Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

sábado, 26 de abril de 2014

Cuarenta y tres.

Anteriormente.
Notaba su inquietud por saber qué hacía allí. Es obvio que no he ido para recordar el pasado, pero no sabía cómo decirle que tiene que volver a Málaga, que Pablo le necesita.
Me miraba algo nerviosa esperando una respuesta que no llegaba.
Mire su sonrisa y me mordí el labio de tal forma que si sentí el sentimiento de amor. Era inexplicable, pero le echaba de menos aun que le tuviera a menos de un metro.
-No me mires así y dime por qué has venido aquí –rió- ¿Sabes algo de Pablo? –preguntó nerviosa

Me acerqué lentamente a sus labios y los besé con delicadeza. 

Narra Lucía.

Me besó. Noté de nuevo sus labios después de hace años, bastantes años.
No tardé en separarme de su boca y levantarme rápidamente algo asombrada por lo que acababa de ocurrir.

-¿Pero qué?-solté sorprendida.
Él se quedó mirándome algo arrepentido y agachó su cabeza. Seguí sin entender el por qué de ese repentino beso.
-¿Por qué me besas? –pregunté intentando tener respuestas de una vez por todas.
-Tan simple como que sigo sintiendo cosas por ti, Lucia. –dijo serio y con la mirada perdida en el mueble de en frente.
-Pero sí…¡AH! ¡NO ENTIENDO NADA! –grité a la vez que me tiraba de nuevo en el sofá agarrando mi cabeza con fuerza.
-Yo tampoco lo entiendo, te lo puedo asegurar…-añadió en voz baja.

Un silencio invadió nuestro espacio haciendo que quedase esa incomodidad en el salón.

-En realidad…¿Por qué has venido hasta aquí? Hasta Almería digo…-pregunté confusa.
-Tengo la extraña manía de no saber realmente por qué hago las cosas, si por mí o por otra persona, es…complicado de entender –dijo con voz ahogada en lágrimas no sacadas.
-¿Has venido por que cómo dices tú ‘’sientes algo por mí’’? –pregunté aun confusa.
-Vine por una causa que ya no importa, tan solo te necesito Lucía.
-¿A mí? ¿Por qué a mí de repente? –pregunté mientras volvía a levantarme del sitio- Lolo, sabes que hace poco que lo deje con Pablo y aun espero una respuest…-me interrumpió rápidamente.
-Pablo esta tonteando y salió a cenar con otra chica, está claro que no te necesita –dijo él sin más.

Me quedé muda y asombrada por las últimas palabras de Lolo hacía mí. ‘’No te necesita’’. Esa corta frase se quedó en modo de repetición en mi cabeza por un buen rato.

-¿Cómo lo sabes? Lo de la chica digo…-pregunté con un nudo en la garganta.
-Por qué simplemente lo sé…esas cosas se comentan, se saben, se rumorean, ya sabes.
-No te creo…-dije mintiéndome a mí misma.
-No me  creas, pero…-subió una ceja de repente- puedes venir conmigo a Málaga y comprobarlo por ti misma.

Le miré algo seria, cómo si algo dentro de mi me dijera que me está mintiendo, pero por otra parte, le creo, ya que… no tendría que mentirme en eso.
La imagen de Pablo junto a otra chica se me hacía cada vez más dura, tanto, que mis ojos comenzaron a empaparse de lágrimas hasta que la primera no tardo en deslizarse por mis mejillas haciendo que la segunda y la tercera cayeran juntas.

-Eh, no llores. –dijo Lolo acercándose rápidamente hacía mí.
-Cómo no quieres que no llore si le quiero, Lolo. –dije apoyada en su pecho mientras me daba un cálido abrazo.
-Lo sé…-dijo muy apenado.
Me separé de él, sequé mis lágrimas y acto seguido sonreí para calmar el ambiente.
-Todo ha sido tan…de repente. –reí mientras seguía secando mis lágrimas- No pensé que me olvidaría tan rápido. Quizás no me merecía a alguien como él, soy demasiado poco. La gente me olvida muy rápido…
-No digas eso Lucía. Eres una gran persona con un corazón que no te cabe en el pecho y no te olvida rápido simp…-le interrumpí.
-Tú te fuiste sin más y a las dos semanas estabas con otra chica. –añadí.

Mis últimas palabras hicieron que se creara un silencio de nuevo en estas cuatro paredes. Él me miraba sin tener respuesta alguna y resopló.

-Ha ocurrido lo mismo con Pablo, pero…esta vez fue mi culpa, por eso no se lo tomo en cuenta…-dije dándome la vuelta y dirigiéndome hacía la cocina.
-Lo mío fue un error que luego me arrepentí, yo tenía que irme a Sevilla de nuevo, Almería no era mi lugar y…-volví a interrumpir.
-No tienes que darme explicaciones de lo que pasó, ya han pasado como 6 o 7 años de aquello, es pasado…-dije mientras agachaba mi cabeza por lo que llegó a mi memoria en esos momentos.

Él se quedó de nuevo en silencio y mirando cómo yo bebía algo de agua para deshacerme de ese nudo de garganta que tan molesto me resultaba.

-Ven, conmigo…a Málaga. –dijo sin más.
Dejé la botella en la nevera y puse mi mirada en sus ojos lentamente, algo sorprendida por lo último que ha salido de su boca.
-Sabes perfectamente que aquí no estás bien…-añadió con la mirada hacia abajo.
-Eso no te lo niego…

Los silencios entre nosotros eran muy comunes entre una conversación. Me acerqué hacía él y me quedé mirando su bonita mirada.

-Allí tienes a gente que te quiere, gente que te aprecia, que sabe valorarte…tienes a tu tía, a tus amigos….me tienes a mí –se añadió para finalizar.
-No quiero ver a Pablo –dije poniendo una pequeña pega.
-¡Olvídate de Pablo cómo él ha hecho contigo! Hay más gente a parte de él. El amor viene y se va y al final solo alguien se quedará, pero si ese no ha podido ser él, ha sido mala suerte. –dijo algo cabreado.
-¿Sabes que te digo?
Puso su mirada en mí rápidamente y prestó atención.
-Que a la mierda Pablo –reí  y rápidamente me pegué a él para robarle un cálido beso.

Él sin ningún problema siguió el ritmo y caímos en el sofá. Comenzó a besarme rápidamente y colocó su cuerpo encima del mío. Subió poco a poco mi camiseta y acarició mi piel con mucha lentitud. Se deshizo de su camisa de cuadros y la lanzo al suelo mientras mordía su labio. Siguiendo el mismo camino que estábamos llevando, nos quitamos las prendas de la parte inferior y nos quedamos completamente desnudos llegando a hacer que la temperatura de nuestros cuerpos subiera demasiado rápido.

-Me recuerda tanto a nuestros tiempos…-me susurró Lolo al oído mientras besaba su cuello.

Por un momento me imaginé que la piel que tocaba no era de él, si no de Pablo. Pero de algún modo me tocaría olvidarle, ya que él lo ha hecho en tan poco tiempo.
Después de un buen rato, haciendo lo que muchos podríais imaginar que hacen dos personas así, me levanté y me vestí rápidamente ya que mi madre llegaría en muy poco tiempo.

-No sé si te has dado cuenta que no he usado preservativo –dijo mientras se ponía los pantalones.
Me giré rápidamente y observé su cara asustada.
-No habrás hecho nada ¿no? –decía con voz temblorosa.
-Tranquila…yo controlo esas cosas –dijo sin más.
Las palabras de Lolo me tranquilizaron de algún modo, aun que eso dicen muchos chicos y luego pasa lo que pasa.
Mi madre entró por la puerta y Lolo bajó su camiseta rápidamente. Se quedó mirando fijamente el sofá con la funda quitada y los cojines tirados por el suelo.
-¿Qué ha pasado aquí? –preguntó mi madre confusa.
Lolo tragó saliva y pude escuchar su corazón latir rápidamente.
-Hola Irene, hace mucho que no le veo –añadió él muy nervioso.
-¿Has vuelto solo para acostarte con mi hija? –dijo mi madre con un tono serio.
-No Irene, aquí no ha ocurrido nad…-interrumpí.
-Qué más da ya, mi madre no es tonta, a parte tengo ya añitos cómo para dar explicaciones a mi madre de lo que hago y lo que no hago –dije mientras subía hacía mi habitación.
-Lucía…-me nombró mi madre.
-Qué –dije muy seca.
-Sal de mi casa ya –añadió mientras seguía mirando el sofá.

Me quedé mirándole asombrada y subí hacía mi habitación sin decir palabra alguna.
-Te espero fuera –dijo Lolo mientras abría la puerta de mi casa.

Escuché cómo la puerta se cerraba, pero más escuchaba a mi corazón latiendo demasiado rápido.
Cogí mis dos maletas y volví a meter toda la ropa, sin doblarla ni organizar nada. Colonias, maquillaje, zapatos y demás ya estaban listos para volver a Benalmádena.
Mi madre apareció por la puerta y se quedó apoyada en el marco de ella observando cómo cerraba las maletas.

-Yo no quería esto pero he apostado todas las cartas por ti y siempre pierdo el juego, eres una partida perdida siempre. –dijo sin mas.
-Tranquila, me iba a ir igual…-añadí.
Me miró sorprendida por mis palabras. Cogí mi maleta y pasé por su lado ignorándole.
-Tampoco quiero estar mal con mi propia hija –dijo apenada.
-No es por ti, es por el hombre que vive aquí, si no no sería problema quedarme. –dije mirándole seria.
Bajé las escaleras y mi madre detrás de mí.
-Vendré a verte cada mes –dije mientras le daba un incómodo abrazo.
-Vale cariño. –dijo con un tono bajo.
Salí de mi casa y fui directa al coche donde me esperaba Lolo apoyado en él. Coloqué las maletas en el maletero y subí al vehículo rápidamente.

Cómo cambian las cosas, la última vez que me fui de Almería era con Ángel y lloraba por que dejaba una vida atrás, ahora todo eso no me importa absolutamente nada. 

Narra Lolo.
Prometí traer de vuelta a Lucía y lo he hecho, pero no para lo que yo al principio quería. Siento que he fallado a un amigo, pero el sentimiento del amor es muy traicionero y ha hecho que mienta de tal forma que no me crea ni yo mismo que era así. No sé si Pablo ha tonteado con otra chica, pero lo que sí que estoy seguro es de qué Pablo no le ha olvidado y yo he hecho entender a Lucía cómo que sí, todo por querer tenerla. El amor hace que pierdas los sentidos y te conviertas en un estúpido que solo piensa en sí mismo y no en los demás. Lo único que tendré que hacer es hacer cómo si Lucía ha olvidado a Pablo, para cuando le vea no haga ninguna estupidez por volver a estar con ella.

Miré a Lucía y estaba apoyada observando el paisaje que había detrás de la ventanilla del coche y fue cerrando sus ojos poco a poco hasta quedarse completamente dormida.

Tras varias horas de viaje y una buena recarga de gasolina llegamos por fin a Benalmádena, 
concretamente a casa de su tía Sam. Ella bajó del coche muy ilusionada y se dirigió rápidamente hacía la puerta para llamar a su tía. Sam se asomó la puerta de su casa y salió rápidamente a la puerta del jardín para abrirle.

-¡No puede ser! –dijo entusiasmada.
-¡Si puede ser! –añadió con mucha ilusión Lucia.
Se abrazaron rápidamente y Sam me miró extrañada.
-¿Te ha traído él? –Dijo mientras me señalaba.
Lucía afirmó con la cabeza.
Saqué sus maletas del coche y le ayude a adentrarlas en el hogar.
-La próxima vez no me pillas de sorpresa que a saber que podría estar haciendo –levantó la ceja su tía.
Los dos reímos a la vez y me despedí de ellas dos dejándolas en su pequeño pero muy pequeño círculo familiar.
Salí de su casa y veía cómo su amiga Aida venía hacía aquí.

-Hola Lolo –dijo sin más.
-¿Qué haces aquí? –pregunté extrañado.
-La morena me dijo hace una hora por un mensaje que venía de nuevo a Benalmádena y pasaba a verle y a invitarle a una fiesta en la playa que organiza mañana mi compañía de modelos.
Fingí que me interesaba y subí al coche.
-También aprovecharé para invitar a Pablo ya que esta su casa pegada –sonrió.
-¿A Pablo? –bajé del coche rápidamente.
-Que sí sordo, a Pablo –rió- ¿Quieres venir tu también? –sonrió
-¡Me encantaría! –dije cogiendo la invitación de sus manos.
Tan solo iré para hacer que Pablo no vea a Lucía y hablen de lo ocurrido, antes tendré que hablar yo con él.

Al día siguiente.
Pasé a recoger a Lucía para marcharnos a esa dichosa fiesta en la playa de modelos pijos que solo saben hablar de ellos mismos.
Al llegar a la playa dimos nuestra invitación y Lucía fue rápidamente a buscar a Aida y Laura para estar con ellas. Mis ojos solo buscaban a Pablo para saber si de verdad a querido venir a esta fiesta. Lo único que siento ahora es miedo por que descubran mi mentira. Me mata saber que ella le quiere a él y él le quiere a ella, y yo cómo un tonto, por estar enamorado, hago que dos personas que se aman, solo estén separadas.
De pronto mis ojos se fijaron en él. Pablo había llegado a la fiesta y detrás de él Rafa acompañándole e intentado dar a entender a unas pocas fans que no podían venir a esta fiesta ya que es privada.
Rápidamente me dirigí hacía Lucía para llevármela a otro lugar dónde Pablo no le viera.
-¿Me acompañas? Necesito dar una vuelta –dije poniéndolo como excusa.
-Espera tan solo diez minutos que Aida me traiga una bebida. –sonrió.
-¿No puede ser ya? –pregunté nervioso
-¿Por qué tanta prisa de repente?-me preguntó extrañada.

Narra Pablo.

Algunas de las personas de esa fiesta me pidieron un autógrafo o una foto, cómo de costumbre.
-Mira en frente de ti Pablo –me dijo Rafa en voz baja.
Fije mi mirada en Lolo y a su lado pude ver a...¿Lucía?
De pronto Lolo me miró asombrado y vino rápidamente hacía mí.
-Qué qué –balbuceé nervioso- ¿Qué hace Lucía aquí? –le pregunté a la vez que me apartaba de la multitud.
-Esa no era Lucía, Pablo –añadió Lolo.
-¿Cómo que no? ¡Le puedo reconocer a distancia! Necesito hablar con ella…
-No, Pablo, ahora no es el moment…-le interrumpí.
-Lolo suéltame por dios, que más te da, tan solo quiero hablar de lo ocurrido –empecé a cabrearme.
-Ella no quiere hablar contigo Pablo entiéndelo por favor…
-¡Y tu que sabes! –dije elevando la voz e intentando hacer que Lolo me soltase.

-¡Ella te ha olvidado! –gritó.

sábado, 19 de abril de 2014

Cuarenta y dos.

Anteriormente.


Sacó de su bolso las llaves y nos adentramos sigilosamente en su casa. Subimos las escaleras y ella se quitó toda su ropa quedándose en ropa interior. Se tiró sobre la cama y esperó a que yo hiciera lo mismo. No tardé en hacerlo y me acosté a su lado.
Pasaba mis dedos por su pierna delicadamente, como si de tocar el piano se tratase.
Se acurrucó en mi pechó y con una sonrisa cayó en los brazos de Morfeo. Echaba de menos verle dormida.
Qué bonita sensación la de saber que al llegar a casa solo escribirás canciones de amor y con vivencias propias. La persona que te quitaba el sueño de nuevo duerme junto a ti.

No podía seguir buscando su aroma en el viento.

Narra Pablo

Mis ojos se abrieron a causa de la luz que entraba por la ventana. Pude contemplar el amplio balcón de la habitación y los rayos del sol penetrando en mi piel. Estiré mis brazos y acaricié mi pecho a la vez que soltaba un bostezo. Sonreí al recordar la noche, al recordar su sonrisa.
Me di la vuelta y pase mi mano por su cintura lentamente. No tenía la camiseta puesta y pasé mis dedos por su costado haciendo que caminasen por su piel. Acaricié su pelo y pude notar que lo tenía diferente. No era esa textura suave. Abrí los ojos rápidamente y vi que su pelo no era el que yo recordaba. Mechas rubias en las puntas y rizos al final del cabello.
Ella se dio la vuelta y me sonrió.

-Buenos días –dijo con una sonrisa.
Me levanté rápidamente y froté mis ojos con fuerza.
-¿Cris Cris Cristina? –balbuceé nervioso.
-¿Sí? ¿Me llamo así? –rió a la vez que le levantaba su torso y tapaba su cuerpo con la fina sábana azul celeste.
-Pero…si yo…yo…Almería…dios. –decía mientras agarraba mi cabeza demasiado confuso.
-¿Almería? ¿Qué estás diciendo Pablo?  -preguntó extrañada.
Por la noche!¡Salí de tu casa y me fui hacia Almería! –gritaba sin entender nada.
-¡Tan solo sería un sueño Pablo! ¡Tranquilízate! –gritó muy fuerte.
Me senté en la silla de en frente de su cama y apoyé mi cabeza sobre mis manos.
-¿Te acuerdas de lo que ocurrió anoche entre nosotros? –preguntó mientras se colocaba una camiseta.
-Sí…pero luego…-me interrumpió.
-Luego te dormiste…demasiado rápido.
Subí mi mirada y la fijé de nuevo en el cielo soleado del exterior.
-¿Qué te preocupa de Almería? –preguntó Cristina muy dudosa.
-Olvídalo…-dije mientras me levantaba de la silla y me colocaba mis pantalones.
Se levantó de la cama y se acercó a mí.
-¿Qué te ocurre? –preguntó muy preocupada.
-Por un momento pensé que ya era feliz de nuevo. –dije con la mirada perdida.
-¿Eres infeliz? Por dios, eres un artista, has ganado muchos premios, tienes el cariño de más un millón de personas y ¿Eres infeliz?
-Los artistas también tenemos vida privada. Por esa parte no soy infeliz, pero cuando pienso en…olvídalo…-me interrumpí a mi mismo.
-En que Pablo…-añadió.
-En ella –dije sin más.
-Ah, hay una chica detrás de todo esto…-dijo algo desilusionada.
Me coloqué la camisa y me dirige hacia la salida de su habitación.
-Perdóname Cristina, nada de esto tendría que haber ocurrido –dije entristecido.

Ella se quedó asombrada y no dijo palabra alguna. Salí de su casa lo más rápido que pude y cogí el coche destino a mi hogar, con la ilusión y la felicidad pisoteadas y arrastradas cómo si de un cigarro encendido se tratase.
Llegué a mi casa y no tardé en meterme en mi estudio. Mi madre me preguntó dónde estaba toda la noche pero aquella pregunta parecía retórica, no hubo contestación.
Una máquina de vapor dentro de mí hacia que mi desilusión fuera subiendo de nivel. Todo era cuestión de tiempo para coger y mandar todo a la mierda, diciéndolo vulgarmente.
Agarré mi guitarra, el cuaderno y un bolígrafo y comencé a escribir todo lo que se me pasase por la cabeza. Desahogarse de esta forma era sencilla y bonita.


Narra Lucía.

-¡Lucía! ¡Ratoncito! ¡Despierta! –gritaba mi madre intentando que me levantase.
Abrí mis ojos y me encontraba tirada en el sofá cómo si de un vagabundo me tratase. Los tacones tirados en medio del salón y yo con el tanga a la vista.
-¡Cómo es que has dormido ahí y en esas condiciones! –gritaba mi madre muy alterada.
-Iría demasiado borracha anoche. –dije sin más y estirando mi cuerpo.
-¿Borracha? Tú no sueles beber y de repente te da por el alcohol últimamente. –dijo mi madre con un tono muy cabreado.
-¿Cómo decirte que no tengo un hombre en el que apoyarme y tengo el alcohol cómo fiel compañero? ¿Prefieres que me drogue? –dije mientras me levantaba.
-Me tienes a mí –dijo mi madre enfadada.
-Sí, claro…-reí irónicamente.
-¿Por qué no te vuelves con tu tía Sam? La hermana de tu querido padre siempre te a encantado ¡Vuélvete con ella a Benalmádena! –reprochaba.
-Por mi encantada –reí de nuevo.
-Pues coge tus cosas y lárgate –dijo sin más.
-No es tan fácil cómo crees el ir de repente. –añadí mientras un nudo en la garganta se apoderaba de mí.
Aquí viniste de repente!¡Llamaste a la puerta y ni te esperábamos! –seguía gritando.
-¡PERDÓNAME USTED! ¡QUE MOLESTO EN ESTA CASA DE RECIÉN CASADOS QUE FINGEN QUERERSE PERO EN REALIDAD SABES PERFECTAMENTE QUE ESE HOMBRE QUE ESTA EN TU CAMA TIRADO HACIENDO EL VAGO NO TIENE DONDE IR Y SOLO TE TIENE A TI! –me enfurecí a un más.
Mi madre me miró con odio, dio media vuelta y se dirigió hacia la cocina cómo si nada hubiese pasado. 
Me quedé sin hacer movimiento alguno. Pestañeé después de varios largos segundos y me fui hacia mi habitación.
Cogí el teléfono y llamé a tía Sam para ver cómo se encontraba, ya que es muy patosa y se está en muletas.

-Dime sobrina preciosa –me recibió mi tía desde el otro lado del teléfono.
-¿Cómo te encuentras? –pregunté con un tono agradable.
-Ten cuidado con esas magdalenas Roberto o te meto una por el cu…-le interrumpí.
-Veo que estás energética –reí.
-¡Ah! ¡Sí sí yo perfectament…¡Roberto no cojas la puta magdalena con la mano! –gritaba a mi compañero de trabajo.
-Sam, tranquilízate –reí-
-Niña te dejo que este muchacho me va a estropear las…¡ME CAGO EN TU…-colgó el teléfono.

Reí y dejé el teléfono encima de la mesa. Me tiré de golpe a mi cama y observé atentamente el techo.
Te necesito Málaga.

Narra Lolo

Llamé a la puerta de casa de Pablo y su madre me abrió la puerta del jardín muy sonriente. Me adentré en su casa y me dirigí hacía el estudio, dónde su madre me había dicho que se encontraría.
Toqué su puerta y él acostado en su famoso sofá blanco observaba el techo con la mirada perdida y aun sin darse cuenta que me encontraba en ese espacio.
Tosí para llamar su atención y rápidamente se fijó en mí.
Se levantó del sofá y se quedó sentado.

-¿Qué te trae por aquí? –preguntó sonriente.
-¿Estabas llorando? –dije observando sus ojos cristalinos.
-No…había bostezado nada más…-dijo algo nervioso.
-A mi no me engañas –añadí mientras me sentaba en una de las sillas del estudio.
-Sabes…¿Nunca has sentido que si te falta algo en tu vida se te va a hacer difícil seguir hacía delante? –preguntó aun con los ojos llorosos.
-Sí…me ha ocurrido más de una vez, al final acabo tirado para adelante, pero…siempre queda ese recuerdo. –añadí entristecido.
-Echo de menos a Lucía –dijo sin más.
Me quedé sorprendido por su sinceridad y la forma tan directa de decirlo.
-Lo sé, se te nota…
-Todo se complicó…bueno, lo compliqué yo, no tenía que haberme puesto así pero ya sabes que yo…-le interrumpí.
-No debí decirte nada…-dije muy serio.
-Tú no tienes la culpa de nada –dijo Pablo eliminando mi preocupación pero dejando algunos restos.
Me levanté de la silla y pase la mano por mi frente algo tenso.
-¿Tanto le echas de menos? –pregunté por Lucía.

-Demasiado, tanto que he soñado con ella y pensaba que todo era real. Esta mañana ha sido uno de mis peores despertares. Pensar que la tenías a tu lado por fin y luego despertarte y…bueno, olvídalo. –dijo interrumpiéndose a sí mismo.
Un sentimiento de culpa se apoderó de mí a la vez que el contaba con delicadeza lo que le había ocurrido por la mañana.
-Pensé que había ido de verdad a Almería a por ella, a rehacer mi vida…
-¿Ir a Almería? ¿A por ella? –pregunté extrañado.
-Sí…todo era de tan color rosa, parecía una película de amor, todo pasaba muy rápido. Desgraciadamente esto es la vida real y…no sé si de verdad me atrevo a ir a Almería a por ella. –dijo dudoso.
-¿Le quieres no? –pregunté sabiendo perfectamente la respuesta.
-Sí, y demasiado...-afirmó.
-Entonces que no te de miedo a enfrentarte a un duro camino si al final de él se encuentra Lucía esperándote, no se si me comprendes lo que quiero decirte con esto. –añadí.

-Te entiendo –rió.

Me dirigí hacía la puerta y miré a Pablo con una sonrisa.
-Tu felicidad no tardará en llegar. –sonreí.
-Bueno, eso espero compañero –decía mientras cogía a su primer amor; la guitarra.
Salí de allí y me dirigí hacía el coche.

Pues nada, Almería, nos vemos en unas horas.
Arranqué mi coche y me dirigí hacía Almería con la esperanza de que en mi trayecto de vuelta tenga a Lucía en el asiento de al lado con ganas de volver a recuperar su vida junto a Pablo.
Paré en una gasolinera y llené el depósito lo antes posible para seguir mi camino.
Dentro de mí hay un sentimiento de culpa que me come, hace que este inquieto. No sé si todo acabó por haber dicho lo que ocurrió con Lucia y conmigo tiempos anteriores, pero este sentimiento que tengo de que todo fue por la sencilla razón de haber sacado el pasado de ella, no me gusta nada y si tengo oportunidad de cambiarlo todo, lo haré.
No voy a mentir, desde que volví a verle algo nació de nuevo dentro de mí. No puedo llamarlo del todo amor, pero sentí un bonito cosquilleo que hizo que Cupido tan solo rozara su flecha sin llegar a clavármela en el pecho. No podría explicarlo, pero cómo ya he dicho, no es amor.
Pero qué más dará lo que yo sienta si Pablo le quiere por encima de todo. Yo no voy hacía su casa para hacerla mía, voy para verles a ellos felices. No entiendo si tanto se aman por qué no se buscan para volver a estar juntos.

Con más de dos horas de coche iba empezando a ver carteles de los pocos kilómetros que me quedaban para llegar a mi destino. Solo espero que Lucía no se haya cambiado de dirección.

Al llegar bajé del coche y vi en el buzón exterior que los apellidos que aparecían eran de la madre de Lucía.
Toqué al timbre algo nervioso y se abrió la puerta lentamente.

-¿Lolo? –dijo sorprendida Lucía detrás de la puerta.
Abrió la puerta completamente y se quedó sorprendida mirándome fijamente a los ojos.
-Qué…qué...¿Qué haces aquí? –preguntó nerviosa.
-¿Puedo pasar? –pregunté nervioso igual que ella.
-Suerte que no hay nadie…-me dijo mientras me dejaba entrar.
Me senté en su sofá y observé de arriba ha bajo su casa.
-Cómo ha cambiado esto…-sonreía al recordar los días en su casa.
-Ahora es una casa de recién casados –decía Lucia mientras dejaba una botella de vino encima de la mesa.
-¿Vino? –pregunté extrañado.
-Llevo días de alcohólica desesperada, da igual lo que sea, yo me lo voy a beber –dijo riéndose.
Se sentó junto a mí y esperó respuestas de el por qué me encontraba en esos momentos allí junto a ella, en Almería sobre todo.
-Ponme una copa de vino primero mejor…para ir más preparado –dije con ansias de esa copa.
Cogí la bebida y bebí sin miedo.
No sabía cómo decirle lo que ocurría con Pablo en esos momentos, así que decidí esperar a que sea el buen momento para hablar.
-Me acuerdo cuando me escondiste detrás de la encimera de la cocina cuando vino tu madre –reí-
-Sí…tu en bóxers ahí detrás…pensé que el mundo se me acababa si te pillaba –rió.
-O cuando me llenaste de helado la camisa recién sacada de la lavandería y me cagué en ti –dije riéndome recordando.
-No se me olvidará jamás –se le contagió mi risa.
Notaba su inquietud por saber qué hacía allí. Es obvio que no he ido para recordar el pasado, pero no sabía cómo decirle que tiene que volver a Málaga, que Pablo le necesita.
Me miraba algo nerviosa esperando una respuesta que no llegaba.
Mire su sonrisa y me mordí el labio de tal forma que si sentí el sentimiento de amor. Era inexplicable, pero le echaba de menos aun que le tuviera a menos de un metro.
-No me mires así y dime por qué has venido aquí –rió- ¿Sabes algo de Pablo? –preguntó nerviosa

Me acerqué lentamente a sus labios y los besé con delicadeza. 



______
Capítulo dedicado a Lucía @LuliMng y a Sandra Sandri2906 por darme ideas para este capítulo.
PD: Si queréis matar a alguien por este capítulo, matarles a ellas. 

domingo, 13 de abril de 2014

Cuarenta y uno.

Anteriormente.
Al cabo de un largo rato ella cayó rendida y se quedó dormida junto con la sábana que tapaba su cuerpo desnudo.
Pasé mis brazos por detrás de mi cabeza y me quedé mirando el techo mientras mil pensamientos rondaban por mi cabeza.
‘’No he visto a Cristina en todo este rato, lo único que podía ver era Lucía junto a mi’’ pensaba continuamente. Mi cabeza daba vueltas al asunto. Llegué a la conclusión de que esto solo tenía una respuesta: Le necesito.
Observé a Cristina y besé su frente cómo signo de disculpas.  Miré el reloj y eran la una y diez. Resoplé y me levanté de la cama.
Almería, son tres horas de viaje y con la carretera oscura, pero… voy para ya a recuperar lo que es mío.
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Narra Pablo
Salí rápidamente del hogar de Cristina y me adentré en mi coche. Quizás esté haciendo una locura, quizás el alcohol me haya afectado tanto que se me está yendo la cabeza o quizás simplemente quiera salvar mi futuro, porque no lo veo con otra persona que no sea con ella, con Lucía, la persona que en tan poco tiempo ha sabido sacarme más sonrisas de las que te podrías imaginar que sacarías a pasear en un día, la persona que siempre tiene una bonita palabra que decirte en tus momentos oscuros, la persona  que te hace soñar despierto, mi musa, mi melodía, mis letras, ella se ha convertido en todo.
Conducía rápido, mirando con mucha atención la carretera. Roses de James Arthur sonando de fondo en la radio y mientras mi corazón latía extremadamente rápido. Estaba nervioso, demasiado nervioso. Mis manos temblaban, mi mente solo enfocaba momentos vividos junto a ella, mi piel se erizaba y mi garganta se secaba poco a poco. Nervios, muchos nervios (o ganas de querer tenerla ya en mis brazos).
Pisé el acelerador y fui aun más rápido. Tenía ganas de llegar a Almería y volver a acariciar su piel.

Agarré mi móvil, comencé a llamar a Sam y puse manos libres.
-¿Qué haces llamando a estas horas? –dijo ella con voz dormida.
-Necesito que me digas la dirección de la casa de Lucía de Almería, por favor. –rogué.
-Te la doy si me prometes que si pasa algo yo no tendré la culpa de haberte dado la dirección. –dijo con voz cansada.
-Tranquila, no diré que me lo has dicho tú. –añadí.
-Calle También Quiero El Numero De Sergio Dalma Número 18.
-¡VALE, VALE! ¡TE LO DARÉ! ¡Pero no le digas que te lo he dado yo! –hablé alzando la voz.
-Trato hecho. –dijo satisfecha- Calle Explanada y la puerta número 18.
-Gracias Sam –añadí- ¡Que duermas bien! –dije rápidamente.
-¡EH! ¡El numero de Serg…-le interrumpí colgando.

Dejé el móvil en el asiento de al lado y seguí mi camino.
Al cabo de dos horas miré el reloj y ya eran las tres de la mañana. Estaba a punto de llegar a mi destino, a punto de hacer que esto cambie. No sabía que iba a ocurrir, los nervios me impedían hasta pensar que hacer cuando esté en frente de su puerta.

Puse mi mente en otro lugar (por no decir en su sonrisa) y mis ojos se desviaron de la carretera. De pronto reaccioné y pude ver que me encontraba en el carril contrario y un camión pitando como loco. Rápidamente fui hacía el otro carril con el corazón acelerado y después de haber visto mi vida pasar en unos pocos segundos. Cogí aire y di gracias a dios que no ha ocurrido nada de nada.

El GPS me llevó hasta la calle dónde vivía ella y aparqué el coche justo en frente. Salí de él y miré la puerta muy pálido. Respiré hondo y expulse el aire junto con nervios acumulados.

Narra Lucía.

Me encontraba sentada en la barra de un bar que aun seguía abierto a estas horas. Una copa en mi mano y una depresión de narices encima. El dueño del bar me miraba con cara de querer violarme y la conversación de los camioneros que se encontraban sentados detrás de mí se basaba en mis piernas y mi trasero, pero no me importaba, nada me importaba esta noche.
-Sírveme de nuevo, por favor –le dije al dueño mientras le daba de nuevo la copa.
El hombre puso la copa sobre la barra y no tardé en acabármela. 

Agarré mi bolso y salí de allí antes de que es hombres me desnuden con la mirada.
Notaba cómo el alcohol recorría cada vena y se me subía rápidamente a la cabeza.
-Oh, dios…-hablé sola mientras notaba que andaba algo mareada.
Caminé hacía mi casa pero un banco me pedía a gritos que me sentara en él y expulsara toda mi angustia de dentro. Me quedé en el banco, miré hacia mis pies y en menos de dos segundos rompí a llorar. Era algo que necesitaba en esos momentos, ya que no lo iba a hacer delante de los puercos de antes. Lo único que alumbraba el lugar era una farola que se encendía y se apagaba continuamente, algo similar a mis ganas de seguir hacía delante. Cogí aire e intenté dejar de llorar, ya que no iba a ir a ningún lado amargándome la vida.

Esas ganas tremendas de volver a Málaga y mandar a tomar por culo (por decirlo vulgarmente) TODO. Quiero ser la joven feliz que no tenía apenas problemas en Benalmádena, ese lugar tranquilo en el que no te miran mal por cualquier tontería, el lugar donde he encontrado una bonita amistad, el lugar dónde tengo a mi tía y el lugar donde acogieron a mi hermano con los brazos abiertos, el lugar donde perdí una mentira de amor cómo el de Ángel y donde encontré uno bonito cómo el de Pablo. El lugar donde tendría que estar ahora mismo y no dónde me encuentro ahora,  llorando y asustada por si vuelve a aparecer un demonio llamado Ángel, pero no debo volver, aun no, no soy capaz de mirar a la cara a Pablo después de esa mentira que dije, después de que él no quiera saber más de mí, ya que si quisiera algo no me hubiera dejado en ascuas todos estos días pasados.

Me levanté del banco con la cabeza bien agachada, avergonzada de ser cómo soy y con penas que pensar esta noche. Mis días aquí se están resumiendo en ser esclava de la melancolía.
Caminé hacia mi casa lentamente, con la mente ahogada en un vaso de alcohol y el corazón funcionando al ritmo de un reloj estropeado.

A lo lejos iba viendo mi casa, la casa donde mi crié y donde no quiero seguir creciendo. Me quité los tacones, ya que mis pies me lo pedían a gritos. Caminaba hacia mi puerta con los zapatos en la mano y los pies pisoteando mi alma. Me quedé quieta al ver la sombra de un hombre parado en la puerta de mi hogar. No, no, no, Ángel de nuevo aquí no, por favor.


Me eché poco a poco hacía atrás para que la farola no me alumbrase y no pudiera verme y me quedé observándole detrás de un árbol. Él miraba hacia la ventana de mi habitación y se rascaba la cabeza como si estuviera indeciso de algo.        

Narra Pablo.
En estos  momentos no sabía qué hacer, me encontraba en una situación demasiado complicada, cómo si miles de flechas me rodearan para acabar conmigo.
¿Toco al timbre? ¿A las tres y cuarto? No, no puedo. ¿Tiro piedras a su ventana? ¡NO TENGO NI IDEA QUE HACER! ¡NI SI QUIERA TENGO SU NUMERO! Me gritaba mi mente.

Escuché un ruido detrás de un árbol y giré mi cabeza rápidamente para ver de qué se trataba. No se encontraba nadie en ese lugar, pero el viento no podía ser, ya que no hacía nada de corriente. Me senté en la entrada de su casa y agarré con fuerza mi pelo, no sabía qué hacer en esos momentos, si salir de allí y volver a donde me corresponde o coser mis heridas recuperando a Lucía. Quizás la segunda opción me gustaba mucho más.

Me puse de pie de nuevo y volví a escuchar el sonido de alguien pisando hojas secas.
Alcé mi mirada y de nuevo no había nadie alrededor. De pronto vi una sombra detrás de un árbol y me acerqué lentamente.
No dije nada, tan solo seguía viendo esa sombra negra detrás.
De pronto la farola me alumbró y me quedé parado observando atentamente el árbol. 

-¿Pablo? –pronunció mi nombre una joven con una voz familiar.

Me paralicé al escuchar mi voz ya que podía ser un fan, un periodista o…

-¿Lucía? –dije mientras observé su rostro salir de detrás del árbol.

Me quedé asombrado al verle. El corazón se me detuvo y mis ojos se negaban a pestañear.
Ella se encontraba en la misma situación que yo. Los dos paralizados, uno en frente del otro y sin pronunciar palabra alguna.
Lucía rompió a llorar y agachó su cabeza.

-¿Por qué lloras? –pregunté aun asombrado de verla
-¿Dónde has estado todos estos días? –preguntó mientras se ahogaba en su mar de lágrimas.
-Estaba confuso, no sabía qué hac…-me interrumpió.
-Perdóname –dijo a la vez que lloraba con fuerza- Perdóname, perdóname. –insistió.
No respondí, seguí paralizado.
-No quería perderte y ocurrió, fue todo tan…-paró de hablar y siguió llorando con fuerza.
-No me has perdido –dije bajando la mirada hacia el suelo.

Ella cambió de color y dejó de llorar.
Me acerqué a ella a un paso muy lento y agarré su mano.
-Todo el mundo comete un error y yo he sido tonto de dejarte así. He buscado tus labios en otros labios cuando puedo tener los tuyos propios. Perdóname a mí por ser cómo he sido y si he venido hasta aquí a estas horas es por qué no podía aguantas ni un minuto más sin ti. –dije sincerándome lo mejor que podía.

Ella con la mirada hacia abajo no decía palabra alguna.
-Te he echado de menos –añadí mientras alcé su cabeza para que me mirase.
Ella de nuevo se quedó en silencio y rápidamente soltó mi mano para darme un cálido abrazo.

-Por fin te tengo de vuelta en mis brazos –dije quitándome un peso de encima.
-No me lo creo aún –me susurró ella aun con voz llorosa.
Me separé de ella y fundí mis labios en los suyos.
Mi teléfono comenzó a sonar y miré que era Cristina.
-¿Quién es Cristina? –preguntó extrañada
-Nadie, ahora nadie –sonreí y colgué el teléfono.
Volví a besarle con ganas de recuperar el tiempo perdido sin saborear sus dulces labios.

Nos separamos y ella acarició lentamente mi cuello con una sonrisa.
-No puedo creer que este sonriendo –añadió
Le di un beso en la frente y sonreí.
-¿Ahora qué? –pregunté extrañado.
-Ahora a dormir y cuando salga el sol, saldré de Almería tan rápido que no me verán pasar –rió.
-Me parece buena idea. –añadí.
Sacó de su bolso las llaves y nos adentramos sigilosamente en su casa. Subimos las escaleras y ella se quitó toda su ropa quedándose en ropa interior. Se tiró sobre la cama y esperó a que yo hiciera lo mismo. No tardé en hacerlo y me acosté a su lado.
Pasaba mis dedos por su pierna delicadamente, como si de tocar el piano se tratase.
Se acurrucó en mi pechó y con una sonrisa cayó en los brazos de Morfeo. Echaba de menos verle dormida.
Qué bonita sensación la de saber que al llegar a casa solo escribirás canciones de amor y con vivencias propias. La persona que te quitaba el sueño de nuevo duerme junto a ti.

No podía seguir buscando su aroma en el viento.

jueves, 3 de abril de 2014

Cuarenta.

Al día siguiente.
Por la noche.

Cogí el coche y pasé a por Cristina, que vivía en una pequeña casa al lado de la pastelería de Sam.
Toque al timbre y salió ella muy arreglada con unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta de palabra de honor demasiado escotada diría yo.
-¿Nos vamos? –sonrió.
Me aparté dejando el paso libre para que pudiera salir de su casa y dirigirnos hacia mi coche.
La verdad es que estaba bastante bonita esta noche.
Abrí la puerta del coche y con delicadeza se adentró en él con una sonrisa.
-¡Quién me iba a decir que iba a cenar yo con Pablo Alborán! –dijo entusiasmada.
No respondí palabra alguna, tan solo sonreí y arranqué el coche sin más.
Ella misma se había auto invitado a una cena, que no se le suba tanto la tontería a la cabeza.
Al llegar al restaurante, nos adentramos por la puerta trasera donde me esperaba un camarero para llevarme a la parte reservada para nosotros. Cómo comprenderéis soy una cara conocida, y que me vean con una chica causará mucho escándalo en la prensa.
Moví su silla y dejé que se sentara. La acerqué hacía la mesa y me senté rápidamente en mi silla.
-¿Qué piensas pedir? –me preguntó sonriente.
-La verdad es que no tengo hambre –añadí- pediré algo rápido.
-Yo me voy a pedir este plato –me decía mientras me enseñaba la carta.
‘’Que chica más lista’’ pensaba continuamente. Sabe que la cena la voy a pagar yo sí o sí y se coge lo más caro que encuentra.
Encogí las cejas y tosí cómo signo de incomodidad.
-¿Ocurre algo? –preguntó extrañada por mis gestos.
-No, no, no te preocupes –sonreí.
-¿Daremos luego una vuelta por el puerto o prefieres ir a mi casa a ver una película? –añadió sonriente.
‘’¿A su casa? ¿En una primera cita’’ pensaba muy extrañado por sus últimas palabras.
-La verdad es que me da lo mismo.  –sonreí falsamente.
Comenzó a sonreírme y a mirarme de una forma un tanto extraña. A extraña me refiero a diferente, como si quisiera hablarme con la mirada. Me guiñó el ojo y acto seguido se rió.
-Te noto algo raro. –dijo ella algo preocupada.
-Estoy bien, tranquila. –tosí.
Era de las cenas más incómodas que había estado. Apenas le conocía, apenas sabía cosas de ella. Con deciros que habían veces que olvidaba su nombre y casi le llamaba por el nombre Lucía.
Cómo no, el recuerdo de Lucía vino de pronto a mi cabeza haciendo que de vueltas y vueltas recordando su sonrisa. Le echo de menos, hay que decirlo.
Cogí la botella de vino que había encima de la mesa y me coloqué otro vaso más en la copa.
No tardé en beberme el vino, en tan solo unos pocos tragos algo ligeros acabé con el líquido de la copa. 
Cristina me miraba asombraba por las grandes ganas que estaba teniendo yo esa noche de no despegarme de la botella.
-Perdón, es que pensar en cosas del pasado me hace beber más –dije avergonzado.
-No tienes que pedir disculpas –dijo subiendo una ceja- Tu bebe sin miedo. –sonrió.
Me volvió a mirar con una mirada un tanto extraña y volví a coger esa botella que me llamaba a gritos. ‘’Bébeme, te haré olvidar por una noche’’ me decía el vino mientras le miraba con ansiedad.
Yo no bebo, nunca he sido de beber, pero ahora mismo no tengo una guitarra y un papel para refugiarme en la música, solo me queda una triste botella de vino (caro, muy caro) que me haría olvidar por una noche el rostro y los recuerdos de Lucía.
Pegué de nuevo largos tragos. ‘’Esta es la última’’ me hablaba a mí mismo, pero claro, no sabía cuántas veces había dicho esa frase, perdí la cuenta.
La joven seguía mirándome y yo al fin deje la botella quieta por unos minutos. Me notaba algo mareado, pero no parecía nada grave.
-Toma, anda toma un poco más –decía Cristina mientras ponía de nuevo la botella en mis manos- Si algo te hace olvidar es el beber, verás cómo tu mente te lo agradecerá.
No estaba convencido de sus palabras, pero cogí de nuevo la botella de nuevo.
-Por una noche no creo que pase nada -reí.



Cuando llegó la hora de marcharnos me levanté de la silla rápidamente y junto con un camarero nos dirigimos hacia la puerta de salida por donde habíamos entrado también. Cristina me agarró del brazo muy contenta y yo no entendía el por qué.
-¿Estás seguro que quieres conducir tú? –preguntó preocupada.
-Tranquila, estoy bien. –sonreí.
-¿Vamos a mi casa? –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿A tu casa? –pregunté nervioso.
-Bueno…a que me lleves a mi casa, o…no sé. –rió.
-Sí, será mejor que te lleve a tu casa. –dije encogiendo las cejas por la mirada tan provocativa que me estaba lanzando.
Subimos al coche y nos dirigimos hacía su casa.

Al llegar me bajé, abrí la puerta de su lado y ella con delicadeza salió del coche. 
Llegamos hasta la puerta de su casa y sacó sus llaves del bolso.
-¿Vives sola? –pregunté extrañado.
-Sí, bueno, no –rió- vivo con mi compañera de piso pero está en Liverpool ahora mismo –sonrió-
Abrió la puerta y se quedó parada mirándome sonriente.
-Bueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeno, pues ya nos verem…-me interrumpió.
-¿Te apetece pasar? –preguntó sonriente.
-Pues no sé, en realidad no se que dec…-me volvió a interrumpir cogiéndome de la mano y haciendo que me adentrara en su casa.
Cerró la puerta y fue directamente a la cocina a sacar de nuevo alcohol.
-No creo que sea buena idea que yo beba después de tanto esta noche –dije nervioso.
-Por un poco más no te vas a morir –me ofreció sonriente.
-No, de verdad, gracias. –aparté el vaso de mi vista.

Narra Lucía

Las doce de la noche y cómo siempre tirada la cama viendo cómo las agujas del reloj van más rápido que las pulsaciones de mi corazón que hace varios días dejó de latir cómo siempre lo hacía.
¿No os ha pasado que sentís un vacio dentro? ¿Qué sentís que el mundo poco a poco os está chafando y que en vez de subir la comisura de tus labios para sonreír te sube la depresión?
Bien, pues estos días estoy pasando por un terremoto emocional. Un nudo de palabras no dichas se encuentran acumuladas en mi garganta haciendo que me ahogue y mueran las mariposas de mi estomago poco a poco. Ya no sé si esto se debe a la muerte de mi hermano o el ‘’abandono’’ de Alborán, que sabré yo, si ya no me acuerdo ni cómo era estar feliz.

Cogí mi móvil y marqué el número de Laura con la esperanza de que me sacara un poco de esta oscuridad de mi interior.
-Dígamelo doña Lucía. –dijo Laura con un toque de gracia.
-Necesito que me distraigas –dije sin ganas.
-¡HOLA LUCÍA! –dijo Aida que se le escuchaba de fondo.
-Hola rubiales –reí- ¿Qué tal estáis por allí? –Dije mientras colocaba el altavoz y comenzaba a dibujar en mi bloc.
-Estamos tomando una cerveza en la habitación de Aida y en media hora salimos de fiesta. –dijo Laura muy contenta.
-A pasarlo bien, ya sabéis –dije sonriente.
-Ojalá estuvieras aquí con nosotras –dijo Aida con un tono apagado.
-Volveré pronto, lo prometo. –dije intentando animarles.
-Pablo ya llegó a Málaga y creo que no sabe que te has ido a Almería. –añadió la pelirroja.
-No te preocupes, eso obvio que me dio un tiempo por no saber cómo dejarlo, aun que creo que si me entendiera tendría que darme otra oportunidad. Las parejas algunas vez se han mentido, y yo no lo hacía con mala intención.
-Lo sabemos –dijeron las dos a la vez.
-Os dejo disfrutar de la noche, supongo que tendréis que terminar de arreglaros.
-¡Exacto! –añadió muy feliz Aida- Te queremos, vuelve pronto morenaaaaaa.
-¡Adiós guapísimas! –dije feliz.

Colgaron el teléfono y volví al vacío de siempre. Por un momento había sonreído al escuchar a ellas dos tan felices.
Que duro es fingir una sonrisa.

Narra Pablo.
Me senté en el sofá de su casa algo incomodo y apoyé mi espalda con delicadeza. Resoplé y agarré mi móvil.
Necesito hablar con Lucía, pero para colmo borré su número para no saber de ella en Londres. No hay persona más idiota que yo.
Mientras Cristina recogía rápidamente un poco su cocina para que la viera ordenada, yo fui hacía una habitación y llamé a Sam lo antes posible.
-¿Pablo? ¿Y eso que llamas? –preguntó extrañada.
-Necesito hablar con Lucía ¿Puedes pasármela? –pregunté desesperado.
-Claro, y ya de paso hacemos una llamada de tres personas cómo en las películas Americanas, no te jode.
-No te pillo…-dije sin entender nada.
-Pablo, Lucía se fue a Almería a vivir de nuevo, ahora no me digas que no sabias nada –rió.
-No sabía nada –dije con un nudo en la garganta.
-Tócate los huevos don lunares. –dijo ella sorprendida por mi última frase.
-¿Por qué se marchó? No puede ser verdad…-añadí asombrado por lo que me estaba comentando.
-¿Por qué te fuiste tú dejándola ahí? ¡Encima con una carta! ¡Tócate los huevos Don Lunares! –gritó.
-Ee…eee…eso es otro caso –balbuceé nervioso-
-¿Pablo dónde estás? –Dijo Cristina desde el salón.
-¿Ya estas con otra chica? –preguntó Sam con un tono cabreado- ¡TÓCATE LOS HUEVOS DON LUNARES! –colgó.
Me quedé sorprendido por la conversación que acababa de tener con la tía de Lucía.

Me dirigí hacía el salón y vi a Cristina apoyada en el marco de la puerta sonriéndome.
Fui hacia ella y me quedé mirándole sonriente.
-Estaba hablando con mi hermana…-añadí para arrancar el silencio.
Se dirigió de nuevo hacia la cocina y cogió su copa de alcohol de encima de la mesa. Se quitó los tacones y los dejó en una esquina para ella poder ir más cómoda.
Miraba cada movimiento que hacía, cada mirada de esas ‘’inquietantes’’ que se que quieren decirme otras cosas, cada sonrisa provocativa y cada mordida de labio. Esto se estaba nos estaba yendo de las manos.
-Pablo, he de confesarte que no te he traído hasta aquí para mirar las musarañas. –se sinceró.
-Lo sé, se que quieres otro camino…
-¿Entonces por qué has venido? –preguntó extrañada.
-No lo sé ni yo…la verd…-me interrumpió.
Agarró mi corbata y me atrajo hasta ella mientras mordía su labio. Pegó mi cuerpo contra el suyo y se subió encima de la encimera de la cocina. Besó mis labios con mucha rapidez. Me dejé llevar, no sé por qué, pero lo hice.
-¿Qué estamos haciendo? –dije mientras seguía besándome los labios.
Ella no contestó, tan solo seguía deslizando sus labios sobre los míos. Me cogió del cinturón y me atrajo aun más hacía ella. Abrió sus piernas y me colocó entre ellas. Bajó de la encimera de la cocina y mientras mordía su labio agarró de nuevo mi corbata y me llevó rápidamente hacía su habitación, donde no tardó en tirarme sobre la cama y colocarse encima de mí para quitarme con mucha rapidez los botones de mi camisa.
Mi temperatura corporal subía por momentos. No entendía a mi cabeza, en esos momentos solo veía a Lucía quitarme la camisa y no a Cristina, estaba completamente confuso.
Se deshizo de su ropa y quitó mis pantalones con mucha facilidad. Seguía viendo esa imagen de Lucía en ella, no conseguía ver a otra persona que no sea ella. ¿Será por eso que me estoy dejando llevar de este modo?
Pasó su lengua por mi pecho e hizo que la piel se me erizara en pocos segundos. Su mano se deslizaba por cada rincón de mi cuerpo y yo apreté su cintura con fuerza y acaricie su pierna lentamente.
-Luci… -me interrumpí a mi mismo antes de acabar el nombre.
-¿Qué has dicho? –decía mientras besaba mi cuello y se iba deshaciendo de mis bóxers.
-Olvídalo…
Sacó de su mesita de noche un preservativo y me lo enseñó guiñándome un ojo. No sabía que responder a tal acción.
Esto…esto está yendo demasiado lejos…
Noté cómo estaba dentro de ella a la vez que soltó un suspiro de placer.
Seguimos el mismo camino que habíamos tomado, ya no había marcha atrás. Entre suspiros de placer y besos sin sentimiento se basó mi noche de luna menguante.

Al cabo de un largo rato ella cayó rendida y se quedó dormida junto con la sábana que tapaba su cuerpo desnudo.
Pasé mis brazos por detrás de mi cabeza y me quedé mirando el techo mientras mil pensamientos rondaban por mi cabeza.
‘’No he visto a Cristina en todo este rato, lo único que podía ver era Lucía junto a mi’’ pensaba continuamente. Mi cabeza daba vueltas al asunto. Llegué a la conclusión de que esto solo tenía una respuesta: Le necesito.
Observé a Cristina y besé su frente cómo signo de disculpas.  Miré el reloj y eran la una y diez. Resoplé y me levanté de la cama.
Almería, son tres horas de viaje y con la carretera oscura, pero… voy para ya a recuperar lo que es mío.