanté y cogí la carta.
                                                        

                                                  ‘’Para Lucía de Pablo´´

Narra Pablo

Podía ver las claras nubes de este día soleado enfrente de mí. Día soleado, pero dentro de mí se encontraba una gran tormenta.
Mirando por la ventana estuve todo el largo viaje, sin dejar de pensar en ella, en lo gran cobarde que he sido por dejarle una carta, pero cómo dice Malú ‘’Perdona si una carta fue mi forma de decirte esto, pero tuve tanto miedo de mirarte y confundir mis sentimientos’’
Una acumulación de dolor tenía dentro de mí. Poco a poco me iba rompiendo por dentro, en mil pedazos que es mejor tirarlos a la basura y olvidarse de ellos.

Todo esto no es por lo que ocurrió con Lolo, no, eso no tiene nada que ver. Todo esto tiene que ver con Lucía, el no confiar en mí y decirme las cosas en su tiempo en vez de querer escondérmelas. Las mentiras en una relación acaban siendo la flecha de fuego más dolorosa que puedan clavarte.

Una carta ¿en serio? Cómo he podido despedirme y dejar a alguien plantado por una carta ¡QUE ILUSO SOY! Pensaba continuamente.

Este viaje va a ser duro para mí y más sin ella. Ya le echo de menos. Ya echo de menos sus ‘’No me llames Lulú’’ y sus continuas tonterías que hacían que sonriera de oreja a oreja.  Me duele dejarle allí después de todo lo que habíamos pensado hacer en Londres en el tiempo libre que tenga. Me duele demasiado, pero más me duele que me haya mentido y haber querido seguir con la mentira.
Una lágrima iba deslizándose por mi mejilla lentamente, cómo si estuviera acariciándome.
Porty, uno de mis guitarristas, se quedo mirándome algo preocupado y quité esa lágrima rápidamente.

-Es que tengo sueño –intenté disimular
Él tan solo sonrió y volvió a cerrar los ojos para relajarse en el avión
.
Volverme a enamorar de esta forma quizás no fue la mejor idea, pero nunca se elige de quien se enamora alguien, eso aparece solo, el corazón elige el camino que quiere tomar y ese camino me llevó hasta ella.

Narra Lucía.

Abrí  el sobre blanco con miedo. Las manos me temblaban. Cogí aire y lo expulse lentamente.
Comencé a abrir el folio y vi un mensaje ni muy corto ni muy largo, escrito con esa letra de médico de Pablo que apenas entiendo a veces.
Comencé a leer de pie.

Quizás te preguntarás por que ahora mismo no me encuentro allí contigo o mejor dicho, por qué no te encuentras conmigo, de camino a Londres. Lo primero quería pedirte perdón por dejarte esta carta y no hacer las cosas bien. Por otro lado, decirte que nunca pensé que rayarías, pisotearías y arrugarías de tal forma la confianza que tenía hacía ti. Hayas tenido o no algo con mi guitarrista en el pasado, no me importa, nunca me hubiera importado, el pasado es el pasado y tu presente estaba junto a mí. El dolor que tengo dentro viene a raíz de querer mentirme, de ocultarme cosas que en realidad si fuesen dichas sería todo mejor. Te di mi confianza, acordamos de no mentirnos ni ocultarnos cualquier cosa aun que fuese una pequeña tontería insignificante, nos lo prometimos, pero nunca pensé que serías una más que apoya el dicho de ‘’las promesas están para romperlas’’.
Perdona si te estoy causando ahora mismo grietas en el corazón o pequeñas lágrimas, no quiero ni imaginarte llorando, pero quizás así sepas cómo me sentí yo cuando supe que no todo era color rosa junto a ti.
Con todo esto no quiero decir que lo nuestro acabe aquí, no si tú no quieres, con esto quiero decir que necesito mi tiempo para tener los sentimientos claros, poner orden en mi cabeza y sobretodo en mi corazón.
Las dos semanas que este fuera son las que necesitaré y te agradecería que no me dejases ningún mensaje, necesito esa paz mental en mí.
Me duele que estés allí y yo aquí, pero espero que comprendas todo lo que te he dicho. Y sinceramente más me duele dejarte así cuando en estos momentos duros para ti y para tu familia es cuando más me necesitas a tu lado.
Cuídate Lucía.


Att: Pablo Moreno.

Al terminar de leer comencé a secarme las  lágrimas que habían caído sin darme cuenta.
El nudo de garganta ahogándome y miles de mariposas en mi estomago morían. Las que seguían con vida, se escapaban por la ventana de mi habitación.
No podía creer que esto durase tan poco, mi felicidad digo. Pensé que viniéndome a Málaga cambiaría mi vida y lo ha hecho, pero no sé si para bien o para mal.
Desde que estoy aquí…no se…la verdad es que no sé dónde encontrar felicidad.
Me senté encima de la cama y miré mis pies mientras pensaba en lo ocurrido con Pablo. Ahora mismo, no me queda nada más que mi tía, nadie que pueda consolarme.
La tonta he sido yo, por pensar que nunca se iba a dar cuenta de que le estaba mintiendo con lo de Lolo, pero supongo que él le habrá contado todo. Lolo tenía razón, todo saldría mejor si lo cuentas al momento antes de que se entere por otra persona.

Me levanté de la cama, cogí uno de los peluches que tenía encima de ella y lo tiré contra el mueble, haciendo que dos colonias cayeran al suelo y la foto de mi hermano  y mía se quedara boca bajo.  Comencé a llorar con fuerza y cogí otro peluche para volverlo a lanzar, era la única forma que tenía de quitarme esta angustia junto con rabia del cuerpo.

Mi tía se quedó mirándome paralizada en la entrada de mi habitación. Sequé mis lágrimas rápidamente y me quedé mirándole.
-¿Tú….no…te ibas? –Preguntó extrañada.
No respondí palabra alguna, tan solo fue hacía el mueble y volví a poner la foto bien en la que aparecíamos mi hermano y yo juntos.
Mi tía asombrada por el comportamiento que había tenido, seguía en la puerta algo preocupada.
-Lucía ¿Estás bien? –preguntó preocupada.
-No, no, no estoy bien Sam, no lo estoy. –dije ahogándome con mis propias lágrimas.

Volví a llorar con fuerzas y cogí una maleta que había arriba de mi armario. Saqué toda la ropa que había, la coloqué encima de la cama y comencé a doblarla y meterla dentro de esa maleta.
-Eh, eh, eh, eh ¿Qué crees que haces?
-Me voy de aquí Sam, no puedo más en Málaga. –dije aun llorando.
-¿¡CÓMO!? ¡NO! –gritó mientras me detenía la mano.
Dejé de colocar mi ropa en la maleta y me quedé mirando hacía el balcón sin poder mirarle a la cara a mi tía.
-¿Enserio piensas irte? –dijo Sam entristecida.
-Sí…-respondí sin más.
-Si te vas no vuelves Lucía –dijo seria mientras salía de mi habitación.
Me senté encima de la cama y me quedé con la mirada fija hacía el armario.

-Ah, y si es por algún problema con Pablo, que lo más seguro es que sí, no le des mil vueltas por que ese chico no sabe lo que se pierde –gritó mi tía mientras bajaba las escaleras

Por la noche.

Pase todo el día tirada en la cama dibujando y viendo películas para tener mi mente en otro lugar. Decidí salir esta noche a despejarme y que el clima de Málaga penetre en mi piel por un buen rato.
Me dirigí hacía la playa donde me senté en la arena y me quedé mirando las olas del mar por un largo tiempo.Tan solo escuchaba cómo las olas del mar dejaban su salada agua en la orilla y se iban acariciando la arena continuamente. Mi mente se fue a Londres, a cómo estará Pablo. Cómo siempre, lágrimas acariciaban mis mejillas, este ambiente me ponía aun más sentimental. Quizás estas dos semanas sean duras. La salida de Pablo del país se hace dura pero la muerte de mi hermano aun más. Tengo que tener la cabeza alzada siempre y no derrumbarme nunca. Mi vida está llena de grandes obstáculos que quieren complicarme el camino hacia la felicidad. Pero el camino no puedo acabarlo yo sola, la vida son dos días y me gustaría caminar con Pablo, pero temo que su mente y su corazón les diga que no desean seguir el camino junto a mí.
Visualicé su sonrisa en mi mente, es lo único que me quedaba, es lo único que me hace sonreír, a mí y bueno a millones de alboranistas. La palabra perfecto le define demasiado poco.


De pronto mis pies pararon una pelota de fútbol y rápidamente un joven chico de aproximadamente 26 años vino hacía mi a recogerla.

-Lo siento –me dijo el moreno con una sonrisa tímida.
-No te preocupes –le contesté con voz llorosa.
El joven pasó la pelota a sus amigos y gritó que continuaran el partido sin él.
-¿Ocurre algo? –preguntó preocupado-
Le miré extrañada, ya que es un desconocido que pregunta por cómo me encuentro.
-Vale, sí, no me conoces –rió- pero me preocupo mucho por la gente y más cómo una chica tan mona cómo tú –sonrió.
Se agachó y me levantó la cabeza.
-Si te contara mis problemas no te lo creerías ¡Y MENOS POR QUIEN ESTOY SUFRIENDO AHORA MISMO! –subí una ceja.
-Vamos, ni que estuvieras sufriendo por Alejandro Sanz o Pablo Alborán –rió.
-No lo sabes tú bien hijo, no lo sabes tú bien.
-Bueno, no te pido que me cuentes lo que te ocurre pero si te pido que sonrías, seguro que tienes una bella sonrisa. –me dijo muy sincero el joven.
-Lo intentaré. –sonreí tímidamente.
-Algo has sonreído y bueno, con eso ya me has ganado –rió. ¿Puedo preguntar por tu nombre?
-Me llamo Lucía y todos me llaman Lucía igualmente –reí-
-¿Puedo llamarte Lulú? –rió.
Sonreí ya que me recordó a Pablo y a esa vez que preguntó por mi nombre.

‘’ -Solo te diré una cosa, eh, que no es por nada pero...no sé ni tu nombre.
- Me llamo Lucía, puedes llamarme como quieras menos Lulú.
- Vale Lulú.
- No me llames así, por favor.
- Lulú es un bonito nombre para una joven como tú...’’

Mi mente me llevó a aquel recuerdo e hizo que de nuevo apareciera ese nudo de garganta que tanto odio.
-Eh ¿Puedo llamarte Lulú o no? –repitió el joven.
Reaccioné al momento y le miré sonriente.
-Es que…así…así me llama mi…madre –dije intentando disimular- así me llama mi madre y claro, es su mote y los motes de las madres son únicos.
-Entiendo –rió- entonces Lucía, está bien. Pues yo soy Carlos y es un placer conocerte Lucía pero me temo que tengo que marcharme con mis amigos, veo que están recogiendo. –decía mientras miraba hacía ellos.
-Está bien –sonreí- que te vaya bien, Carlos.
El joven se levantó y comenzó a marcharse. Volví a escuchar su voz pero esta vez llamándome. Me di media vuelta y vi que se acercaba hacía mí.
-No puedo marcharme sin pedirte aun que sea el número, solo te pido eso –dijo vergonzoso Carlos.
-Dame, anda, dame tu móvil y te lo apunto –reí.
Cogí su teléfono y marqué rápidamente mi número. Le devolví el móvil con una bonita sonrisa.
-Hablamos esta noche, al menos saber cómo te encuentras y saber que sonríes. –me dijo mientras acariciaba mi mejilla.
Afirmé con la cabeza y él desapareció de allí.
Ese joven había ganado mi amistad por completo, muestra una gran confianza y te hace sentir bien con tan solo unas palabras.
Miré la hora y vi que eran las diez y media de la noche. Me levanté de la arena, la expulsé de mi pantalón y me dirigí a casa lo antes posible.

A la mañana siguiente.
Narra Pablo

.....

domingo, 16 de marzo de 2014

Treinta y seis.

Anteriormente
Llegó uno de los peores días de mi vida. La familia de mi madre y de mi padre de nuevo reunida, pero esta vez para el entierro de mi hermano.
En estos momentos necesitaría un abrazo de mi hermano, de esos que me quitaban la preocupación del cuerpo, pero me temo que esos abrazos terminaron para siempre.
Ahora mismo no tengo a nadie que pueda abrazarme cómo dios manda y poder arrancarme esta melancolía que recorre cada esquina de mi cuerpo. Ni si quiera a Pablo, que no a podido presentarse por no causar escándalo.
Me siento más que sola. Soy una ruina más en este mundo.

Narra Lucía.

Cómo decía, la melancolía me come por dentro haciendo que mi cuerpo tan solo sea una oscura habitación y apenas con oxígeno. Soy una mariposa encerrada en una caja de cartón pidiendo que le salven y le dejen volver a sentir la luz del sol en las alas.
Mi familia tan solo me miraba con la cara más amargada que podrían traer a este funeral. Se acercaban, tocaban mi hombro, seguían su camino hacia la tumba de mi hermano y dejaban caer una flor que por muy bonita que pareciera, era la flor más apagada que podrías ver en tu vida.

‘’Que bonita la vida desde que vuelvo a tenerte a mi lado’’ eran las palabras que pronunció mi hermano el día de mi llegada a Benalmádena, las mismas palabras que estaban invadiendo mi mente constantemente a cada minuto y segundo que pasaba pisando el césped del cementerio.
La bonita canción de Alborán se adentró en mi cabeza. Desencuentro.
‘’Intento vivir sufriendo bajo este silencio y de nuevo por ti me hundo en un infierno. Ahora que estas lejos te deseo como el aire.’’ Cortas frases de su canción hacían que lágrimas invadieran mis ojos mientras el canto de un pequeño pájaro acompañaba este triste ambiente. ‘’Haces llorar mis ojos, haces que pierda la calma’’.

-Sabes que nos estará cuidando desde ahí arriba y sonreirá junto a ti siempre. –murmuró Sam detrás de mí.

Giré mi cabeza rápidamente y fijé mis ojos llorosos en los suyos. Levanté la comisura de mis labios y le mostré una pequeña sonrisa tímida.

-Lo sé, sé que estará ahí pase lo que pase y que no me dejará sola en ningún momento. –dije mientras levantaba mi mirada hacia el cielo.
Mi tía pasó su dedo por debajo de mis ojos y se deshizo de varias gotas de lágrimas que habían quedado en la parte superior de mis mejillas.
Ella se fue de nuevo a donde se encontraban los demás familiares volviéndome a dejarme sola mirando fijamente la lápida de mi hermano. Fijé la vista un poco más arriba y pude ver a la sombra de un hombre que me resultaba algo más que familiar.

-¿Papá? –me pregunté a mi misma.

Achiné los ojos para poder captar mejor la imagen. Sí, mi padre había venido al funeral de mi hermano. Me acerqué lentamente hacia él con la cara más seria que podría poner en esos momentos y subí una ceja. Él se acercó a mí abriendo sus brazos cómo símbolo de querer darme un abrazo. Le detuve y me quedé mirando su cara unos segundos más.

-¿Qué haces aquí? –pregunté seria.
-Es mi hijo, tengo derecho a venir aquí ¿No crees?
-Después de ocho años sin saber nada de tu propio hijo crees que presentarte aquí era una buena idea ¿No? –dije irónicamente.

Mi padre bajó la mirada, dio media vuelta y continuó su camino.

-Eh, lo siento, espera. –dije arrepentida.
Él se detuvo y giró su cabeza haciendo que sus ojos se fijaran en los míos.
-Sabes que te tengo un poco de rencor y por eso estoy así contigo.
-Lo sé –añadió.
-Me ha sorprendido verte, nada más. No sé nada de ti desde hace un año y… -me interrumpió.
-Siempre has sabido cuidarte sola, nunca me has necesitado, siempre has sido una niña feliz…
-Una persona puede ser feliz todo lo que tú quieras, pero hubiera sido más feliz si hubiese tenido el cariño de un padre día a día…-dije con un nudo en la garganta ahogándome.

Comencé a llorar, no tenía otra escapatoria. La imagen de mi vida sin mi padre había chocado en mi mente.

-No llores mi niña. –dijo mi padre acercándose hacía mí.
-¿Ahora soy tu niña? –dije entre lágrimas y apartándome de él.
-Siempre lo has sido…siempre he estado contigo aun que no lo creas-añadió.
-Pues no lo ha parecido. ¿Dónde has estado cuando necesitaba un consejo? ¿En mi graduación de Batchillerato? ¿En mis cumpleaños? ¿En mis bailes de ballet cuando tenía ocho años? ¿Dónde  está ese padre de película que enseña a su hija a conducir? ¿El padre que siempre soñé y que en mi puta vida he tenido? –dije con demasiado mal humor.
-Lucía no te pongas así por favor –me cogió del brazo.
-¡NUNCA HAS ESTADO! –grité mientras lloraba.
-Lucía  por favor…
-¡Suelta! Suéltame…por favor. –quité su mano de mi brazo y desaparecí de allí.


Anduve lo más rápido que pude y salí del cementerio sin querer saber más sobre las personas que se encontraban en aquel lugar, excepto de mi tía….y…bueno…de mi hermano ya que su cuerpo permanecía allí.

Narra Pablo.

Tan solo a tres días de marcharme a Londres. Londres…quién me lo iba a decir.
Sentado en la cama, mirando hacia mi ventana y con la mente en el próximo disco me encontraba en mis cuatro paredes. Una sonrisa salió a pasear por mi rostro al recordar cada momento vivido en estos tres años de carrera. Mi mente se perdía por el mar de mis recuerdos más emotivos. La voz de la gente siguiendo mis canciones a la vez que yo las canto en concierto, los llantos de gente que me aprecia y gritan mi nombre con fuerzas, las mil y una locuras que hacen para que les abrace yo. Yo…una persona normal que lo único que desea es regalar su música, porque mi voz siempre será de ellos, de mi familia musical. A ellos le debo todo.

Escuché cómo mi puerta se abría lentamente. Me giré y vi a Lucía parada en la entrada de mi habitación. Sus manos frotaban sus ojos con mucha fuerza mientras me miraba con una mirada muy triste. Me estaba muriendo por dentro al verla así.
De pronto rompió a llorar aun más y se acercó a mí rápidamente.

-No llores, no llores más por favor. –le decía mientras se me formaba un nudo en la garganta al verle llorar.

Se tiró sobre mí y me abrazó con fuerzas.

-Pablo te necesito más que nunca conmigo, por favor, abrázame con fuerzas y no me sueltes jamás. –decía Lucía mientras lloraba más que nunca.
-Siempre me tendrás junto a ti. –contesté mientras acariciaba su pelo y le abrazaba con fuerza.
Noté cómo estaba temblando mientras me seguía abrazando y cogí una sabana de uno de mis cajones y le envolví con ella. Volví  a abrazarle. El silencio invadía el espacio pero el abrazo hablaba más que unas simples palabras.
-Siento que te estoy fallando –dijo Lucía rompiendo el silencio.
-¿Fallando? –pregunté extrañado- ¿Por qué?
Deshizo el abrazo y me miró a los ojos.
-Es tan complicado…-dijo secándose las lágrimas.
Me mordí el labio inferior mientras le miraba extrañado por sus palabras. No sabía exactamente qué quería decirme.
-Sabes que si tienes que contarme cualquier cosa puedes decírmelo, siempre voy a estar apoyándote en todo. –dije sin más- Pero no me estas fallando en nada, es más, estas siendo la chica más perfecta que pueda existir en este mundo. –sonreí.

Una pequeña sonrisa salió de su rostro y posó un pequeño beso en mis labios.
Se acurrucó en mi pecho y cerró sus ojos.

-Déjame que vuelva a acariciar tu pelo, déjame que funda tu pecho en mi pecho, volveré a pintar de colores el cielo, haré que olvides de una vez el mundo entero. –le canté al oído la bonita canción de Dónde Está El Amor.
-Nunca pensé que llegarías a ser alguien tan importante en mi vida –dijo Lucía con voz llorosa.
Se acostó en mi cama y yo a su lado sentado seguía acariciando su pelo y sus mejillas coloradas de tanto llanto.
-Las cosas ocurren por algo en esta vida. –añadí.
-¿Qué quieres decir?  -ella preguntó.

-Que no apareciste de casualidad. Deseé tanto que alguien viniera a cambiar…no sé… que viniera para hacer que comience a escribir un nuevo capítulo en el libro de mi vida y haga que pierda mis sentidos con tan solo una mirada. –dije mientras sonreía- Pero oye, yo tampoco pensé que esa chica con mal humor que casi atropello se convertiría en una de mis mayores musas para escribir. –reí.

Lucía sonrió, agarró mis mejillas y acercó mi cara a la suya. Finalmente me robó un bonito beso.

-Y se que nunca me fallarás, ni mentirás, ni cualquier tontería que haga que esta relación cuelgue solo de un hilo de coser, así que no digas más la tontería de antes. –dije mientras me separaba de sus labios.
Ella me miró no muy satisfecha con mis palabras- No me sirven mentiras en esta relación, aun que sea la mentira más tonta del mundo. La sinceridad siempre ante todo. –sonreí.
Bajó su mirada.
-¿Qué ocurre? –pregunté extrañado.
-Nada –dijo con una sonrisa forzada.

Volví a abrazarle, sé que lo necesitaba.

Narra Lucía.

Las palabras de Pablo se habían clavado en mí cómo si de una flecha de acero se tratase. No aguantaré con esta mentira de Lolo mucho más. Me quema por dentro. Es cómo si me arañase la garganta pidiendo que la suelte de una vez y deje de jugármela, por qué en cualquier momento perderé la partida y no tendré más cartas, ni dinero, ni fichas, ni…nada, no tendré absolutamente nada para volver a apostar por él.

Narra Pablo
Saqué toda la ropa de mi armario y la dejé encima de la cama. Comencé a escoger varias prendas para llevarme mañana finalmente a Londrés.
Escuché una voz familiar a lo lejos.  Salí a mi pasillo pero allí no se encontraba nadie. De pronto me di cuenta que la voz venía de la habitación de Lucía y asomé despacio mi cabeza.
Uno de mis músicos, Lolo, para ser exactos, se encontraba en la habitación de Lucía hablando con ella. Las cortinas de ella me impedían ver, tan solo escuchaba atentamente la conversación. Estaba espiando conversaciones ajenas, pero…tengo que decir, que no entendía el por qué Lolo se encontraba ahí y la duda me comía por dentro.

-Y no piensas decírselo a Pablo ¿No? –dijo Lolo con un tono serio.
-No tengo ese valor, no lo tengo. Y menos después de decirme que confía en mí al cien por cien. –dijo con tono lloroso.

Comencé a preocuparme más. No entendía nada de la conversación, pero sé que algo me esconde Lucía después de la última frase que ha mencionado Lolo.

-No quiero tener líos con él, es un buen amigo y no tengo por qué esconderle estas cosas. Quién me diría a mí que ibas a aparecer así de repente y encima siendo su novia. Si no se lo dices tú, se lo diré yo, Lucía. –dijo Lolo siguiendo mismo tono serio de antes.
-Lo que pasó en el pasado se queda en el pasado, va a ser lo mejor, no va a salir de aquí y ya está Lolo. Tuvimos lo que tuvimos y ya está, pero mejor no sacarlo en el presente y menos a Pablo, puede sentirse incómodo sabiendo lo que pasó entre los dos.  –añadió Lucía.

Mi mirada se dirigía hacia el suelo mientras mi alma caía en picado hacía las profundidades de la melancolía. Lucía me ha mentido o es lo que parece después de sus palabras, bueno, sí, me ha mentido. Me deslicé poco a poco por la pared hasta quedar sentado en el suelo y apoyé mi cabeza en la pared ahogándome con mi propio nudo de garganta. 

-Mañana nos vamos a Londres todos y no pienso aguantar toda esta mentira por tu capricho de no querer sacar el pasado en el presente, cuando eso si que es necesario sacarlo. Pero…tú sabrás. –dijo Lolo-

Al día siguiente
Narra Lucía

Salí de trabajar a las 11 y me dirigí hacía mi casa. Cogí la maleta que se encontraba en la entrada de la casa y salí de nuevo.
Esperé a Pablo en el banco de en frente de mi casa, dónde me dijo hace dos días que pasarían a las 11:15 todos en una furgoneta  a recogerme para dirigirnos hacía el aeropuerto.
Con una sonrisa de oreja a oreja pensando en que me iré con él y los demás a Londres esperé impaciente la llegada de esa furgoneta. Cómo una niña pequeña de camino a Disney Land. Nunca pensé que un día me iría junto con ‘’Pablo Alborán’’ a Londres y menos siendo su pareja.  Le agradezco tanto que quiera que me vaya con él, me ha hecho la chica más feliz del universo haciendo este gesto.

Pasó media hora y seguí esperando. No había ni rastro de la furgoneta. Pasaron coches, coches y más coches pero ninguno era el indicado. Llamé a Pablo y no me cogía el teléfono. Mi nivel de preocupación aumentaba por segundos y no sabía qué hacer en esos momentos. El clima mediterraneo penetraba en mi piel, notaba cómo la sombra del banco iba desapareciendo y la espera cada vez se me hacía más pesada.

Pasó una hora y media de reloj y no habían aparecido. Mis ánimos estaban enterrados bajo tierra.
Cogí mi maleta, abrí la puerta de mi jardín y me volví a adentrar en la casa. Subí a mi habitación para buscar el teléfono de Mariola que me dejó Pablo por cualquier emergencia. Abrí uno de mis cajones de la mesita de noche, cogí el papel donde se encontraba el número,  me senté encima de la cama y agarré mi teléfono. Comencé a marcar el número. Fijé la mirada en una carta que tenía encima del sofá de mi habitación. Rápidamente colgué el teléfono y lo dejé encima de la cama. Me levanté y cogí la carta.
                                                        

                                                  ‘’Para Lucía de Pablo´´

jueves, 13 de marzo de 2014

Treinta y cinco.

Anteriormente
El móvil de Sam comenzó a sonar y mi tía pasaba de contestar.

-No sé de quién es este dichoso número…-dijo mi tía mirando el móvil extrañada y colgó.
-¿Y si era Sergio Dalma? –dije bromeando.
-Sí, quizás quería llevarte a cenar esta noche –me siguió la broma Laura.
Mi tía miró el teléfono y cuándo volvieron a llamar cogió el teléfono más rápido que nunca.
-¿SÍ? ¿QUIÉN ES? –dijo algo desesperada.

Observaba la cara de mi tía al saber que no se trataba de Dalma, si no que seguro que se trataba de alguna compañía telefónica.

-¿ESTA BIEN?

La cara de preocupación de mi tía me puso muy nerviosa.
Mi tía colgó el teléfono y salió de la cocina.
-¡SAM! ¡SAM QUE OCURRE! –grité mientras le perseguía preocupada.

Narra Lucía.

Mi tía cogió las llaves del coche y salió lo más antes posible de la casa dejando preocupación en el ambiente.
Laura detrás de mí y yo detrás de mi tía preguntando en alto qué ocurría
Mi tía subió al coche y Laura y yo detrás sin saber aun que es lo que había ocurrido.

-¿SE PUEDE SABER QUE OCURRE? –pregunté gritando y esperando una respuesta de una vez por todas.
-Tu hermano ha tenido un accidente con la moto. –añadió mi tía mientras conducía.
-No puede ser verdad –dije con la cara pálida.

Laura me miró muy preocupada y yo sentada en la parte trasera del coche sin poder tranquilizarme ni un segundo.
Mi tía conducía lo más rápido que podía mientras los nervios recorrían cada rincón de nuestros cuerpos.

Aparcamos en un lugar dónde ni se permitía hacerlo y Sam bajó del coche rápidamente.
Pude ver a lo lejos un círculo lleno de gente y una ambulancia con dos coches de policía al lado.
Aparté a la gente lo antes posible y vi a mi hermano tirado en el suelo mientras dos hombres le colocaban una manta encima.

-¡BORJA, BORJA NO! –grité mientras lágrimas caían de mis ojos.
Aparté a los dos hombres y me tiré al suelo sin importarme nada. Rompí a llorar demasiado fuerte y coloqué mi cabeza en su pecho mientras le abrazaba.
Mi tía que también lloraba y Laura observaban mi dura reacción.
-¡DECIRME QUE ESTA BIEN POR FAVOR! –gritaba cómo una desesperada.
 -Tengo  que decirle que su hermano ha fallecido, el golpe ha sido demasiado fuerte. –añadió un policía.
-No…no…no….-decía constantemente mientras miraba hacía el policía- Borja no me hagas esto, por favor…por favor…-dije a la vez que me atragantaba con mi propia saliva.
-Por favor señorita, tenemos que llevárnoslo...
-No, que no, que no puede ser verdad –repetía una y otra vez.

Mi cuerpo temblaba y mi corazón latía demasiado rápido. Tan solo esperaba que todo fuese un sueño en el que estoy tardando de despertar.
Mi tía me levantó del suelo y no tardó en darme un abrazo. Llorábamos las dos cómo si no hubiese un mañana, cómo si el mundo se acabara en tan solo un segundo.
La gente nos miraba demasiado preocupada y Laura lloró junto a mí aun que no conociera de mucho a mi hermano.
Observaba cómo cogían la camilla y se llevaban a mi hermano dentro de la ambulancia.

-Yo voy con él. –dije antes de que cerraran las puertas- ¿nos vemos allí? –le dije a mi tía aun con lágrimas cayéndome.
Afirmó con la cabeza y cerraron las puertas de la ambulancia


Narra Pablo.

Tan solo me queda una semana para marcharme a Londres a grabar lo que queda para el nuevo disco. Por mucho tiempo que pase estas cosas siguen haciéndome ilusión como si fuese el primer día que lo hiciese.
Lo bonito del viaje también es que llevaré a Lucía conmigo y no tendré que pasarme dos semanas sin su presencia junto a mí.
Cogí mis gafas, mi gorra, una toalla y un periódico y salí de casa para que el clima malagueño erice mi piel esta bonita mañana de verano. Es mañana de playa.

Asomé mi cabeza por si se encontraba algún fotógrafo y salí de allí lo antes posible. Arranqué mi coche y me dirigí hacía la playa.
Al llegar me tumbé sobre la arena y todo era demasiado tranquilo, nadie de mis al rededores me reconocía. Sabía que mis gafas y mi gorra acabarían funcionando algún día.

Tras pasar la mañana en la playa recogí mis cosas y me di una vuelta por el paseo.
Me senté en la barra de un pequeño chiringuito de playa y una bonita chica se acercó hacía mí.

-¿Qué deseas? –preguntó la joven chica detrás de la barra.
-Ponme una coca-cola light con limón cuando puedas y unas patatas fritas con kétchup o lo que tu veas –dije sonriente.

Nadie se encontraba en ese lugar, tan solo la joven y yo disfrutábamos de la agradable sombra de aquel espacio.
Mientras tomaba la refrescante bebida, notaba cómo esa chica me miraba algo atenta y con los ojos achinados de pensar.

-Anda, si tu eres el famosillo Pablo Alborán. –dijo con normalidad la joven.
-Mierda, no funciona, no funcionan las gafas nunca –me dije a mí mismo.
-¿Qué? –preguntó extrañada.
-Nada, cosas mías –añadí- es increíble que sepas quien soy y no te abalances hacia mí. –reí.
-Aun que tengas una cara bonita, que sepas que eres una persona más en este mundo de pacotilla. –dijo mientras se acercaba hacía mí subiendo una ceja.
-Eso siempre lo he dicho yo. –sonreí- me asombra que haya gente cómo tú.
-Ya…bueno. –dijo con un tono creído- pero bueno, igual voy a aprovechar, fírmame un autógrafo para mi sobrina de paso. –sonrió.
-¿Y cómo se llama tu sobrina?
-Cristina. –dijo sin más.
Firmé con mucho cariño en una hoja que me había dado y se la devolví.
-Gracias –agradeció la joven con una bonita sonrisa.
-Es hora de que me vaya. –sonreí- Muy buenas las patatas, vendré más a comer por aquí –reí.
-Aquí te espero con los brazos abiertos –sonrió.
-Por cierto ¿Tu nombre es….? –dije esperando una respuesta.
-Cristina. –sonrió.
-Anda…cómo tu sobrina. –reí.
-No, no tengo sobrina. –me guiñó un ojo.
-Ahora entiendo todo. –reí- Hasta pronto –dije mientras desaparecía de allí.

Salí de allí y fui a buscar mi coche para poder llegar a casa y darme una tranquilizante y fría ducha.
Esa joven morena con mechas californianas era demasiado misteriosa y mi mente lo único que pensaba era descubrir que hay detrás de esa bonita sonrisa.

Narra Lucía.

Lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas acabando en la punta de mi barbilla o desapareciendo en alguna esquina de mi boca.
``¿Cómo le digo esto a mi madre?’’ pensaba continuamente. Miraba mi móvil y esperaba a que la iniciativa de llamarla venga hacía mí.
Mi mano temblaba más y más por cada número que marcaba en mi teléfono. A lo lejos venía mi tía y Laura y se sentaron junto a mí. Sam acariciaba mi pierna con mucha delicadeza y intentaba tranquilizarme.

-¿Quieres que llame yo a tu madre? –dijo mi tía para quitarme un peso de encima.
-Sí, por favor. –dije mientras secaba alguna de mis lágrimas.

Mi tía fue hacía un lugar donde no se escuchara ruido y comenzó a marcar el número. Escalofríos recorrían mi cuerpo de pensar en cómo va a estar mi madre.
Pasaron cinco minutos y mi tía colgó el teléfono. Se acercó y de nuevo se sentó a mi lado.

-Tu madre esta de…-le interrumpí.
-No quiero saberlo por favor, me voy a poner mucho peor si me lo cuentas. –dije seria.

Un silencio se creó entre nosotras y volví a romper a llorar de nuevo. Salí de allí y me dirigí hacía mi casa donde iba a estar mejor que en cualquier lado. Mi tía no vino detrás de mí, ya que sabía que era lo mejor.

Narra Pablo

Salí de la ducha y me coloqué una toalla en la parte inferior de mi cuerpo. Al terminar de secarme me vestí y me asomé a la ventana para ver si Lucía se encontraba en su habitación y efectivamente estaba allí.
Toqué a la ventana y ella se giró rápidamente mientras secaba algunas lágrimas. Enseguida comencé a preocuparme ya que no me gustaba verla llorar por nada en el mundo. Abrió su ventana y disimuló cómo si no estuviera llorando. No tardé en saltar de mi ventana hacia su ventana y colarme en su habitación cómo si nada.

-Eh eh eh ¿Qué te ocurre? –dije acurrucándola entre mis brazos.

Ella rompió a llorar exageradamente y dejé que lo hiciera con tranquilidad para que saque todo su agobio.
Alcé su mirada e hice que la fijara en la mía.

-¿Qué pasa Lulú? –pregunté más que preocupado.
-Mi…mi…mi…-balbuceaba sin poder apenas respirar-
-Tranquila, dímelo cuando puedas…tranquilízate vamos. –dije mientras posaba su cabeza en mi pecho y acariciaba su pelo.

La senté en su cama y me coloqué a su lado. Comencé a pasar mi mano por su pierna intentando tranquilizarle.

-¿Estas mejor? –pregunté de nuevo preocupado.
-Ya estoy más tranquila…-dijo apenas sin voz.
-Cuéntame…-añadí esperando una respuesta al fin.
-Mi hermano a fallecido esta mañana…-dijo mientras miraba al suelo.
-¿¡ENSERIO!? –exclamé muy asombrado por la noticia.
-Sí…a tenido un accidente de moto, un coche chocó contra él. –dijo mientras volvía a llorar.
-No puede ser verdad…-hablaba mientras un nudo en la garganta comenzaba a formarse dentro de mí- Lo siento mucho mi vida, de verdad, tiene que ser demasiado duro. Borja era una persona estupenda, le conocía de varios años y…-me interrumpió.
-Dejemos el tema por favor…he venido a casa a despejarme no a llorar más. –dijo muy seria.
-Perdona…-añadí mientras posaba un beso en su frente- En una semana nos vamos a Londres…-dije intentando alegrar un poco su cara.
-Sí…bueno, ahora mismo los ánimos que tengo son bajo 0.

2 días después.

Llegó uno de los peores días de mi vida. La familia de mi madre y de mi padre de nuevo reunida, pero esta vez para el entierro de mi hermano.
En estos momentos necesitaría un abrazo de mi hermano, de esos que me quitaban la preocupación del cuerpo, pero me temo que esos abrazos terminaron para siempre.
Ahora mismo no tengo a nadie que pueda abrazarme cómo dios manda y poder arrancarme esta melancolía que recorre cada esquina de mi cuerpo. Ni si quiera a Pablo, que no a podido presentarse por no causar escándalo.
Me siento más que sola. Soy una ruina más en este mundo.