Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Cincuenta y cinco.

Anteriormente.


Más tarde, nos dirigimos hacía el hotel donde se encontraban las tres mosqueteras que dejé ayer preocupadas.
Pablo me dejó en la puerta para que no nos volviesen a ver de nuevo juntos de momento para no seguir llamando demasiado la atención.
Al entrar por la puerta de la habitación Aida corrió hacia mí y me sacó de ella rápidamente.
-¡Yo de ti no entraba! –gritaba cortándome el paso.
-Venga ya ¿Qué pasa? –le aparté riéndome.
-Tía no entr…-el gritó de Cristina le interrumpió.
-¡ERES UNA ZORRA! –Me gritó a la vez que se dirigía hacia mí con rapidez.
__

Narra Lucía.


-¡Cómo tienes la cara tan dura de salir con Pablo justo después de lo que me ha pasado con él y encima lo conoces de pocos días! –gritaba Cristina histérica.
-No, no te estás equivocando…de pocos días nada…-decía nerviosa por sus gritos.
-Verás, Cris, Lucía en realidad conoce a Pablo desde hace bastante tiempo y si Pablo no aceptó estar contigo es por ella –Dijo Aida mientras le cogía de las manos para impedir cualquier barbaridad.
-¡Venga no me jodas! ¿Tú eres la otra? –decía con demasiada rabia.
-¿Qué otra? –pregunté sin llegar a entenderla.
-La otra que siempre se metía en medio sin estarlo. La otra, la otra, la otra…esa que llevaba en mi cabeza todo el día. La otra que provocaba que Pablo no pensase en mí, si no…¡EN OTRA!-decía expulsando mucha furia.
-¡TRANQUILIZATE! –le gritó Laura.
-Esa imbécil no va conseguir que me tranquilice después de tener la cara que tiene –dijo Cristina con un tono bajo.
-¡Mira ya me has cansado! –grité sin pensar- ¡Te crees que puedes tener a todo el mundo que te propones pero deberías bajar ya de las nubes y ver dónde estás, que es el mundo real! ¡Yo vine aquí a volver a mi vida de antes, que era con él. ¡Sí! ¡Soy la chica que estaba antes con él y que hacía que el corazón de Pablo impidiese el paso de otras chicas como tú! ¡Solo vine a recuperar lo que me importaba, y tus furias y tus insultos no van a hacer que yo me arrepienta de nada.

Salí de la habitación de Laura y Cristina para ir a la mía después de acabar de gritarle lo que llevaba dentro un buen rato. Cogí mi maleta y mi bolso y me dirigí hacía el ascensor.

-¿A dónde vas? –preguntó preocupada Aida.
-A Málaga, lejos de esa zo…-me interrumpí a mi misma-  de…¡DE ESA!

Se cerraron las puertas y pegué un golpe de rabia a una de las paredes de hierro del ascensor.
Al abrirse las puertas salí del hotel y pedí un taxi lo antes que pude. Cuando llegó, el taxista bajó del coche para ayudarme con mi insignificante maleta y la metió en el maletero.

-¿A dónde le llevo, señorita? –dijo amablemente.
-Lléveme a la estación de tren, por favor. –le contesté con una sonrisa.

Saqué mi móvil y llamé a Pablo. Después de cinco toques, lo cogió.
-Dime, preciosa. –Me respondió alegre.
-Oye, que…que me vuelvo a Málaga ya, estoy en el taxi de camino a la estación .
-¿YA? –preguntó sorprendido.
-Sí, no quiero estar más en el hotel con Cristina, ha habido una bronca grande por lo nuestro…
-Era de esperar…-dijo Pablo en voz baja- Pero...¿Y por qué no te quedas en mi casa? Sabes que no tengo problema…
-Da igual Pablo, tampoco quiero molestar, a parte, si estoy en Málaga será mejor supongo, se calmara un poco esto de ‘’La novia de Pablo’’ por los medios de comunicación –añadí.
-Pero…-insistía.
-Volveré pronto a Madrid a verte, te lo prometo…-dije con una sonrisa.
-No, tranquila, iré yo para allá en cuanto tenga algún día de descanso, las promociones me están matando –rió-  
-Vaya…-tan solo sonreí y dejé un espacio de silencio-
-¿Qué pasa? –rió.
-Que te quiero –sonreí aun que no pudiese verme.
-Vaya…-rió.
-Qué…
-Los ‘’Te quiero’’ inesperados me encantan. –dijo con dulzura- Hablando en serio, no cojas ningún tren que voy enseguida a por ti.
-Pablo que te he dicho que…-Me interrumpió colgando- Mierda.
-En dos minutos llegamos –dijo el taxista junto con una sonrisa- Por cierto ¿Usted no es la nueva novia del cantante este jovencito?
-No –reí- me temo que se equivoca, más quisiera yo ser novia de algún cantante.
-Te solucionaría la vida económica –rió-

Al llegar a la estación, cogí mi maleta, pagué lo que debía y me esperé en la puerta a ver si aparecía Pablo.
Después de 15 minutos le vi a lo lejos y me hizo una señal para que fuese para allá. Me adentré en el coche que conducía un señor que no conocía y a su lado se encontraba Esperanza.

-Hola, muy buenas…-dije vergonzosa.
Esperanza no contestó, tan solo se limitó a mirarme por el espejillo y no con muy buena cara.
-Vamos hacía mi casa, te dejo allí, estoy contigo, me voy y en dos horas vuelvo…¡Pero no te vayas! –insistía.
-Pablo, le prometí a mi tía que volvería o hoy por la noche o mañana por la mañana…
-Pues mañana por la mañana te vas, pero déjame disfrutarte un poco –dijo Pablo en voz baja.
Esperanza tosió pero esa tos no parecía natural…

A los 25 minutos llegamos a casa de Pablo y Esperanza entró con nosotros. No le notaba demasiado contenta conmigo.

-Oye, Esperanza, que…yo te quiero mucho, pero quiero estar a solas con ella…-Dijo avergonzado Pablo.
-No, si yo me iba…-decía malhumorada- En dos horas estoy aquí con el coche, no me hagas esperar –decía saliendo de la casa.
-Confía en mí…-guiñó el ojo.

Al cerrar la puerta Pablo me llenó de besos la cara con bastante rapidez.
-¡Ay, ay, ay Para que me vas a desgastar! –grité a la vez que reía.
-Oye ¿Qué fue lo que pasó con Cristina? –decía mientras cogía un dulce de la cesta.
-Nada más yo llegar comenzó a gritarme llamándome zorra y que cómo me atrevía a hacerle eso…-reí.
-Vaya, entonces si estaba loca cómo me decían…-se sorprendió.


-No es que esté loca, es que su plan de ser novia de un famosito se le ha jodido –rió.
-¿Tú también tenías ese plan? –subió una ceja.
-Al principio te odiaba por estar a punto de matarme con el coche ¿Piensas que mi plan era salir contigo para hacerme famosa? –reí.
-Es verdad, que yo era el tonto loco por ti que me ponía tu mala leche…-dijo a la vez que me cogía de la cintura y se reía- Al final acabaste enamorándote de mí…
-No fue muy difícil hacerlo…-dije con una sonrisa.

Con una sonrisa en la cara fue acercando sus labios a los míos y me quitó un cálido y romántico beso de la boca.

-¿Tienes hambre? –me preguntó mientras su vista se dirigía hacia la nevera.
Yo aun pensando en el beso, giré su cara e hice que me mirase a mí para volverle a besar.
-Te quiero a ti…-dije subiendo una ceja.
-Vaya...-rió.

Apartó rápidamente las cosas de la mesa de la cocina y me subió encima de ella.

-Te voy a morder –dijo con una voz bastante seductora.
-¿Me vas a morder? –dije con una pequeña risa
-Para volvernos locos al amanecer…
-Te ha quedado bien –dije entre pausas de besos.
-Espera a escuchar la canción entera –dijo a la vez que desabrochaba los botones de su camisa.
Posé mi mano en su sexo por encima del pantalón y él mordió su labio. Se deshizo de su camisa y a los segundos después de la mía. Paso su mano por mis piernas hasta llegar al botón de mis pantalones que poco después quedaron debajo de la mesa. Su mano jugaba con el pequeño lazo negro de mi ropa interior a la vez que besaba mi cuello. Mis pies bajaron sus pantalones hasta llegar a sus rodillas, donde tuvieron que quedarse ahí ya que tocaron al timbre.
-No pienso abrir –dijo Pablo mientras seguía besándome.
Pase mi mano por debajo de sus bóxers a la vez que le mordía el labio.
El teléfono de Pablo (que se encontraba en sus pantalones) comenzó a sonar y se agachó para cogerlo. 

-Dime Luz María –respondió Pablo- Es mi sirvienta –me dijo en voz baja.
-¿Estás en casa?
-Sí ¿Por qué?…
Besaba el cuello de Pablo a la vez que hablaba por teléfono.
-Acabo de tocar a tu timbre y no abres. Abriría con las llaves que me diste, pero justo las olvidé encima de la mesa. Estoy fuera, ábreme la puerta, las cojo y me voy enseguida.
-Ahora te saco las llaves…-colgó.
Se subió los pantalones y cogió las llaves de encima de la mesa.
-Me ha cortado el rollito –dijo Pablo riéndose.

Mientras salía para darle las llaves yo comenzaba a vestirme de nuevo.
-Eh, eh, eh, no me gusta dejar las cosas a medias –dijo Pablo riéndose mientras cerraba la puerta.


Me quité rápidamente mi camiseta de nuevo y él sus pantalones.
-Te tenía ganas. –dijo con una sonrisa pícara.
Me cogió en brazos y me acorraló en la pared de la cocina.
-¿Piensas hacerlo en la cocina y de pie? –reí.
-¿Por qué no? –rió también.
Bajó sus bóxers y no se lo pensó.

Al día siguiente.
Iba de camino a Málaga cuando recibí una llamada de Aida.
-Estamos a punto de coger el tren hacía Málaga ¿Qué tal estás tú? –preguntó la rubia.
-Estoy en el tren anterior al vuestro, de camino. –respondí.
-¿No te fuiste ayer? Creí escuchar que te ibas.
-Sí, y escuchaste bien, solo que al final me quedé en casa de Pablo un día más.
-Menos mal que tuviste compañía, me dolió cómo te fuiste, estaba preocupada. –añadió.
-Tranquila, todo está bien –reí- Te cuelgo, que el señor de al lado me mira con cara de que no le dejo dormir –reí- Nos vemos luego, chao –colgué.

Al llegar a casa tiré la maleta al suelo, respiré hondo y grité:
-¡POR FIN EN CASA!
Subí a mi habitación y pensaba que me encontraba sola en casa pero escuchaba ruido.
Entré en el cuarto de mi tía y cerré la puerta de nuevo rápidamente.
Lo siento! –grité avergonzada.

Sam se levantó y salió de la habitación con una manta rodeando su cuerpo.
-Lucía, LLÁMAME ANTES AL MÓVIL Y DIME QUE VAS A VENIR.
-Perdona, perdona…¿Quién es ese que está en tu cama? –pregunté a la vez que reía.
-A que tiene buen culo –dijo mi tía subiendo una ceja.
-No sé Sam, tampoco me ha dado tiempo a fijarme.
-Es mi nuevo novio, está viviendo ya aquí con nosotras.
-¿Cómo? Pero…pero….¿Cuánto lleváis? –pregunté sorprendida.
-Un mes de citas, y demás, y de noviazgo una semana…-me contaba emocionada.
-¡Y no me comentaste nada! Menuda confianza…sí sí –bromeaba mi enfado.
-¡Y TU QUE ESTÁS CON EL DON LUNARES DE NUEVO TAMPOCO ME LO HAS DICHO! –gritó.
-¿Cómo lo has sabido? –pregunté.
-El Sálvame, las clientas de la pastelería, la revista que tengo para cuando voy a cag…-le interrumpí.
-Vale vale vale, ya me ha quedado claro desde lo de Sálvame…
-Oye yo que hago hablando contigo si tengo un hombre en la cama. Hablamos luego sobriiiii –dijo mientras se metía corriendo de nuevo a la habitación.
-No hay quien entienda a esta mujer…-dije mientras volvía a mi habitación.

Después de media hora bajaron los dos al salón mientras comía una tableta de chocolate.
-Lucía, te presento a Diego, vas a tener que convivir con él a partir de ahora –dijo emocionada.
-Encantado Lucía, Diego Cañaberas, tu tía me dijo que eras muy guapa y no se equivocó. –dijo mientras besaba mi mejilla.
-Yo no dije eso…-dijo mi tía confundida-
Diego le miró para que le siguiese el rollo ya que a Sam le cuesta pillar las cosas a la primera.
-Ah sí, dije eso, lo dije, sí. –añadió mi tía.
-Espera ¿Tú no eres el que escribió el artículo de ‘’La fotografía cambió el mundo’’? ¡Diego Cañaberas leí que era el escritor! –dije emocionada.
-Sí, sí, yo escribí ese artículo, ya veo que te interesas por esos temas. Escribo artículos, soy periodista, también trabajo para algunos programas de tele 5 por desgracia, pero pagan bien. –rió.
-Me encanta lo que escribes, lo haces genial –dije ilusionada por tenerlo delante- Periodista, que bien…espera…no, no, no, que bien no. –dije recordando que tengo a Pablo Alborán en mi vida.
-¿Qué? ¿Bien por qué no? –preguntó Diego confuso.
-Sam…¿te das cuenta que has metido en casa a una persona con una profesión que no es buena para mi vida?
-Espera, se que eres la chica de Pablo Alborán, pero no soy de esos que van a jugarse a una gran persona como tu tía por unas grandes noticias cómo la vida privada del cantante.
-Lo siento Sam, pero yo no puedo estar aquí con él…

Subí hacía mi habitación a por mis cosas.
___

De nuevo, siento la tardanza por subir este capítulo aun que no haya valido la pena la espera. De nuevo os digo que si tenéis ideas para esta novela (sobretodo dramáticas para darle más vida) no dudéis en decírmelo por mi Twitter @Alboran_ista (si no os sigo dejarme un tweet diciendo que os siga) y me decís vuestras ideas para seguir con esta historia y no dejarla en el olvido. 
¡Gracias por la espera!

Dejar vuestras opiniones en mi Twitter o en los comentarios de este blog ¡Besos familia!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Cincuenta y cuatro.

Anteriormente.


-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase de un bonito libro junto con una sonrisa.

Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado separado de ella.

Narra Lucía.

Me besó. Me besó cómo besa la brisa a las hojas de los árboles en primavera, cómo las olas del mar besan a las rocas o cómo la música besa al corazón.
Separó sus dulces labios de los míos muy suavemente y mostró una sonrisa sincera. Sus ojos estaban iluminados, eran pura poesía.
Mi sonrisa tampoco se escondió en la oscuridad de esta noche y se dejó ver de tal forma que creará una bonita luz entre nosotros dos.
Suspiró sin saber que decir y se tumbó sobre su cama. Agarró su teléfono móvil. Una canción comenzó a sonar de él.

-You Got What I Need de Joshua Radin…es una canción perfecta –dijo junto con una sonrisa a la vez que sonaba la introducción de la canción.

Me acosté a su lado y nos quedamos mirando el techo a la vez que escuchábamos los preciosos arpegios de la guitarra.

-Baby you, you got what I need…Baby you, you got my sunshine –cantaba Pablo al mismo tiempo que Joshua mientras acariciaba mi pelo castaño.

Giré mi cabeza y le mire a sus ojos que estaban fijos mirando hacía el techo. Soplé en su mejilla para que me mirase y así hizo.

-¿Qué pasa? –dijo con una bonita sonrisa en su rostro.
-Son las once y media de la noche, tengo que irme hacía el hotel. –dijo levantando mi cuerpo.
Me cogió de la mano y tiro de mí hasta volver a quedar de nuevo tumbada. Se colocó encima de mí y posó su dedo en mis labios.
-¡Tú no te vas! –gritó a la vez que reía.
-¿Por qué tu lo digas? ¡Eh eh eh! ¿Por qué? –añadí también riéndome.
-Por qué se que esta noche es nuestra. Mis sábanas echan de menos tus curvas y mis amaneceres tus besos mañaneros. –dijo con un tono poético.

-No sé cómo lo haces pero siempre consigues convencerme –reí

Me acosté de nuevo a su lado y dejé que la música penetrara en mi corazón.
Le he echado de menos. Mucho de menos.

-¡Aida! –grité de repente al recordar que ella no sabía nada sobre mí.
-¿Qué ocurre con ella?-preguntó preocupado.
-No le he dicho que ya estaba todo arreglado…no sabe nada. –añadí a la vez que buscaba mi teléfono móvil.
-Aaaaaah…por eso ni te preocupes, ya está más que avisada. Antes le mandé un mensaje contándole en resumen lo que había ocurrido. Así que tranquila. –dijo quitándome un gran peso de encima.
-Menos mal….se me había olvidado por completo. –suspiré.

Me quedé mirando a Pablo mientras él cerraba sus ojos dejándose llevar por la música.

-¿Qué haces ahí de pie? ¡Vamos, ven aquí!
-¿Y si no quiero? –intenté seguir con el mismo juego de antes.
Se levantó de la cama y yo intenté huir antes de que pudiese cogerme. Agarró mi mano un segundo antes de que me fuera de allí y me atrajo rápidamente hacia la cama.
-¡Ves como vienes! –dijo mientras reía.
Eso no vale! –grité- ¡Es a la fuerza, jo!
-Vale, no será a la fuerza. –Dijo a la vez que me soltaba para que me marchase- Si quieres irte, vete…-dijo con un tono serio a la vez que se colocaba boca abajo en la cama.

Me quedé sorprendida con su reacción. Lo había dicho bromeando, no pensé que se lo tomase en serio.
Me acerqué y me tumbé a su lado.

-Oye, era broma, me quedaré contigo esta noch…-me interrumpió.
AHÁ! ¡Ahora has venido tú y no ha sido a la fuerza! –dijo levantando su cuerpo rápidamente.
-¡Me habías asustado! –le pegué en el pecho.

Comenzó a reírse de tal forma que me contagió esa risa. Esa risa que cada persona que la escucha automáticamente sonríe. Esa risa que le caracteriza tanto. Esa que crea un ambiente tan risueño, tan tierno. Creo que todo el mundo sabe de qué risa hablo.

Poco a poco fue bajando el tono de las preciosas carcajadas y acabó silenciándose.

-¿Ya has terminado de reírte de mí? –dije subiendo una ceja.
No! –dijo a la vez que soltaba alguna que otra carcajada más.
-Uy ¡Qué risa! ¡Me parto y me mondo! –dije imitando al famoso personaje de Paco León en la serie Aida.
-Ahora sí, ya paro. –dijo sonriente.

Nos quedamos completamente en silencio. Se levantó de la cama y se colocó las zapatillas.
-Vamos ¡Salgamos a dar una vuelta! Hoy la luna está realmente preciosa. –dijo a la vez que miraba por la ventana.
Con una sonrisa le contesté. Me coloqué las Converse y salimos fuera.

Mientras caminábamos hacia dónde los pasos nos guiaran, me agarró de la mano, la acariciaba mientras y eso me hizo sentir demasiado feliz.
Le miré y sonreí.

-Recuérdalo: La luna tiene motivos para envidiar tu sonrisa.  –me dijo mientras miraba hacia el cielo.
-O tiene motivos para envidiar que yo esté mucho más cerca de ti. –reí.
-¡Eso ya no lo creo! –rió.

Se podía escuchar por las calles la música salsa de una de las casas de la calle. Sería alguna fiesta o algo por el estilo.
Una gota de agua calló en mi nariz. Miré hacia arriba y pude observar que muchas más empezaban a caer.

-Llueve –dijo sonriente Pablo.
-No me digas –añadí sarcástica.
La lluvia comenzó a caer cada vez más rápido y fuerte.
-Vamos a casa, corre. –dije tapándome la cabeza.
Pablo quitó mis brazos de mi cabeza y agarró mis manos. Se colocó en medio de la carretera solitaria y comenzó a bailar la salsa que se escuchaba de fondo.
-¡Nos vamos a resfriar! –le gritaba a la vez que me reía mientras me cogía de las manos y bailaba conmigo.
-¡No importa que llueva si estoy cerca de ti! –citaba la frase de una canción de Efecto Pasillo.
Los dos, hasta con la ropa interior mojada, bailábamos y reíamos debajo de esta fuente de lluvia que caía sin parar.
Aun no podía creerme que volviese a estar así con él, que volviese a reír y divertirme con él de esta forma.
Pablo extendía sus brazos y dejaba que la lluvia madrileña calase su piel.


La farola que nos alumbraba se apagó y nos quedamos a oscuras. Toda la calle a oscuras, las casas a oscuras y la música dejó de sonar. Todo se volvió muy silencioso.

-Se fue la luz en el barrio –rió Pablo. 
-Creo que deberíamos irnos a casa –dije a la vez que escurría mi camiseta.
Caminamos hacía el hogar algo congelados.

-Voy a mojar el suelo de tu casa. –Le dije antes de poner el primer pie dentro del salón.
Pablo se quitó los zapatos y me cogió en brazos mientras se reía.
Me llevó hacía el cuarto de baño y me dejó en el suelo.
Encendió cinco velas ya que la luz se había ido por las fuertes lluvias. Cerró la puerta del baño y empezó a quitarse la ropa mojada.
-Una buena ducha caliente ¡Es lo que realmente viene bien ahora, sí! –decía mientras sus dientes tiritaban del frío.
Cuando se quitó su ropa se quedó mirándome y me quitó la camiseta.
-¡Vamos! –decía animándome- Ya verás que bien te va a sentir la ducha.
Poco a poco me quitaba la ropa con demasiado frío.

Se adentró en la ducha y dejó caer las primeras gotas de agua en su cuerpo.
-¡DIOS MIO! ¡ESTO SI QUE ES VIDA! –gritó- ¡Vamos, ven!
Me quité toda la ropa y me adentré junto con Pablo en la ducha. Dejé que las gotas de agua caliente recorriesen mi cuerpo y suspiré de lo bien que sentía.
Pablo acariciaba mi piel mojada y posó su barbilla en mi hombro mientras el agua se deslizaba por nosotros.

Besó mi cuello y posó sus manos en mi cintura desnuda. 

-Echaba mucho de menos esto de sentir tu piel. –dijo muy dulcemente.
-Por fin te puedo sentir. –sonreí.
-Por fin lo puedo sentir, te conozco y te reconozco que por fin se lo que es vivir, con un suspiro en el pecho, con cosquillas por dentro…-cantaba Pablo una canción que aun no había salido a la luz.
-Este Septiembre va a ser tu mes. –le dije sonriente.

Cerró el agua y salimos de la ducha aun con frio.
-Me quedaría la vida debajo del agua caliente. –me dijo mientras se colocaba una toalla por su cintura.
Me empecé a mirar al espejo por las ojeras que llevaba. Pablo apareció por detrás de mí y me abrazo por la cintura.
-¡Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi voz a cambio de una vida entera! –seguía cantando.
-¿Andas ensayando todo el día? –reí- Lo poco que he escuchado la canción…¡me encanta!
-Ojalá los demás digan lo mismo –decía preocupado.
-Sabes que les gustará ¡todo lo que haces lo haces con cariño y eso la gente que te sigue lo ve y les encanta aun más! Hasta la gente que apenas te conoce va a decir que te has lucido…
Besó mi mejilla y agarró uno de mis mofletes.
-Siempre consigues animarme –dijo con una sonrisa.
-Esto consiste en no dejarte caer nunca. –añadí.
Una sonrisa tonta salió a pasear por el rostro de Pablo. Sus manos acariciaban mi espalda lentamente.
-Puede que ya haya venido la luz –dije curiosa.
-Puede ser…-añadió Pablo a la vez que iba a comprobarlo.
Efectivamente la luz ya había regresado al barrio.

Me dirigí hacía su habitación y me dejó un pijama suyo para que pudiera ponérmelo.
-Tengo miedo…-añadí.
-¿Por qué? –preguntó él preocupado.
-No quiero que cambie mi vida después de lo de hoy, tan solo quiero estar bien contigo…-dije con un nudo de garganta.
-Esto va a ser una montaña rusa. Ahora empieza la cuesta dura pero luego todo volverá a la calma, es cuestión de tiempo. –Dijo mientras acariciaba mi hombro- Se que la he fastidiado haciendo todo eso en público, pero es algo que no se puede esconder. Quizás ahora mismo Twitter está ardiendo a causa de la noticia, pero prefiero ni mirarlo. –decía inquieto.
-¿Y si tus fans me amenazan? ¿Y si me tiran piedras? ¿Y si…-me interrumpió.
-No van a hacer nada de eso, es más, creo que lo entenderán. Soy una persona normal, que tiene que tener una vida detrás de un escenario, es algo corriente. –añadió riéndose por mis preocupaciones.

Al terminar de colocarme la ropa me tiré sobre la cama boca abajo y respiré hondo intentando relajarme.
Pablo se colocó encima de mí, tumbado de la misma forma y besó mi mejilla.
-No te preocupes, todo saldrá bien. –dijo calmándome.
Se tumbó al final al lado derecho de la cama y suspiró.
-Con un suspiro en el pecho…-añadió.

Finalmente quedamos los dos envueltos en los brazos de Morfeo, llevándonos hacia un sueño profundo. Había sido un largo día de locura y emociones.

..
A la mañana siguiente me desperté a causa de que mi teléfono sonaba con desesperación. Había dejado pasar la primera llamada, y la segunda, la tercera la cogí por preocupación.
Pude ver que era Aida quien llamaba con mucha inquietud.
-Dime…-dije con voz adormilada.
-Tía Pablo y tú habéis salido en la tele, que fuerte que fuerte. –decía entusiasmada.
-¿Por qué te alegras? ¡Yo no me alegro! –dije algo enfadada.
-Que mi amiga se hace famosa, que fuerte que fuerte. –seguía con su entusiasmo.
-¡No! ¡Eso no está bien! –grité.
Pablo giró su cabeza y abrió un ojo para ver que me sucedía.
-Duérmete, no es nada…-susurré mientras Aida me hablaba.
-Tía, pero piensa que es mejor que todo el mundo sepa tu relación con Pablo ¡No tenéis que esconderos ni nada por el estilo!
-¡Pues ahora me siento más vigilada que nunca!
-Ya verás como todo cambiará, hazme caso…-intentó calmarme.
Resoplé demasiado fuerte y no contesté a ello.
-Te dejo que me voy a la pelu, luego nos vemos morena. –colgó el teléfono.

Volví a resoplar y me tumbé de nuevo al lado de Pablo.
Él volvió a abrir los ojos y me regaló una sonrisa mañanera.
-¿Qué pasaba? –decía a la vez que bostezaba y se estiraba.
-Aida, que me ha llamado para decirme que hemos salido por la televisión…-dije con un tono enfadado.
-Todo esto es normal, luego se olvidarán…ten paciencia.
-Ya te dije ayer que no quiero que mi vida cambie. –Dije mientras me vestía.
Pablo resopló y se echó la almohada en la cara.

..
Más tarde, nos dirigimos hacía el hotel donde se encontraban las tres mosqueteras que dejé ayer preocupadas.
Pablo me dejó en la puerta para que no nos volviesen a ver de nuevo juntos de momento para no seguir llamando demasiado la atención.
Al entrar por la puerta de la habitación Aida corrió hacia mí y me sacó de ella rápidamente.
-¡Yo de ti no entraba! –gritaba cortándome el paso.
-Venga ya ¿Qué pasa? –le aparté riéndome.
-Tía no entr…-el gritó de Cristina le interrumpió.
-¡ERES UNA ZORRA! –Me gritó a la vez que se dirigía hacia mí con rapidez.

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¡Hola familia! Siento de verdad toda esta tardanza para subir este capítulo, pero cómo ya sabéis cuando empiezan las clases suelo desconectar mucho más de la novela y centrarme más en estudios aun que eso me cueste también. 
Os quería pedir un favor y es que si tenéis alguna idea para continuar esta novela que me lo digáis por MD de Twitter @Alboran_ista o @Sara_Bouvier o por gmail Saragonzalvez98@gmail.com. Me está costando muchísimo seguir esta novela ya que las ideas se me acaban por completo. ¡Si no quieres que deje a mitad esta novela y tienes alguna idea no dudes en contactar conmigo! Serias de gran ayuda.
Un beso para todas. ♥


viernes, 12 de septiembre de 2014

Cincuenta y tres.

Anteriormente.


-Me lo ha contado todo Aida.
-¿TODO? –preguntó nerviosa.
-Todo. –añadí.
Ella se quedo seria al escuchar mi última frase.
-Entonces…¿Sabes que yo…?  -mordió su labio preocupada.
-Sí. Yo también.
-¿Tú también me…? –le interrumpí.
-Mira ahora mismo sueño con eso de volver a empezar. De 0. Aquí. Ahora. Contigo.
Sus ojos empezaban a volverse cristalinos al escuchar mis palabras. Cogió aire y lo expulsó lentamente.
-Pablo no quiero joderte la vida, hay cámaras. –dijo nerviosa en voz baja.
Dio media vuelta para irse. Sabía que todo lo hacía por las cámaras, por ahorrarme explicaciones en televisión de todo esto.
Cogí su mano y le giré haciendo que me mirase a los ojos.
-Ven a quererme, o a joderme la vida. Ven a joderme, o a quererme la vida ¡PERO VEN! –grité deseando tenerla junto a mí de nuevo, sin importarme los medios.

Ella rápidamente se abalanzó hacía mí posando sus manos en la parte de atrás de mi cuello y besó mis labios.

Narra Lucía.
Separé mis labios de los suyos lentamente y miré a mi alrededor. Tres cámaras captaron todo lo que había sucedido en los últimos momentos, pero a Pablo no parecía importarle. Yo no pensaba lo mismo.
Cogí su mano y salí de aquel lugar para deshacerme de la prensa cuanto antes. Comencé a caminar hacia el hotel dónde se encontraba Aida y las demás para esconder nuestros rostros ahí mismo. Las cámaras de Telecinco nos seguían junto con una periodista, parecía que no pudiese deshacerme de ellos jamás.
Pablo no decía palabra alguna, solo seguía mis pasos rápidos.

-Toma, las llaves de mi casa. Es la puerta 4. –añadió Pablo.

Abrió mi mano y las dejó caer en ellas.

Hizo parar a un taxi que se encontraba vacío y dijo la calle dónde tenía que llevarme. Abrió la puerta del auto e hizo que me metiese dentro. Él se quedo en el exterior.

Tras pasar 15 minutos, el taxista me dijo que ya había llegado.
-¿Cuánto te debo? –le pregunté amablemente.
-Ya me lo ha pagado el joven. –sonrió.

Salí del taxi y justo en frente tenía la puerta número 4 cómo Pablo me había dicho. Una bonita casa, con un pequeño jardín y el exterior muy bien diseñado. Se notaba a primera vista que venía de una familia de arquitectos.
Con miedo abrí la puerta por si me veía alguien y podría pensar cualquier cosa.
Me quedé mirando el bonito jardín de un lado a otro y de repente alguien tocó mi espalda.
Mi corazón se paró al sentir esa mano y me giré rápidamente.

-¿Quién es usted? –me preguntó una mujer de unos 45 años- Pablo no recibe a fans en su domicilio, lo siento, no puede colarse así por qué sí. –Dijo malhumorada.
-No, no son fan. Bueno sí, me gusta su música, pero él no me considera cómo fan. –me explicaba mal-
-No le entiendo. –añadió.
-Él me dio sus llaves y me dijo que viniera. –Le dije enseñándolas-  Soy Lucía…encantada. –extendí mi mano.
-¿Lucía? ¿De Málaga? –preguntó la mujer asombrada.
-Eeeeeeeeem, sí ¿Por qué? –dije extrañada.
-¡Pablo me ha hablado mil veces de ti! ¡Por fin le conozco! –dijo ella a la vez que me daba dos besos.
-Yo soy Luz María, vengo de vez en cuando a limpiar la casa y regar el jardín. Pablo está demasiado ocupado para hacerlo –rió- Venga conmigo a la casa, no se quede ahí parada.

Abrió la puerta y nos adentramos en el hogar.
Mis ojos rodeaban su casa. Observé todo lo que se encontraba a mí alrededor. Era una casa bastante preciosa y cómoda para una sola persona.

-¿Te gusta? –Preguntó Luz María.
-Es…preciosa. –dije sorprendida.
-Ojalá tuviese yo una casa así –bromeó- Siéntese –dijo señalándome el sillón- ¿Quieres café?
-No, muchas gracias, de verdad. –respondí con una sonrisa.
-Yo me voy a marchar ya que tengo que recoger a mis sobrinas de casa de unas amigas suyas –añadió sonriente- Cualquier cosa llámeme si Pablo no le coge las llamadas. Ha sido un placer conocerla –dijo mientras salía del hogar.
-Lo mismo digo –dije justo cuando cerró la puerta.

Me quedé pensativa mirando fijamente a la pared. Cuando reaccioné, comencé a mirar su casa de arriba abajo. Siempre he sido una persona demasiado cotilla.
Entré en su habitación y observé la bonita guitarra que había apoyada en la pared. Al lado, se encontraba una mesita de noche dónde había una foto de un niño pequeño. Me acerqué a verla y cogí el marco.
Era él. Supe que era Pablo por esa sonrisa tierna y la forma de sus ojos al reírse. Unos rizos traviesos jugaban por su cabeza y varios lunares por su cara formaban una bonita constelación. Era el niño más bonito que había podido ver jamás.
Dejé el marco cómo estaba y cogí una libreta que se encontraba al lado de la foto. La abrí sin miedo.

‘’Tu me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi voz a cambio de una vida entera’’

La primera frase que observé de una de las últimas páginas del cuaderno y ya me sorprendió. 20 palabras que ya convertían esa canción en perfecta. ‘’Por Fin’’ pude leer al principio de la página. No seré muy fan de su música, pero se lo suficiente como para saber que esa canción no ha salido a la luz.

Cerré la libreta y me tumbé en la cama. Noté que era un colchón demasiado bueno cómo para fundirme en él y dejar que Morfeo me envolviese en sus brazos para caer en un bonito sueño de tarde. No tardé en cerrar los ojos y dejarme llevar.

Abrí mis ojos y miré el reloj de muñeca que tenía Pablo encima de la mesa de noche. Las nueve y media de la noche. Me coloqué las zapatillas y fui hacía el comedor para coger mi móvil que se encontraba cargando.
Me quedé quieta al ver a Pablo posando dos vasos justo al lado de una caja de pizza.

-Anda, ya te has despertado –dijo con una bonita sonrisa.
-Perdón…-dije avergonzada por haberme quedado dormida.
-No me pidas perdón por eso, anda. –rió- Pizza de cuatro quesos, tu preferida. –añadió a la vez que abría la caja.
-Vaya, tras despertarme de una siesta me encuentro contigo diciéndome que tiene una pizza de cuatro quesos. Tres cosas que me encantan. –reí.
A Pablo le salió una sonrisa tonta al escuchar mi última frase. Se sentó en el sofá y agarró un trozo de pizza. Me senté a su lado y miré ansiosa la comida.
-¿Qué ha ocurrido con lo de antes? –pregunté nerviosa y con un trozo en la mano.
-Solo tienes que decir lo que quieren escuchar, y te dejarán en paz. No hay nada que ocultar ya. –añadió serio.
-Esta situación me acojona. –dije con la boca llena.
Pablo suspiró y pegó otro mordisco a su trozo.

Al terminar, me quedé tumbada en su sofá posando mi cabeza en sus piernas. Comenzó a acariciarme el pelo lentamente mientras veíamos la televisión.
Se quedó mirándome y adentró una risa enamoradiza al ambiente.

-¿Qué ocurre? –añadí extrañada.
-¿Por qué hemos estado separados todo este tiempo?

Esa pregunta me dio mucho que pensar. Llevamos bastante tiempo separados, cuando en verdad nos queríamos el uno al otro. El tiempo nos decía ‘’NO’’. Quizás este era nuestro momento y no hace un mes. Es algo muy extraño.

-Hice mal no diciéndote lo de Lolo y bueno…-me interrumpió.

-Eso ya no importa. –añadió- El caso es que hemos estado separados y en realidad nos necesitábamos. –dijo sonriente.

Me levanté y me quedé mirándole fijamente con una bonita sonrisa. Él no tardó en acercar su rostro al mío y jugó a rozar mis labios sin llegar a besarlos mientras una risa tierna salía de su boca. 
Me echó para atrás poco a poco y me dejó tumbada de nuevo en el sofá. Su mirada perversa ponía el ambiente más caluroso. Acercó de nuevo sus labios. Abrieron de repente la puerta de la casa.
Pablo se giró rápidamente.

-¡Mariola! ¡Llama antes! ¡Las llaves son para emergencias! –gritó a la vez que se levantaba.

Ella se quedó mirándome algo sorprendida y con una mirada que no era demasiado buena.

Narra Pablo.

Me cogió del brazo y me llevó hacía mi habitación demasiado cabreada.

-¿Ves normal el jaleo que has causado? –decía a la vez que me enseñaba una foto en el móvil donde aparecía mi beso con Lucía de esta tarde.
Bajé mi mirada algo arrepentido de lo anterior.
-Que sí Pablo, que le quieres y todo lo que sientas por ella ¡Pero esto es otro mundo! ¡Si tienes novia vendes menos! ¡Ya hemos hablado de esto muchas veces! ¡Y encima ahora dentro de pocos meses sacas nuevo disco y no te conviene todo esto! –me gritaba.
-¿Crees que me importa tanto si vendo muchos discos o no? La gente que de verdad me apoya no creo que les importe.
-Esto es muy diferente Pablo. Si no vendes discos, pocos premios ganarás y poco a poco se irán olvidando de ti, serás una moda pasajera, cómo lo son muchos jóvenes de ahora cómo por ejemplo: Los dos gemelos que salieron en la voz o la ganadora de ese mismo concurso. Así no podrás dedicarte más a la música ¿Lo vas entendiendo? –decía muy alterada.
-Mariola se que te molesta todo esto, pero déjame intentarlo, solo por esta vez. No quiero volver a perderla. –dije con un nudo en la garganta.
Ella se quedó muda sin saber que responder.
-Cómo las cosas cambien demasiado, recuerda lo que te he dicho hace medio minuto. Y tomaremos medidas. –Dijo saliendo de la habitación- A ver qué le digo yo ahora a los medios.
-Nada va a cambiar, te lo aseguro. –sonreí.

Mariola salió por la puerta de mi casa sin despedirse. Estaba demasiado frustrada por todo esto y lo entendía.
Lucía clavó una mirada preocupante en mí.

-Tranquila –respondí mientras me acercaba a ella.
Se levantó del sofá y fue hacía mi habitación. Salió al pequeño balcón y suspiró.
-¿Qué te ocurre? –pregunté preocupado.

Ella dejó un espacio silencioso. Apoyé mi cabeza en su hombro y le abracé por detrás.
Se dio media vuelta y me miro seria.

-¿Qué va a pasar con nosotros?
-Te voy a ser lo más sincero que puedo. Tienes dos caminos: Estar conmigo pero tener que soportar alguna que otra prensa o no tenerme y vivir de lo más normal posible, vamos, cómo has hecho hasta ahora. –dije nervioso.

Ella resopló muy agobiada. Entró en la habitación y rebuscaba su bolso. Sacó un cigarro pero no lo llegó a encender.

-No, ahora no. –dije quitándoselo de las manos- Tu cigarro ‘’relajante’’ no te va a tranquilizar.
Se quedo en completo silencio, ninguna palabra salió de su boca en dos minutos.
-Tu silencio habla demasiado –dije desilusionado mientras comenzaba a andar hacía la puerta.
-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase de un bonito libro junto con una sonrisa.


Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado separado de ella.


miércoles, 27 de agosto de 2014

Cincuenta y dos.

Anteriormente

-Entonces…¿Lucía sigue sintiendo algo por mí? –preguntó nervioso.
-¿Algo solo? Su mundo gira solo sobre ti. El caso es que tú…-me interrumpió.
-El caso es que yo le quiero igual o incluso más que desde el principio de nuestra historia. –añadió seguro de sus palabras
Mi corazón se encogió al escuchar las últimas palabras de Pablo.
-Búscale, y dile que le quieres de una vez.
-¿Dónde puede estar? –preguntó nervioso.
-¿De verdad piensas ir a buscarle? El centro de Madrid es muy grande Pablo…
-Pienso ir –añadió sin más.
-En ese caso...Madrid, seguro. A estas horas no ha habido ningún tren destino Málaga.
-Tengo que encontrarle…
-Suer…-me interrumpió colgándome- Suerte –dije acabando la palabra.

Narra Lucía.

-Una taza de té, por favor. –le pedía al camarero.

‘’Una taza de té, por favor, para este desnatado corazón’’ pensaba en la canción del gran Melendi después de mi última frase.

Simplemente me he dejado llevar las bonitas calles del centro de Madrid, con mi maleta de acompañante. Huir de esta forma es tan inútil, de hecho me siento así, una completa inútil.
''¡El amor no lo es todo!'' Suelo escuchar por todos los medios. Pero a mí es lo único que me llena o en este caso: me llenaba.
Si me paro a pensar en todo, la vida me ha dado un giro tan grande como el orgullo de muchas personas. Siempre pensé que él, Pablo, el chico que creí que era hecho especialmente para mí, iba a quedarse por mucho tiempo en mi vida. ¡Y es que él era para mí! ¡Con él me sentía gigante! ¡Además tengo una sonrisa que queda de miedo junto a la suya!
Estoy ebria de vivir sin él, aun que me acojona tener una resaca de muerte. Ando harta de no ver su culo salir de mi cama o de la cantidad de fotografías que le hacía con tan solo una mirada. Empezaré a desintoxicarme de él. Comenzaré a no beberme sus mañanas, a no pasear mis dedos alrededor de su ombligo y a lavar ese pequeño oso de peluche con olor a su fragancia. Difícil, eh, Lucía, difícil olvidarse de semejante hombre. Él siempre fue de levantarle la falda a la luna, y encima, la muy puta se dejaba (¡Y quién no lo haría!)

-Aquí tiene, señorita. –dijo el camarero dejando la taza encima de la mesa junto con una sonrisa.
-Muchas gracias. –añadí sonriente.

Al terminarme el té saqué la hoja con los horarios de destino a Málaga para irme allí lo antes posible. El próximo a las siete y media de la tarde y tan solo era la una y veintidós minutos. Que alguien me explique que iba a hacer tanto rato sola por Madrid.

Me levanté de la silla dejando propina encima de la mesa y agarré mi maleta para salir de aquel lugar. Dejé que mis pies me guiaran a donde fuese, no me importaba dónde, pero quería moverme por algún lugar.

La Gran Vía se veía tan bonita y a la vez tan llena de coches agobiantes. Agarré mi iPod y coloqué en el reproductor ‘’Photograph’’de Ed Sheeran en Capital FM (Siempre he sentido más debilidad por las canciones en vivo que grabadas para un disco)

Narra Pablo

¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Centro? ¡¿Dónde voy primero?! Poco tenía claro cómo iba a encontrar a Lucía por Madrid, pero era una pequeña aventura que iba a hacer que todo acabase bien.
Tiré hacía la izquierda, siempre me ha dado más confianza esa dirección (Por no decir que en el lado izquierdo de nuestro pecho tenemos el corazón).

Con pasos apresurados y el corazón casi por explotarme de los nervios recorría las calles de Madrid mirando de un lado a otro. La gente se amontonaba. Me coloqué la gorra y las gafas que llevaba en la mochila y me sentía más seguro (Aun que no diese mucho efecto este tipo de escondite)


Las tres y media de la tarde, y yo sin comer. No dude en pararme en McDonald para pedirme algo de comida basura. Será basura, pero a mí me encanta oye. 

Cómo un loco enamorado continuaba buscándola por las calles agobiantes de Madrid. Pasé por parques, tiendas de ropa y demás, pero ahí no se encontraba.  Estoy ansioso por volver a soñar, tengo el insomnio más grande de toda mi vida. Llevo días buscando el que hacer para llenar el hueco que ha dejado en mí, empapándome de libros y melodías nuevas. Al final me di cuenta que, cómo dice Lena, la única manera de encontrarme fue acordándome de ti, maldita. Porque lo mejor del sin mí, era el contigo. Llevo ya un tiempo intentando entenderle en la distancia y no llenarme de ella en cada vacío que deja su ausencia. Noches, noches y noches en las que junto las letras que forman la palabra amor, y solo me sale tu puto nombre, extraño.

Las cinco de la tarde y a 36 grados. Mi mente comenzaba a plantearse abandonar y dejar que esto pase por sí solo, pero mi corazón pedía a gritos un gran momento de éxtasis.

Pocas veces hago caso a mi cabeza, esta vez lo haré. Me di media vuelta y me puse de camino a coger el metro para ir hacía mi casa madrileña. Empezaba a notar cómo si me vigilasen. Creo que no me equivoco, parece ser que hay prensa por los alrededor y muchos me echan el ojo, no sé si me reconocen, supongo que querrán saber noticias sobre mi nuevo disco que saldrá en pocos meses.

No, no me equivocaba. Lentamente se acercaba una joven chica sonriente con una cámara de la 1. Detrás de ella un treintañero de Tele5 con dos cámaras a su lado. No tardaron en pararme y en rodearme en un instante. Poco a poco eso iba llamando la atención y atrajo a mucha más gente.

-Buenas tardes Pablo ¿Qué nos podríamos contar de tu nuevo trabajo que no sepamos ya? –preguntó la joven muy sonriente.
-Lo de siempre, es un disco creado con mucho amor y con la colaboración de mi gran amigo Ricky Martin todo será más grande aun –dije con mi simpatía.
-¿Cómo te afectan los rumores de una posible relación con Ricky Martin? –preguntó el periodista de Tele5, del programa Sálvame concretamente.

No me sorprendía su pregunta, es de Sálvame ¡Que podía esperar!

-Pues…

Me quedé mirando al otro lado de la calle pensando que responder al respecto. Capte la figura de…¡Lucía! ¡Era Lucía!
Intenté apartar a los medios pero me lo impedían.

-¡Lucíaaaaaaaaa! –grité a la vez que levantara las manos para que me viese.
Ella seguía caminando con su maleta morada de ruedas con la mirada perdida.

-¡Lucíaaaaaaa!-seguía gritando intentando apartar a la prensa- Por favor, es urgente. –les decía con educación.

Me dejaron pasar, pero ellos me seguían a paso rápido para no perderme. Comencé a correr. La Gran Vía nos separaba, y los coches pasaban rápido.

-¡Lucíaaa! –volvía a gritar su nombre.

Ella se giró al instante y buscaba a la persona que había gritado su nombre.

-¡Aquí! –alcé la voz a la vez que seguía desesperado.

Ella seguía sin verme por toda la multitud que había. La prensa seguía detrás de mí, pero ya no me importaba nada en absoluto.
El semáforo se puso en verde para los peatones y corrí hacía ella.

-¡Lucíaaaaaa! –gritaba por cuarta vez.

Ella se giró al fin y me observaba algo sorprendida. Detuve mi paso y respiré hondo al tenerla en frente.

-¿Dónde te habías metido? –pregunté preocupado.
-Pues…-le interrumpí.
-¡Da igual! –Le abracé después de la última frase.
-¿A qué viene todo esto? –preguntó sorprendida- ¿Por qué tienes prensa detrás de ti? ¡Por favor, usted no me grabe! –Dijo ella apartando a la cámara.
-Me llevan persiguiendo todo el rato –dije en voz baja.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto escándalo al verme? –preguntó extrañada.
-¡No estoy con Cristina!
-¡Vaya por dios, ya habéis roto! ¡Qué rápidos! –dijo con un tono cabreado y aplaudiendo.
-¡No, no, no! Nunca he estado con ella, todo ha sido un mal entendido. Ella me quiere, pero yo no siento lo mismo, por eso el abrazo de ayer. Tan solo le abracé por que le vi llorar. –añadí nervioso.
Ella miraba para todos lados sin saber que responder.
-Me lo ha contado todo Aida.
-¿TODO? –preguntó nerviosa.
-Todo. –añadí.
Ella se quedo seria al escuchar mi última frase.
-Entonces…¿Sabes que yo…?  -mordió su labio preocupada.
-Sí. Yo también.
-¿Tú también me…? –le interrumpí.
-Mira ahora mismo sueño con eso de volver a empezar. De 0. Aquí. Ahora. Contigo.
Sus ojos empezaban a volverse cristalinos al escuchar mis palabras. Cogió aire y lo expulsó lentamente.
-Pablo no quiero joderte la vida, hay cámaras. –dijo nerviosa en voz baja.
Dio media vuelta para irse. Sabía que todo lo hacía por las cámaras, por ahorrarme explicaciones en televisión de todo esto.
Cogí su mano y le giré haciendo que me mirase a los ojos.
-Ven a quererme, o a joderme la vida. Ven a joderme, o a quererme la vida ¡PERO VEN! –grité deseando tenerla junto a mí de nuevo, sin importarme los medios.

Ella rápidamente se abalanzó hacía mí posando sus manos en la parte de atrás de mi cuello y besó mis labios.

martes, 19 de agosto de 2014

Cincuenta y uno.

Anteriormente
Al terminarnos las copas, fuimos todos a bailar para animar la noche y Aida se acercó a mí rápidamente.
-Es tu momento…llévate a Pablo fuera de aquí y díselo. –dijo entusiasmada.
-Le he perdido la vista, no sé dónde está –decía preocupada mientras le buscaba todo el rato con la mirada.
-Vale, Cristina tampoco está. Creo que la hemos fastidiado. –decía Aida muy preocupada.
-¡No me asustes! Vamos a buscarles, anda. –dije cogiendo a Aida de la mano.
Fuimos al baño pero ahí no se encontraba Cristina. Salimos fuera del local y...

-No. Me. Jodas –decía Aida con pausas.

En esos momentos pensé que se me caía el mundo encima.
Ellos dos se encontraban abrazados y podía significar que una nueva relación habían comenzado.
Saqué mi cigarrillo de la semana, aun que ya iban dos. Me lo encendí y salí de allí para dirigirme hacía el hotel.

Narra Lucía.


Me puse en camino hacía el hotel con el cigarro en la mano y lágrimas deslizándose por mis mejillas. Algunas caían por mi barbilla, otras desaparecían en la comisura de mis labios.
Siempre he pensado que la vida es muy puta, pero no que haría que todo me saliera tan mal.

-¡Espera! –gritaba Aida detrás de mí.
-¡Déjame! –grité mientras seguía caminando.
-¡¿A dónde vas?! –preguntaba gritando mientras caminaba a dos metros de mí.
-Necesito estar sola por favor…-decía con un nudo en la garganta.
-¡¿Estás llorando?! –volvió a preguntar gritando
-¡Por favor necesito estar sola! ¡Déjame! –dije gritando y mirándole.
Ella se quedó quieta y me miro sería. Dio media vuelta y volvió al local de dónde veníamos.

Comencé a caminar de nuevo con los llantos más fuertes que antes. Se había creado una tormenta de otoño dentro de mí. Mi corazón parecía la hoja seca que todos pisan en esa misma estación. Ni los pájaros cantan, ni los niños salen a jugar, NADA, dentro de mí solo hay un otoño de soledad.

Llegue al hotel y apagué el cigarro de tal forma que me imaginé que era la cabeza de Cristina. Puedo llegar a ser cruel cuando me viene en gana.
Me adentré en el bar de billar y demás juegos del hotel. Me senté en la barra y pedí una copa.

-Dame lo que sea, pero que me suba el alcohol rápido que no aguanto más. –dije posando mi cabeza en la barra.
-¿Mal de amores? –preguntó un joven al otro lado de la barra.

-¿Mal de amores? ¡Mal de vida! –le corregí.
El joven se acercó a mí y se sentó en el taburete de mi lado.
-¿Quién te ha roto el corazón? –pregunto serio
-Pablo Alborán –dije sin más.
El joven comenzó a reírse y bebió un trago de su copa.
-Qué pasa ¿Tú también estás con lo de que Pablo te ha decepcionado por qué el chico es gay?
-No es gay, ya te lo puedo asegurar yo. –dije subiendo una ceja.
-Ah, bueno, serás una fan de él incondicional –rió.
-Sí, será eso…-añadí a la vez que daba otro trago- Ponme otra, por favor. –Le decía al camarero.
-Ahora enserio ¿Qué te ocurre?-preguntó intrigado el joven sin nombre alguno de momento.
-Comencé a salir con mi vecino pero lo dejamos y luego estuvo jugueteando con otra chica, y ahora hemos venido las dos que morimos por él a declararnos, pero ella se ha adelantado y se ha quedado con ella, FIN. –dije sin más.
-Pensaba que eso solo pasaba en las telenovelas de esas de ‘’Telemundo presenta’’ –dijo con voz de presentador a la vez que reía.
-Tú te ríes pero ahora mismo yo quiero cogerme una borrachera para por unas horas olvidarme de todo esto –dije bebiendo otro sorbo.


El chico moreno me miraba con una sonrisa que solo se dirigía hacia el lado izquierdo de su cara.
Bebí con rapidez aquella copa que me habían servido en tan solo unos segundos.
Cómo sonido de fondo, nos acompañaba esta horrible noche el gran Buena Fe. Yo, cayendo finalmente en los brazos del alcohol que deja huella por la mañana, me dispongo a marcharme de aquel lugar, pero no antes sin haber pedido una botella para que me acompañe esta misma noche.

Comencé a dirigirme hacía los ascensores de aquel lugar. Las puertas se abrieron y el joven con el que había terminado de hablar se une para subir en ascensor. Al entrar mi cabeza dio una vuelta enorme y casi acabo en el suelo. A duras penas recobro el equilibrio. Intentando disimular la grandiosa humillación comencé a toser y el chico rió.
El ascensor llegó al quinto piso donde ahí mismo tenía que bajarme y donde ahí mismo bajó él también.
Abro con demasiado impulso la puerta y me adentro en la habitación con la botella en la mano y dispuesta a pasar un largo rato hablando con la pared de lo jodida que es la vida la mayoría de las veces.
Me asomé rápidamente al pasillo y el joven aun se encontraba ahí, buscando la llave de su puerta.

-¿Entras? –le pregunté dispuesta a pasar un buen rato junto a él.

No dijo palabra alguna, tan solo se dispuso a entrar..
Cerré la puerta rápidamente y me abalancé sobre su cuerpo hasta dejarlo tumbado en mi cama.
-Tienes las ideas claras. Me gusta. –dijo levantando una ceja.
Besó mis labios rápidamente y comenzó a desabrochar su camisa al mismo tiempo que yo me deshacía de la mía. Sus pantalones vinieron después junto a los míos. Su pelo despeinado, su pequeña gota de sudor en la frente y su cuerpo marcado eran protagonistas en esos momentos.
Besaba mi cuello, sus dedos recorrían todo mi cuerpo, su aliento se perdía en mi piel.
Le miré deseosamente pero solo podía captar la imagen de Pablo, cómo si mi mente solo quisiera que fuese a él al que viera.
Me levanté rápidamente y cogí su ropa. Le agarré de la mano y le saqué fuera de la habitación en tan solo ropa interior.
-¡Eh! ¡Qué haces! –gritó
Apoyada en la puerta semidesnuda  escuchando sus quejas me encontraba. Él tocaba mi puerta esperando una respuesta y yo no sé la quise dar.
-Bueno, pues…¡Encantado de conocerte...! ¿Cómo cojones te llamas? –preguntó el joven.
-Lucía –añadí desde el otro lado de la puerta.
-Ahora sí que habla la jodía –rió- Buenas noches –dijo a la vez que se marchaba.

Suspiré y me tiré sobre la cama. Cogí la botella que me esperaba impaciente en la mesita de noche y di un trago intenso. Me asomé a la ventana y pude ver que llegaban las tres hacía el hotel. Aida un poco más animada que ellas dos.
Minutos después la puerta se abrió y su voz llamándome suena en la habitación.
Cerré mis ojos y decidí que hacerse la dormida era la opción más viable. 
-¿Estás dormida? –pregunta Aida sobria.
Me limito a no contestar para no tener que hablar de lo sucedido (esta noche al menos)

A la mañana siguiente.
Narra Aida.

Abrí mis ojos y fije mi mirada en la cama de al lado para ver si Lucía se encontraba despierta en estos momentos.
Su figura no estaba en la cama, ni en ninguna parte de la habitación. Supuse que se encontraría desayunando abajo.
Abrí el armario para colocarme ropa y observé que no había ni una sola prenda de Lucía dentro.
Busqué la maleta por toda la habitación pero era totalmente invisible para mis ojos. No aparecía por ningún lugar de estas cuatro paredes.
Bajé rápidamente al restaurante del hotel y tampoco estaba ella, así que me dispuse a sacar mi teléfono móvil y busqué rápidamente su número en mi lista de conversaciones de Whatsapp.Le envié un mensaje, pero esos dos ticks famosos no aparecían. Me limité a llamarle. Su teléfono se encontraba apagado o fuera de cobertura como mismamente me indicaba la mujer robot del teléfono.
Subí para despertar a Laura y avisarle que Lucía había desaparecido, que se había marchado sin más. Aun que yo misma puedo suponer por qué lo ha hecho.
Entré sin más en la habitación de las dos amigas y se encontraban conversando en la cama. Se asustaron al notar mi desesperación al abrir aquella puerta.

-Laura, necesito hablar contigo un segundo –dije con la intención de echar a Cristina de la habitación.
-Voy a bajar a pedir el desayuno…-añadió Cristina captando lo que yo quería.
Ella salió de la habitación y Laura con cara de no entender el por qué de mi cara de angustia.
-Lucía se ha marchado, sin más. –dije junto con un resoplo.
-¿Cómo? ¿A dónde? ¿Por qué? –preguntó Laura extrañada de su huida.
No pensaba contarle lo sucedido ya que ella cedería a comentárselo a su gran amiga Cristina y no es el momento para complicar más las cosas.
-Ni idea –respondí con disimulo.

Después de llamar cinco veces a Lucía y que el teléfono siguiera en las mismas opté por llamar a Pablo y comentarle lo ocurrido para que él mismo me ayudara con este remolino sentimental de la almeriense.
-Hola Aida ¿Qué ocurre? –preguntó directo el cantante.
-¿Cómo has sabido que ocurre algo, eh?
-Después de ver diez mensajes en Whatsapp diciéndome ‘’Necesito te ayuda’’ supongo que ocurrirá algo. –dijo riendo.
-Lucía ha desaparecido. –añadí directa.
-¿Cómo que ha desaparecido? –preguntó sorprendido.
-Esta mañana ya no estaba aquí ni su maleta ni ella, se ha marchado sin más.
-Por alguna razón será, digo yo. ¿Qué ha ocurrido? –preguntó preocupado Alborán.
-Es complicado de contar…-dije nerviosa.
-¡Cuéntamelo! –gritaba desde el otro lado del teléfono.
-Ella….ella…ella…-repetía la misma palabra todo el rato muy nerviosa- ella…
-¡Ella que! –dijo eufórico.
-Ella sigue estando enamorada de ti desde siempre y ayer al veros a Cristina y a ti juntos se le jodió el plan. Bueno, se nos jodió, que el plan era mío. –dije echándome flores.
-Me quedo mudo….-decía sorprendido- ¿De qué plan hablas? ¿Y cómo que yo con Cristina? ¿Qué es lo que quieres decir? –preguntaba constantemente.
-El plan de volverte a recuperar, por eso vinimos hasta aquí, no para que la zor…-detuve la palabra- la preciosa Cristina se quedase contigo. –añadí rectificando- ¡Deberías haber acabado con Lucía maldito seas! –le grité.
-¡NO TE ENTIENDO! –gritaba enfurecido- Mi cabeza no entiende que quieres decirme…lo siento.
-¡Que a Lucía le mata que estés con Cristina! –grité.
-¡Yo no estoy con ella! –gritó a un más.
Me quedé en completo silencio sin saber que responder a todo esto.
-¿Hola? Me parece que se ha cortado…–dijo el cantante al otro lado del teléfono.
-E-e-estoy aquí –dije balbuceando- ¿No estás con Cristina? ¿Y ayer fuera del local que es lo que pasó?
-Ella sentía cosas por mí, pero mis sentimientos no son los mismos. Simplemente le abracé, no quería que se sintiera mal después de todo aquello. No me jodas que Lucía piensa que estoy con…
-Ay ay ay…pero…pero que confusión más tonta, eh. ¡Aida mala, Aida mala! –me reía nerviosa.
-Entonces…¿Lucía sigue sintiendo algo por mí? –preguntó nervioso.
-¿Algo solo? Su mundo gira solo sobre ti. El caso es que tú…-me interrumpió.
-El caso es que yo le quiero igual o incluso más que desde el principio de nuestra historia. –añadió seguro de sus palabras
Mi corazón se encogió al escuchar las últimas palabras de Pablo.
-Búscale, y dile que le quieres de una vez.
-¿Dónde puede estar? –preguntó nervioso.
-¿De verdad piensas ir a buscarle? El centro de Madrid es muy grande Pablo…
-Pienso ir –añadió sin más.
-En ese caso...Madrid, seguro. A estas horas no ha habido ningún tren destino Málaga.
-Tengo que encontrarle…
-Suer…-me interrumpió colgándome- Suerte –dije acabando la palabra.