Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Cincuenta y cuatro.

Anteriormente.


-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase de un bonito libro junto con una sonrisa.

Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado separado de ella.

Narra Lucía.

Me besó. Me besó cómo besa la brisa a las hojas de los árboles en primavera, cómo las olas del mar besan a las rocas o cómo la música besa al corazón.
Separó sus dulces labios de los míos muy suavemente y mostró una sonrisa sincera. Sus ojos estaban iluminados, eran pura poesía.
Mi sonrisa tampoco se escondió en la oscuridad de esta noche y se dejó ver de tal forma que creará una bonita luz entre nosotros dos.
Suspiró sin saber que decir y se tumbó sobre su cama. Agarró su teléfono móvil. Una canción comenzó a sonar de él.

-You Got What I Need de Joshua Radin…es una canción perfecta –dijo junto con una sonrisa a la vez que sonaba la introducción de la canción.

Me acosté a su lado y nos quedamos mirando el techo a la vez que escuchábamos los preciosos arpegios de la guitarra.

-Baby you, you got what I need…Baby you, you got my sunshine –cantaba Pablo al mismo tiempo que Joshua mientras acariciaba mi pelo castaño.

Giré mi cabeza y le mire a sus ojos que estaban fijos mirando hacía el techo. Soplé en su mejilla para que me mirase y así hizo.

-¿Qué pasa? –dijo con una bonita sonrisa en su rostro.
-Son las once y media de la noche, tengo que irme hacía el hotel. –dijo levantando mi cuerpo.
Me cogió de la mano y tiro de mí hasta volver a quedar de nuevo tumbada. Se colocó encima de mí y posó su dedo en mis labios.
-¡Tú no te vas! –gritó a la vez que reía.
-¿Por qué tu lo digas? ¡Eh eh eh! ¿Por qué? –añadí también riéndome.
-Por qué se que esta noche es nuestra. Mis sábanas echan de menos tus curvas y mis amaneceres tus besos mañaneros. –dijo con un tono poético.

-No sé cómo lo haces pero siempre consigues convencerme –reí

Me acosté de nuevo a su lado y dejé que la música penetrara en mi corazón.
Le he echado de menos. Mucho de menos.

-¡Aida! –grité de repente al recordar que ella no sabía nada sobre mí.
-¿Qué ocurre con ella?-preguntó preocupado.
-No le he dicho que ya estaba todo arreglado…no sabe nada. –añadí a la vez que buscaba mi teléfono móvil.
-Aaaaaah…por eso ni te preocupes, ya está más que avisada. Antes le mandé un mensaje contándole en resumen lo que había ocurrido. Así que tranquila. –dijo quitándome un gran peso de encima.
-Menos mal….se me había olvidado por completo. –suspiré.

Me quedé mirando a Pablo mientras él cerraba sus ojos dejándose llevar por la música.

-¿Qué haces ahí de pie? ¡Vamos, ven aquí!
-¿Y si no quiero? –intenté seguir con el mismo juego de antes.
Se levantó de la cama y yo intenté huir antes de que pudiese cogerme. Agarró mi mano un segundo antes de que me fuera de allí y me atrajo rápidamente hacia la cama.
-¡Ves como vienes! –dijo mientras reía.
Eso no vale! –grité- ¡Es a la fuerza, jo!
-Vale, no será a la fuerza. –Dijo a la vez que me soltaba para que me marchase- Si quieres irte, vete…-dijo con un tono serio a la vez que se colocaba boca abajo en la cama.

Me quedé sorprendida con su reacción. Lo había dicho bromeando, no pensé que se lo tomase en serio.
Me acerqué y me tumbé a su lado.

-Oye, era broma, me quedaré contigo esta noch…-me interrumpió.
AHÁ! ¡Ahora has venido tú y no ha sido a la fuerza! –dijo levantando su cuerpo rápidamente.
-¡Me habías asustado! –le pegué en el pecho.

Comenzó a reírse de tal forma que me contagió esa risa. Esa risa que cada persona que la escucha automáticamente sonríe. Esa risa que le caracteriza tanto. Esa que crea un ambiente tan risueño, tan tierno. Creo que todo el mundo sabe de qué risa hablo.

Poco a poco fue bajando el tono de las preciosas carcajadas y acabó silenciándose.

-¿Ya has terminado de reírte de mí? –dije subiendo una ceja.
No! –dijo a la vez que soltaba alguna que otra carcajada más.
-Uy ¡Qué risa! ¡Me parto y me mondo! –dije imitando al famoso personaje de Paco León en la serie Aida.
-Ahora sí, ya paro. –dijo sonriente.

Nos quedamos completamente en silencio. Se levantó de la cama y se colocó las zapatillas.
-Vamos ¡Salgamos a dar una vuelta! Hoy la luna está realmente preciosa. –dijo a la vez que miraba por la ventana.
Con una sonrisa le contesté. Me coloqué las Converse y salimos fuera.

Mientras caminábamos hacia dónde los pasos nos guiaran, me agarró de la mano, la acariciaba mientras y eso me hizo sentir demasiado feliz.
Le miré y sonreí.

-Recuérdalo: La luna tiene motivos para envidiar tu sonrisa.  –me dijo mientras miraba hacia el cielo.
-O tiene motivos para envidiar que yo esté mucho más cerca de ti. –reí.
-¡Eso ya no lo creo! –rió.

Se podía escuchar por las calles la música salsa de una de las casas de la calle. Sería alguna fiesta o algo por el estilo.
Una gota de agua calló en mi nariz. Miré hacia arriba y pude observar que muchas más empezaban a caer.

-Llueve –dijo sonriente Pablo.
-No me digas –añadí sarcástica.
La lluvia comenzó a caer cada vez más rápido y fuerte.
-Vamos a casa, corre. –dije tapándome la cabeza.
Pablo quitó mis brazos de mi cabeza y agarró mis manos. Se colocó en medio de la carretera solitaria y comenzó a bailar la salsa que se escuchaba de fondo.
-¡Nos vamos a resfriar! –le gritaba a la vez que me reía mientras me cogía de las manos y bailaba conmigo.
-¡No importa que llueva si estoy cerca de ti! –citaba la frase de una canción de Efecto Pasillo.
Los dos, hasta con la ropa interior mojada, bailábamos y reíamos debajo de esta fuente de lluvia que caía sin parar.
Aun no podía creerme que volviese a estar así con él, que volviese a reír y divertirme con él de esta forma.
Pablo extendía sus brazos y dejaba que la lluvia madrileña calase su piel.


La farola que nos alumbraba se apagó y nos quedamos a oscuras. Toda la calle a oscuras, las casas a oscuras y la música dejó de sonar. Todo se volvió muy silencioso.

-Se fue la luz en el barrio –rió Pablo. 
-Creo que deberíamos irnos a casa –dije a la vez que escurría mi camiseta.
Caminamos hacía el hogar algo congelados.

-Voy a mojar el suelo de tu casa. –Le dije antes de poner el primer pie dentro del salón.
Pablo se quitó los zapatos y me cogió en brazos mientras se reía.
Me llevó hacía el cuarto de baño y me dejó en el suelo.
Encendió cinco velas ya que la luz se había ido por las fuertes lluvias. Cerró la puerta del baño y empezó a quitarse la ropa mojada.
-Una buena ducha caliente ¡Es lo que realmente viene bien ahora, sí! –decía mientras sus dientes tiritaban del frío.
Cuando se quitó su ropa se quedó mirándome y me quitó la camiseta.
-¡Vamos! –decía animándome- Ya verás que bien te va a sentir la ducha.
Poco a poco me quitaba la ropa con demasiado frío.

Se adentró en la ducha y dejó caer las primeras gotas de agua en su cuerpo.
-¡DIOS MIO! ¡ESTO SI QUE ES VIDA! –gritó- ¡Vamos, ven!
Me quité toda la ropa y me adentré junto con Pablo en la ducha. Dejé que las gotas de agua caliente recorriesen mi cuerpo y suspiré de lo bien que sentía.
Pablo acariciaba mi piel mojada y posó su barbilla en mi hombro mientras el agua se deslizaba por nosotros.

Besó mi cuello y posó sus manos en mi cintura desnuda. 

-Echaba mucho de menos esto de sentir tu piel. –dijo muy dulcemente.
-Por fin te puedo sentir. –sonreí.
-Por fin lo puedo sentir, te conozco y te reconozco que por fin se lo que es vivir, con un suspiro en el pecho, con cosquillas por dentro…-cantaba Pablo una canción que aun no había salido a la luz.
-Este Septiembre va a ser tu mes. –le dije sonriente.

Cerró el agua y salimos de la ducha aun con frio.
-Me quedaría la vida debajo del agua caliente. –me dijo mientras se colocaba una toalla por su cintura.
Me empecé a mirar al espejo por las ojeras que llevaba. Pablo apareció por detrás de mí y me abrazo por la cintura.
-¡Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi voz a cambio de una vida entera! –seguía cantando.
-¿Andas ensayando todo el día? –reí- Lo poco que he escuchado la canción…¡me encanta!
-Ojalá los demás digan lo mismo –decía preocupado.
-Sabes que les gustará ¡todo lo que haces lo haces con cariño y eso la gente que te sigue lo ve y les encanta aun más! Hasta la gente que apenas te conoce va a decir que te has lucido…
Besó mi mejilla y agarró uno de mis mofletes.
-Siempre consigues animarme –dijo con una sonrisa.
-Esto consiste en no dejarte caer nunca. –añadí.
Una sonrisa tonta salió a pasear por el rostro de Pablo. Sus manos acariciaban mi espalda lentamente.
-Puede que ya haya venido la luz –dije curiosa.
-Puede ser…-añadió Pablo a la vez que iba a comprobarlo.
Efectivamente la luz ya había regresado al barrio.

Me dirigí hacía su habitación y me dejó un pijama suyo para que pudiera ponérmelo.
-Tengo miedo…-añadí.
-¿Por qué? –preguntó él preocupado.
-No quiero que cambie mi vida después de lo de hoy, tan solo quiero estar bien contigo…-dije con un nudo de garganta.
-Esto va a ser una montaña rusa. Ahora empieza la cuesta dura pero luego todo volverá a la calma, es cuestión de tiempo. –Dijo mientras acariciaba mi hombro- Se que la he fastidiado haciendo todo eso en público, pero es algo que no se puede esconder. Quizás ahora mismo Twitter está ardiendo a causa de la noticia, pero prefiero ni mirarlo. –decía inquieto.
-¿Y si tus fans me amenazan? ¿Y si me tiran piedras? ¿Y si…-me interrumpió.
-No van a hacer nada de eso, es más, creo que lo entenderán. Soy una persona normal, que tiene que tener una vida detrás de un escenario, es algo corriente. –añadió riéndose por mis preocupaciones.

Al terminar de colocarme la ropa me tiré sobre la cama boca abajo y respiré hondo intentando relajarme.
Pablo se colocó encima de mí, tumbado de la misma forma y besó mi mejilla.
-No te preocupes, todo saldrá bien. –dijo calmándome.
Se tumbó al final al lado derecho de la cama y suspiró.
-Con un suspiro en el pecho…-añadió.

Finalmente quedamos los dos envueltos en los brazos de Morfeo, llevándonos hacia un sueño profundo. Había sido un largo día de locura y emociones.

..
A la mañana siguiente me desperté a causa de que mi teléfono sonaba con desesperación. Había dejado pasar la primera llamada, y la segunda, la tercera la cogí por preocupación.
Pude ver que era Aida quien llamaba con mucha inquietud.
-Dime…-dije con voz adormilada.
-Tía Pablo y tú habéis salido en la tele, que fuerte que fuerte. –decía entusiasmada.
-¿Por qué te alegras? ¡Yo no me alegro! –dije algo enfadada.
-Que mi amiga se hace famosa, que fuerte que fuerte. –seguía con su entusiasmo.
-¡No! ¡Eso no está bien! –grité.
Pablo giró su cabeza y abrió un ojo para ver que me sucedía.
-Duérmete, no es nada…-susurré mientras Aida me hablaba.
-Tía, pero piensa que es mejor que todo el mundo sepa tu relación con Pablo ¡No tenéis que esconderos ni nada por el estilo!
-¡Pues ahora me siento más vigilada que nunca!
-Ya verás como todo cambiará, hazme caso…-intentó calmarme.
Resoplé demasiado fuerte y no contesté a ello.
-Te dejo que me voy a la pelu, luego nos vemos morena. –colgó el teléfono.

Volví a resoplar y me tumbé de nuevo al lado de Pablo.
Él volvió a abrir los ojos y me regaló una sonrisa mañanera.
-¿Qué pasaba? –decía a la vez que bostezaba y se estiraba.
-Aida, que me ha llamado para decirme que hemos salido por la televisión…-dije con un tono enfadado.
-Todo esto es normal, luego se olvidarán…ten paciencia.
-Ya te dije ayer que no quiero que mi vida cambie. –Dije mientras me vestía.
Pablo resopló y se echó la almohada en la cara.

..
Más tarde, nos dirigimos hacía el hotel donde se encontraban las tres mosqueteras que dejé ayer preocupadas.
Pablo me dejó en la puerta para que no nos volviesen a ver de nuevo juntos de momento para no seguir llamando demasiado la atención.
Al entrar por la puerta de la habitación Aida corrió hacia mí y me sacó de ella rápidamente.
-¡Yo de ti no entraba! –gritaba cortándome el paso.
-Venga ya ¿Qué pasa? –le aparté riéndome.
-Tía no entr…-el gritó de Cristina le interrumpió.
-¡ERES UNA ZORRA! –Me gritó a la vez que se dirigía hacia mí con rapidez.

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¡Hola familia! Siento de verdad toda esta tardanza para subir este capítulo, pero cómo ya sabéis cuando empiezan las clases suelo desconectar mucho más de la novela y centrarme más en estudios aun que eso me cueste también. 
Os quería pedir un favor y es que si tenéis alguna idea para continuar esta novela que me lo digáis por MD de Twitter @Alboran_ista o @Sara_Bouvier o por gmail Saragonzalvez98@gmail.com. Me está costando muchísimo seguir esta novela ya que las ideas se me acaban por completo. ¡Si no quieres que deje a mitad esta novela y tienes alguna idea no dudes en contactar conmigo! Serias de gran ayuda.
Un beso para todas. ♥


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