Anteriormente.
Narra Lucía.
Separé mis labios de los suyos lentamente y miré a mi alrededor. Tres cámaras captaron todo lo que había sucedido en los últimos momentos, pero a Pablo no parecía importarle. Yo no pensaba lo mismo.
-Me lo ha contado todo Aida.
-¿TODO? –preguntó nerviosa.
-Todo. –añadí.
Ella se quedo seria al escuchar mi última frase.
-Entonces…¿Sabes que yo…? -mordió su labio preocupada.
-Sí. Yo también.
-¿Tú también me…? –le interrumpí.
-Mira ahora mismo sueño con eso de volver a empezar. De 0. Aquí. Ahora. Contigo.
Sus ojos empezaban a volverse cristalinos al escuchar mis palabras. Cogió aire y lo expulsó lentamente.
-Pablo no quiero joderte la vida, hay cámaras. –dijo nerviosa en voz baja.
Dio media vuelta para irse. Sabía que todo lo hacía por las cámaras, por ahorrarme explicaciones en televisión de todo esto.
Cogí su mano y le giré haciendo que me mirase a los ojos.
-Ven a quererme, o a joderme la vida. Ven a joderme, o a quererme la vida ¡PERO VEN! –grité deseando tenerla junto a mí de nuevo, sin importarme los medios.
Ella rápidamente se abalanzó hacía mí posando sus manos en la parte de atrás de mi cuello y besó mis labios.
Narra Lucía.
Separé mis labios de los suyos lentamente y miré a mi alrededor. Tres cámaras captaron todo lo que había sucedido en los últimos momentos, pero a Pablo no parecía importarle. Yo no pensaba lo mismo.
Cogí su mano y salí de aquel lugar para deshacerme de la
prensa cuanto antes. Comencé a caminar hacia el hotel dónde se encontraba Aida
y las demás para esconder nuestros rostros ahí mismo. Las cámaras de Telecinco
nos seguían junto con una periodista, parecía que no pudiese deshacerme de
ellos jamás.
Pablo no decía palabra alguna, solo seguía mis pasos
rápidos.
-Toma, las llaves de mi casa. Es la puerta 4. –añadió Pablo.
Abrió mi mano y las dejó caer en ellas.
Hizo parar a un taxi que se encontraba vacío y dijo la calle
dónde tenía que llevarme. Abrió la puerta del auto e hizo que me metiese
dentro. Él se quedo en el exterior.
Tras pasar 15 minutos, el taxista me dijo que ya había
llegado.
-¿Cuánto te debo? –le pregunté amablemente.
-Ya me lo ha pagado el joven. –sonrió.
Salí del taxi y justo en frente tenía la puerta número 4
cómo Pablo me había dicho. Una bonita casa, con un pequeño jardín y el exterior
muy bien diseñado. Se notaba a primera vista que venía de una familia de
arquitectos.
Con miedo abrí la puerta por si me veía alguien y podría
pensar cualquier cosa.
Me quedé mirando el bonito jardín de un lado a otro y de
repente alguien tocó mi espalda.
Mi corazón se paró al sentir esa mano y me giré rápidamente.
-¿Quién es usted? –me preguntó una mujer de unos 45 años-
Pablo no recibe a fans en su domicilio, lo siento, no puede colarse así por qué
sí. –Dijo malhumorada.
-No, no son fan. Bueno sí, me gusta su música, pero él no me
considera cómo fan. –me explicaba mal-
-No le entiendo. –añadió.
-Él me dio sus llaves y me dijo que viniera. –Le dije
enseñándolas- Soy Lucía…encantada.
–extendí mi mano.
-¿Lucía? ¿De Málaga? –preguntó la mujer asombrada.
-Eeeeeeeeem, sí ¿Por qué? –dije extrañada.
-¡Pablo me ha hablado mil veces de ti! ¡Por fin le conozco!
–dijo ella a la vez que me daba dos besos.
-Yo soy Luz María, vengo de vez en cuando a limpiar la casa
y regar el jardín. Pablo está demasiado ocupado para hacerlo –rió- Venga
conmigo a la casa, no se quede ahí parada.
Abrió la puerta y nos adentramos en el hogar.
Mis ojos rodeaban su casa. Observé todo lo que se encontraba
a mí alrededor. Era una casa bastante preciosa y cómoda para una sola persona.
-¿Te gusta? –Preguntó Luz María.
-Es…preciosa. –dije sorprendida.
-Ojalá tuviese yo una casa así –bromeó- Siéntese –dijo señalándome
el sillón- ¿Quieres café?
-No, muchas gracias, de verdad. –respondí con una sonrisa.
-Yo me voy a marchar ya que tengo que recoger a mis sobrinas
de casa de unas amigas suyas –añadió sonriente- Cualquier cosa llámeme si Pablo
no le coge las llamadas. Ha sido un placer conocerla –dijo mientras salía del
hogar.
-Lo mismo digo –dije justo cuando cerró la puerta.
Me quedé pensativa mirando fijamente a la pared. Cuando
reaccioné, comencé a mirar su casa de arriba abajo. Siempre he sido una persona
demasiado cotilla.
Entré en su habitación y observé la bonita guitarra que
había apoyada en la pared. Al lado, se encontraba una mesita de noche dónde
había una foto de un niño pequeño. Me acerqué a verla y cogí el marco.
Era él. Supe que era Pablo por esa sonrisa tierna y la forma
de sus ojos al reírse. Unos rizos traviesos jugaban por su cabeza y varios
lunares por su cara formaban una bonita constelación. Era el niño más bonito
que había podido ver jamás.
Dejé el marco cómo estaba y cogí una libreta que se encontraba
al lado de la foto. La abrí sin miedo.
‘’Tu me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi
voz a cambio de una vida entera’’
La primera frase que observé de una de las últimas páginas del
cuaderno y ya me sorprendió. 20 palabras que ya convertían esa canción en
perfecta. ‘’Por Fin’’ pude leer al principio de la página. No seré muy fan de
su música, pero se lo suficiente como para saber que esa canción no ha salido a
la luz.
Cerré la libreta y me tumbé en la cama. Noté que era un
colchón demasiado bueno cómo para fundirme en él y dejar que Morfeo me
envolviese en sus brazos para caer en un bonito sueño de tarde. No tardé en
cerrar los ojos y dejarme llevar.
Abrí mis ojos y miré el reloj de muñeca que tenía Pablo
encima de la mesa de noche. Las nueve y media de la noche. Me coloqué las
zapatillas y fui hacía el comedor para coger mi móvil que se encontraba
cargando.
Me quedé quieta al ver a Pablo posando dos vasos justo al
lado de una caja de pizza.
-Anda, ya te has despertado –dijo con una bonita sonrisa.
-Perdón…-dije avergonzada por haberme quedado dormida.
-No me pidas perdón por eso, anda. –rió- Pizza de cuatro
quesos, tu preferida. –añadió a la vez que abría la caja.
-Vaya, tras despertarme de una siesta me encuentro contigo
diciéndome que tiene una pizza de cuatro quesos. Tres cosas que me encantan. –reí.
A Pablo le salió una sonrisa tonta al escuchar mi última
frase. Se sentó en el sofá y agarró un trozo de pizza. Me senté a su lado y
miré ansiosa la comida.
-¿Qué ha ocurrido con lo de antes? –pregunté nerviosa y con
un trozo en la mano.
-Solo tienes que decir lo que quieren escuchar, y te dejarán
en paz. No hay nada que ocultar ya. –añadió serio.
-Esta situación me acojona. –dije con la boca llena.
Pablo suspiró y pegó otro mordisco a su trozo.
Al terminar, me quedé tumbada en su sofá posando mi cabeza
en sus piernas. Comenzó a acariciarme el pelo lentamente mientras veíamos la
televisión.
Se quedó mirándome y adentró una risa enamoradiza al
ambiente.
-¿Qué ocurre? –añadí extrañada.
-¿Por qué hemos estado separados todo este tiempo?
Esa pregunta me dio mucho que pensar. Llevamos bastante
tiempo separados, cuando en verdad nos queríamos el uno al otro. El tiempo nos
decía ‘’NO’’. Quizás este era nuestro momento y no hace un mes. Es algo muy
extraño.
-Hice mal no diciéndote lo de Lolo y bueno…-me interrumpió.
-Eso ya no importa. –añadió- El caso es que hemos estado
separados y en realidad nos necesitábamos. –dijo sonriente.
Me levanté y me quedé mirándole fijamente con una bonita
sonrisa. Él no tardó en acercar su rostro al mío y jugó a rozar mis labios sin
llegar a besarlos mientras una risa tierna salía de su boca.
Me echó para atrás poco a poco y me dejó tumbada de nuevo en
el sofá. Su mirada perversa ponía el ambiente más caluroso. Acercó de nuevo sus
labios. Abrieron de repente la puerta de la casa.
Pablo se giró rápidamente.
-¡Mariola! ¡Llama antes! ¡Las llaves son para emergencias! –gritó
a la vez que se levantaba.
Ella se quedó mirándome algo sorprendida y con una mirada
que no era demasiado buena.
Narra Pablo.
Me cogió del brazo y me llevó hacía mi habitación demasiado
cabreada.
-¿Ves normal el jaleo que has causado? –decía a la vez que
me enseñaba una foto en el móvil donde aparecía mi beso con Lucía de esta
tarde.
Bajé mi mirada algo arrepentido de lo anterior.
-Que sí Pablo, que le quieres y todo lo que sientas por ella
¡Pero esto es otro mundo! ¡Si tienes novia vendes menos! ¡Ya hemos hablado de
esto muchas veces! ¡Y encima ahora dentro de pocos meses sacas nuevo disco y no
te conviene todo esto! –me gritaba.
-¿Crees que me importa tanto si vendo muchos discos o no? La
gente que de verdad me apoya no creo que les importe.
-Esto es muy diferente Pablo. Si no vendes discos, pocos
premios ganarás y poco a poco se irán olvidando de ti, serás una moda pasajera,
cómo lo son muchos jóvenes de ahora cómo por ejemplo: Los dos gemelos que
salieron en la voz o la ganadora de ese mismo concurso. Así no podrás dedicarte
más a la música ¿Lo vas entendiendo? –decía muy alterada.
-Mariola se que te molesta todo esto, pero déjame
intentarlo, solo por esta vez. No quiero volver a perderla. –dije con un nudo
en la garganta.
Ella se quedó muda sin saber que responder.
-Cómo las cosas cambien demasiado, recuerda lo que te he
dicho hace medio minuto. Y tomaremos medidas. –Dijo saliendo de la habitación-
A ver qué le digo yo ahora a los medios.
-Nada va a cambiar, te lo aseguro. –sonreí.
Mariola salió por la puerta de mi casa sin despedirse.
Estaba demasiado frustrada por todo esto y lo entendía.
Lucía clavó una mirada preocupante en mí.
-Tranquila –respondí mientras me acercaba a ella.
Se levantó del sofá y fue hacía mi habitación. Salió al
pequeño balcón y suspiró.
-¿Qué te ocurre? –pregunté preocupado.
Ella dejó un espacio silencioso. Apoyé mi cabeza en su
hombro y le abracé por detrás.
Se dio media vuelta y me miro seria.
-¿Qué va a pasar con nosotros?
-Te voy a ser lo más sincero que puedo. Tienes dos caminos:
Estar conmigo pero tener que soportar alguna que otra prensa o no tenerme y
vivir de lo más normal posible, vamos, cómo has hecho hasta ahora. –dije nervioso.
Ella resopló muy agobiada. Entró en la habitación y
rebuscaba su bolso. Sacó un cigarro pero no lo llegó a encender.
-No, ahora no. –dije quitándoselo de las manos- Tu cigarro ‘’relajante’’
no te va a tranquilizar.
Se quedo en completo silencio, ninguna palabra salió de su
boca en dos minutos.
-Tu silencio habla demasiado –dije desilusionado mientras
comenzaba a andar hacía la puerta.
-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no
arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este
mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a
vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase
de un bonito libro junto con una sonrisa.
Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella
y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado
separado de ella.
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