Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

martes, 19 de agosto de 2014

Cincuenta y uno.

Anteriormente
Al terminarnos las copas, fuimos todos a bailar para animar la noche y Aida se acercó a mí rápidamente.
-Es tu momento…llévate a Pablo fuera de aquí y díselo. –dijo entusiasmada.
-Le he perdido la vista, no sé dónde está –decía preocupada mientras le buscaba todo el rato con la mirada.
-Vale, Cristina tampoco está. Creo que la hemos fastidiado. –decía Aida muy preocupada.
-¡No me asustes! Vamos a buscarles, anda. –dije cogiendo a Aida de la mano.
Fuimos al baño pero ahí no se encontraba Cristina. Salimos fuera del local y...

-No. Me. Jodas –decía Aida con pausas.

En esos momentos pensé que se me caía el mundo encima.
Ellos dos se encontraban abrazados y podía significar que una nueva relación habían comenzado.
Saqué mi cigarrillo de la semana, aun que ya iban dos. Me lo encendí y salí de allí para dirigirme hacía el hotel.

Narra Lucía.


Me puse en camino hacía el hotel con el cigarro en la mano y lágrimas deslizándose por mis mejillas. Algunas caían por mi barbilla, otras desaparecían en la comisura de mis labios.
Siempre he pensado que la vida es muy puta, pero no que haría que todo me saliera tan mal.

-¡Espera! –gritaba Aida detrás de mí.
-¡Déjame! –grité mientras seguía caminando.
-¡¿A dónde vas?! –preguntaba gritando mientras caminaba a dos metros de mí.
-Necesito estar sola por favor…-decía con un nudo en la garganta.
-¡¿Estás llorando?! –volvió a preguntar gritando
-¡Por favor necesito estar sola! ¡Déjame! –dije gritando y mirándole.
Ella se quedó quieta y me miro sería. Dio media vuelta y volvió al local de dónde veníamos.

Comencé a caminar de nuevo con los llantos más fuertes que antes. Se había creado una tormenta de otoño dentro de mí. Mi corazón parecía la hoja seca que todos pisan en esa misma estación. Ni los pájaros cantan, ni los niños salen a jugar, NADA, dentro de mí solo hay un otoño de soledad.

Llegue al hotel y apagué el cigarro de tal forma que me imaginé que era la cabeza de Cristina. Puedo llegar a ser cruel cuando me viene en gana.
Me adentré en el bar de billar y demás juegos del hotel. Me senté en la barra y pedí una copa.

-Dame lo que sea, pero que me suba el alcohol rápido que no aguanto más. –dije posando mi cabeza en la barra.
-¿Mal de amores? –preguntó un joven al otro lado de la barra.

-¿Mal de amores? ¡Mal de vida! –le corregí.
El joven se acercó a mí y se sentó en el taburete de mi lado.
-¿Quién te ha roto el corazón? –pregunto serio
-Pablo Alborán –dije sin más.
El joven comenzó a reírse y bebió un trago de su copa.
-Qué pasa ¿Tú también estás con lo de que Pablo te ha decepcionado por qué el chico es gay?
-No es gay, ya te lo puedo asegurar yo. –dije subiendo una ceja.
-Ah, bueno, serás una fan de él incondicional –rió.
-Sí, será eso…-añadí a la vez que daba otro trago- Ponme otra, por favor. –Le decía al camarero.
-Ahora enserio ¿Qué te ocurre?-preguntó intrigado el joven sin nombre alguno de momento.
-Comencé a salir con mi vecino pero lo dejamos y luego estuvo jugueteando con otra chica, y ahora hemos venido las dos que morimos por él a declararnos, pero ella se ha adelantado y se ha quedado con ella, FIN. –dije sin más.
-Pensaba que eso solo pasaba en las telenovelas de esas de ‘’Telemundo presenta’’ –dijo con voz de presentador a la vez que reía.
-Tú te ríes pero ahora mismo yo quiero cogerme una borrachera para por unas horas olvidarme de todo esto –dije bebiendo otro sorbo.


El chico moreno me miraba con una sonrisa que solo se dirigía hacia el lado izquierdo de su cara.
Bebí con rapidez aquella copa que me habían servido en tan solo unos segundos.
Cómo sonido de fondo, nos acompañaba esta horrible noche el gran Buena Fe. Yo, cayendo finalmente en los brazos del alcohol que deja huella por la mañana, me dispongo a marcharme de aquel lugar, pero no antes sin haber pedido una botella para que me acompañe esta misma noche.

Comencé a dirigirme hacía los ascensores de aquel lugar. Las puertas se abrieron y el joven con el que había terminado de hablar se une para subir en ascensor. Al entrar mi cabeza dio una vuelta enorme y casi acabo en el suelo. A duras penas recobro el equilibrio. Intentando disimular la grandiosa humillación comencé a toser y el chico rió.
El ascensor llegó al quinto piso donde ahí mismo tenía que bajarme y donde ahí mismo bajó él también.
Abro con demasiado impulso la puerta y me adentro en la habitación con la botella en la mano y dispuesta a pasar un largo rato hablando con la pared de lo jodida que es la vida la mayoría de las veces.
Me asomé rápidamente al pasillo y el joven aun se encontraba ahí, buscando la llave de su puerta.

-¿Entras? –le pregunté dispuesta a pasar un buen rato junto a él.

No dijo palabra alguna, tan solo se dispuso a entrar..
Cerré la puerta rápidamente y me abalancé sobre su cuerpo hasta dejarlo tumbado en mi cama.
-Tienes las ideas claras. Me gusta. –dijo levantando una ceja.
Besó mis labios rápidamente y comenzó a desabrochar su camisa al mismo tiempo que yo me deshacía de la mía. Sus pantalones vinieron después junto a los míos. Su pelo despeinado, su pequeña gota de sudor en la frente y su cuerpo marcado eran protagonistas en esos momentos.
Besaba mi cuello, sus dedos recorrían todo mi cuerpo, su aliento se perdía en mi piel.
Le miré deseosamente pero solo podía captar la imagen de Pablo, cómo si mi mente solo quisiera que fuese a él al que viera.
Me levanté rápidamente y cogí su ropa. Le agarré de la mano y le saqué fuera de la habitación en tan solo ropa interior.
-¡Eh! ¡Qué haces! –gritó
Apoyada en la puerta semidesnuda  escuchando sus quejas me encontraba. Él tocaba mi puerta esperando una respuesta y yo no sé la quise dar.
-Bueno, pues…¡Encantado de conocerte...! ¿Cómo cojones te llamas? –preguntó el joven.
-Lucía –añadí desde el otro lado de la puerta.
-Ahora sí que habla la jodía –rió- Buenas noches –dijo a la vez que se marchaba.

Suspiré y me tiré sobre la cama. Cogí la botella que me esperaba impaciente en la mesita de noche y di un trago intenso. Me asomé a la ventana y pude ver que llegaban las tres hacía el hotel. Aida un poco más animada que ellas dos.
Minutos después la puerta se abrió y su voz llamándome suena en la habitación.
Cerré mis ojos y decidí que hacerse la dormida era la opción más viable. 
-¿Estás dormida? –pregunta Aida sobria.
Me limito a no contestar para no tener que hablar de lo sucedido (esta noche al menos)

A la mañana siguiente.
Narra Aida.

Abrí mis ojos y fije mi mirada en la cama de al lado para ver si Lucía se encontraba despierta en estos momentos.
Su figura no estaba en la cama, ni en ninguna parte de la habitación. Supuse que se encontraría desayunando abajo.
Abrí el armario para colocarme ropa y observé que no había ni una sola prenda de Lucía dentro.
Busqué la maleta por toda la habitación pero era totalmente invisible para mis ojos. No aparecía por ningún lugar de estas cuatro paredes.
Bajé rápidamente al restaurante del hotel y tampoco estaba ella, así que me dispuse a sacar mi teléfono móvil y busqué rápidamente su número en mi lista de conversaciones de Whatsapp.Le envié un mensaje, pero esos dos ticks famosos no aparecían. Me limité a llamarle. Su teléfono se encontraba apagado o fuera de cobertura como mismamente me indicaba la mujer robot del teléfono.
Subí para despertar a Laura y avisarle que Lucía había desaparecido, que se había marchado sin más. Aun que yo misma puedo suponer por qué lo ha hecho.
Entré sin más en la habitación de las dos amigas y se encontraban conversando en la cama. Se asustaron al notar mi desesperación al abrir aquella puerta.

-Laura, necesito hablar contigo un segundo –dije con la intención de echar a Cristina de la habitación.
-Voy a bajar a pedir el desayuno…-añadió Cristina captando lo que yo quería.
Ella salió de la habitación y Laura con cara de no entender el por qué de mi cara de angustia.
-Lucía se ha marchado, sin más. –dije junto con un resoplo.
-¿Cómo? ¿A dónde? ¿Por qué? –preguntó Laura extrañada de su huida.
No pensaba contarle lo sucedido ya que ella cedería a comentárselo a su gran amiga Cristina y no es el momento para complicar más las cosas.
-Ni idea –respondí con disimulo.

Después de llamar cinco veces a Lucía y que el teléfono siguiera en las mismas opté por llamar a Pablo y comentarle lo ocurrido para que él mismo me ayudara con este remolino sentimental de la almeriense.
-Hola Aida ¿Qué ocurre? –preguntó directo el cantante.
-¿Cómo has sabido que ocurre algo, eh?
-Después de ver diez mensajes en Whatsapp diciéndome ‘’Necesito te ayuda’’ supongo que ocurrirá algo. –dijo riendo.
-Lucía ha desaparecido. –añadí directa.
-¿Cómo que ha desaparecido? –preguntó sorprendido.
-Esta mañana ya no estaba aquí ni su maleta ni ella, se ha marchado sin más.
-Por alguna razón será, digo yo. ¿Qué ha ocurrido? –preguntó preocupado Alborán.
-Es complicado de contar…-dije nerviosa.
-¡Cuéntamelo! –gritaba desde el otro lado del teléfono.
-Ella….ella…ella…-repetía la misma palabra todo el rato muy nerviosa- ella…
-¡Ella que! –dijo eufórico.
-Ella sigue estando enamorada de ti desde siempre y ayer al veros a Cristina y a ti juntos se le jodió el plan. Bueno, se nos jodió, que el plan era mío. –dije echándome flores.
-Me quedo mudo….-decía sorprendido- ¿De qué plan hablas? ¿Y cómo que yo con Cristina? ¿Qué es lo que quieres decir? –preguntaba constantemente.
-El plan de volverte a recuperar, por eso vinimos hasta aquí, no para que la zor…-detuve la palabra- la preciosa Cristina se quedase contigo. –añadí rectificando- ¡Deberías haber acabado con Lucía maldito seas! –le grité.
-¡NO TE ENTIENDO! –gritaba enfurecido- Mi cabeza no entiende que quieres decirme…lo siento.
-¡Que a Lucía le mata que estés con Cristina! –grité.
-¡Yo no estoy con ella! –gritó a un más.
Me quedé en completo silencio sin saber que responder a todo esto.
-¿Hola? Me parece que se ha cortado…–dijo el cantante al otro lado del teléfono.
-E-e-estoy aquí –dije balbuceando- ¿No estás con Cristina? ¿Y ayer fuera del local que es lo que pasó?
-Ella sentía cosas por mí, pero mis sentimientos no son los mismos. Simplemente le abracé, no quería que se sintiera mal después de todo aquello. No me jodas que Lucía piensa que estoy con…
-Ay ay ay…pero…pero que confusión más tonta, eh. ¡Aida mala, Aida mala! –me reía nerviosa.
-Entonces…¿Lucía sigue sintiendo algo por mí? –preguntó nervioso.
-¿Algo solo? Su mundo gira solo sobre ti. El caso es que tú…-me interrumpió.
-El caso es que yo le quiero igual o incluso más que desde el principio de nuestra historia. –añadió seguro de sus palabras
Mi corazón se encogió al escuchar las últimas palabras de Pablo.
-Búscale, y dile que le quieres de una vez.
-¿Dónde puede estar? –preguntó nervioso.
-¿De verdad piensas ir a buscarle? El centro de Madrid es muy grande Pablo…
-Pienso ir –añadió sin más.
-En ese caso...Madrid, seguro. A estas horas no ha habido ningún tren destino Málaga.
-Tengo que encontrarle…
-Suer…-me interrumpió colgándome- Suerte –dije acabando la palabra.



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