Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

domingo, 23 de agosto de 2015

NOVELA CERRADA.
Cuando algo deja de motivarte, no puedes seguir con ello.
Gracias a todos por haberla leído hasta entonces, pero escribir no es lo mio. ¡Besos inmensos!

sábado, 18 de abril de 2015

Cincuenta y siete.

Narra Pablo
Han pasado dos días desde la última vez que hablé con Lucia. O yo estoy muy ocupado, o ella no me responde a mis llamadas, ni a mis mensajes. Ella nunca ha sido de usar mucho su teléfono móvil para hablar por Whatsapp, pero no pensé que se pasara días. Tampoco pensé que se despreocupara tanto de mí.
En estos dos días en lo único que he pensado es en ir a verle. Luego recuerdo en todo lo que tengo que hacer esta semana y ese gran pensamiento de ver su bonita e iluminada sonrisa desaparece de inmediato.

‘’Sonríe, sonríe, sonríe’’ es lo que piensa mi cabeza a cada segundo. ‘’No pueden verte preocupado’’ mi segundo pensamiento.
Quizás fingir que estoy genial es lo que se me da de puta madre. Tampoco estoy mal, porque las grandes cosas de mi vida están sucediendo ahora mismo y eso es fantástico. Digamos que estoy en unos días que…no son mis días. Podrían ser mejores.
-Entras en plató en 5 minutos –Me dijo el presentador de El Hormiguero, Pablo Motos.

Los nervios de la gente se podían notar a metros. Me asomé sigilosamente por la cortina del plató para ver las bonitas caras de la gente que tanto me admira (y que yo admiro más a ellos)
Me dieron la gran señal para salir y pegué unos saltos para relajarme. Me colocaron los cables del micrófono por debajo de la camiseta. Noté la fría mano en mi espalda de la joven chica nerviosa y me dio un pequeño escalofrío.
-Hoy ha venido a divertirse a El Hormiguero: Pablo…¡ALBORÁN! –Gritó entusiasmado Pablo Motos.

Salí con todas mis ganas al plató mientras lanzaba inmensos besos a la gente. Algunos focos me cegaban mientras miraba a la gente de arriba, pero no podía ver sus caras de emoción. Decidí mirar a las primeras filas.
Me senté en la silla y bebí un poco de agua que había encima de la mesa.
''Por Fin’’ sonaba de fondo mientras la gente la cantaba con una gran sonrisa. Otras lloraban de la emoción y eso hacía que mi piel se erizara. Pablo comenzó a hacerme preguntas sencillas. Las incómodas vendrías después.

Después de un pequeño rato, dieron paso a los anuncios. Me levanté para sacarme algunas fotos con la gente. Una. Otra. Una pareja. Un grupo de amigas. Una madre e hija. Un padre e hija. Una madre e hijo. Una abuela y su nieta. Lucía. ¿Lucía?

La miré sin creérmelo y sonrió vergonzosa.

-¿Qué haces aquí? –Pregunté sin llegar a creérmelo.
-Tú sácate la foto conmigo y calla –rió.
Esta situación era demasiado cómica. Como mi propia pareja se saca una foto conmigo fingiendo ser una más de mi familia musical.
Los organizadores le metieron prisa y en seguida querían quitármela de las manos.
-Luego hablamos, pide que te dejen quedarte, que te lo he dicho yo –Le dije susurrándole.
-Vamos, los siguientes –dijo uno de los organizadores echando a Lucía rápidamente.
Se despidió de mí y fui a darle un beso en los labios pero olvidé que estoy en la televisión. Ella me esquivó rápidamente disimulando y me dio un abrazo.


Al rato volvimos a colocarnos para seguir con el programa, pero mi mente se iba a Lucía. Le buscaba con la mirada pero no logré encontrarla, los focos estaban algo fuertes.

-Y cuéntame Pablo ¿Alguna mujer en tu corazón? –dijo el presentador con mucha intriga.
-Uuuuuhh –decía el público mientras una canción romántica ambientaba ese momento incomodo para mí (Pero estaba acostumbrado a esa pregunta tan común)
Supuse que en ese momento Lucía estaría en tensión. No le gusta que nos escondamos, tampoco que le persiga la prensa, pero una de las dos cosas tenía que elegir.
-Mi madre, mi madre es la mujer de mi corazón –reí.
-Típica respuesta para huir de la pregunta –respondió una de las hormigas junto con una  graciosa risa.
-Mi madre también está en mi corazón, claramente. –rió mi tocayo- Pero yo me refiero a el otro tipo de amor.
-Uuuuh –repitió el público y esta vez con una música más sensual.
Reí vergonzoso y pensé la respuesta varias veces.
-Sí, bueno, hay una chica por ahí…-dije vergonzoso acariciándome la nuca.
-¿Por ahí? –repitió Pablo pero con interrogaciones.
-Por ahí, ya sabes, en mi vida –reí ya que no supe que contestar bien.
-Uuuuuuuuuuuuuh –decía el público.
-¿Y cómo vas de sexo? –preguntó Pablo.
En El Hormiguero no pueden faltar las preguntas que te ponen entre la espada y la pared.
-Bien, supongo –reí.
-Uuuuuuh –repitió el público.
-Hombre, a ti no te faltará. –rió una de las hormigas.


35 minutos más tarde acabó el programa y me dirigí hacia el camerino.
Allí ya se encontraba Lucia, sentada en uno de los sofás, con las piernas cruzadas y una sonrisa reluciente.
Cerré la puerta y me dirigí rápidamente hacía ella. Le besé con ganas, muchas ganas, tantas que ella comenzaba a reírse de lo desesperado que parecía.

-Me vas a gastar los labios –reía.
Me abrazó y dejó un beso en mi cuello.
-Te echaba muchísimo de menos ¿Me oyes? Muchísimo –dije mientras le apretaba los mofletes.
-Y yo…-contestó no con muchas ganas.
-¿Ocurre algo? –pregunté preocupado.
-No, nada…
-Ese nada no me convence –respondí aun más preocupado.
-El nuevo trabajo que, hay cosas…bueno, ya te contaré…-dijo mientras se acariciaba la nuca nerviosa.
-Luego en casa me cuentas más –le dije mientras le tocaba el pelo.
-No, no me quedo en Madrid varios días. He venido con el autobús especial para el público de El Hormiguero de Málaga que nos han ofrecido, y salimos mañana bien temprano y me quedo en un hotel.
-Joder…pensé que podríamos pasar más tiempo juntos…-dije apenado y cerrando el puño muy fuerte.
-Lo siento…lo de El Hormiguero ha sido una pequeña loca escapadita para poder verte aun que sea un poco –dijo con media sonrisa.
-Y te lo agradezco, no podía pasar un día más sin verte –le dije mientras posé mis labios en su frente.

Le cogí en brazos y le besé dulcemente. Le senté encima de la mesa con espejo del camerino y me pegué a ella haciendo que la temperatura subiese más y más en estas cuatro paredes.
Pasé mi mano por debajo de su camiseta y ella me frenó.
-Para…no querrás que entre alguien y te vean haciendo esto. –dije mientras miraba desconfiada a la puerta.
-No va a entrar nadie, y si es así, primero tocan a la puerta –sonreí.

Me miro con una mirada muy pícara y puso sus manos en mi trasero y me acercó más a ella.
No tardé en reír y morder su labio a la vez que subía su falda y me deshacía de su ropa interior. Posó sus manos en mi cinturón, abrió mi botón y bajó la cremallera. Podía notar mi erección y ella sonrió. La acerqué a mí y bueno, ya se sabe el resto. Suspiros de placer iban al compás del sonido de la mesa contra la pared.
Tocaron a la puerta y Lucía se puso nerviosa. Le tapé la boca.

-Estoy ocupado ¿Qué ocurre? –dije muy simpático a la persona que se encontraba detrás de esa puerta.
-Le traigo algo de comer –dijo una voz de una joven chica.
-Gracias pero…no tengo hambre –dije mirando a Lucía con una sonrisa pícara.
-Se lo dejo justo en la mesa de aquí fuera.
-Gracias guapa –agradecí amablemente.
Lucía se bajó de la mesa y cogió su ropa interior.
-¿Qué pasa? –pregunté extrañado.
-No quiero que nos pillen haciendo algo –rió- ¿Qué pensarían de ti? Encima si me han visto antes como de público. Pensarán que te tiras a tus fans –resopló.
-Bueno, tienes razón la verdad…no se que hubiese hecho si nos hubiesen pillado.

-Pablo, tengo que ir yéndome al hotel, perdona…-dijo apenada.
-Te acompaño –le dije besándole la mejilla.
-No, tranquilo, está a dos calles de aquí, no es nada –sonrió- tú te tendrás que ir con Esperanza supongo…
-Sí, pero…-me interrumpió.
-Ya hablamos –sonrió.
Me abrazó fuerte y me besó los labios muy delicadamente.
-Espero verte pronto –dijo acariciándome las mejillas.
-No tardaré en ir, te lo prometo –sonreí.
Salió del camerino y un vacio se apoderó de mí. Ahora todo volvía a oscurecerse, un poco menos, pero…seguía oscuro.
Necesito verla más, esto no puede seguir así.

Narra Lucía.

Llegué a mi habitación de hotel  y me tiré sobre las elegantes sábanas blancas que me abrazaban con su fresco aroma.


Suspiré. Miré hacia el techo y pensé en él. En Eric, Eric Varn.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cincuenta y seis.

Anteriormente

-Me encanta lo que escribes, lo haces genial –dije ilusionada por tenerlo delante- Periodista, que bien…espera…no, no, no, que bien no. –dije recordando que tengo a Pablo Alborán en mi vida.
-¿Qué? ¿Bien por qué no? –preguntó Diego confuso.
-Sam…¿te das cuenta que has metido en casa a una persona con una profesión que no es buena para mi vida?
-Espera, se que eres la chica de Pablo Alborán, pero no soy de esos que van a jugarse a una gran persona como tu tía por unas grandes noticias cómo la vida privada del cantante.
-Lo siento Sam, pero yo no puedo estar aquí con él…

Subí hacía mi habitación a por mis cosas.

Narra Lucía.

Subí a por mis cosas a mi habitación pero Samanta me detuvo.
-Hablemos a solas…-me dijo seriamente.
Tan solo afirmé con la cabeza y nos dirigimos hacía la cocina para hablar más tranquilas las dos solas.

-Dale una oportunidad, solo una. Te prometo que no va a pasar nada. –me dijo con una mirada apenada.
-Sam, no es por mí…-dije mientras acariciaba su brazo- es por Pablo. Si yo no estuviera con él sabes que yo no tendría problema de que Diego se quede.
Sam se sentó en una de las sillas de la cocina y con la voz casi apagada resopló y tiró su primera lágrima de la conversación.
-Si tengo que decirle que se vaya de casa, lo haré. Tenía demasiadas ganas de centrar la cabeza de una vez en mi vida y dejar que el amor haga que todo fluya con una sonrisa, pero lo que no quiero es que a ti te perjudique y encima tenga que perderte –dijo Sam con sus palabras más sinceras.
-A mi no me vas a perder nunca, Sam –dije con un nudo en la garganta al verle así.
-Me he dado cuenta que no puedo vivir sola, no puedo. Desde la muerte de tu hermano es cómo que falta un trozo de mí –decía tocándose el corazón con el puño-  y tu eres la única que poco a poco lo está llenando. –decía entre lágrimas.
Lentamente fueron cayéndose lágrimas calientes de mis ojos que deslizaban por mis mejillas suavemente. Cada vez que habla alguien de la muerte de Borja mis ojos dejan de ser secos y pasan a ser cristalinos y húmedos.
-Iré a decirle a Diego que se marche si es así, espero que no me deje después de esto. –decía mientras se levantaba de la silla un poco mareada
-Espera, tía Sam. –dije antes de que saliera del todo de la cocina- Que se quede…
Poco a poco en el rostro de mi tía fue amaneciendo una sonrisa.
-¿Estás segura? –preguntó
-Como de esta casa salga algo le patearé el culo –reí- Y deja de mirarme así y dame un maldito abrazo, joder –reí de nuevo.
Mi tía se secó las lágrimas y me abrazó lo más fuerte que pudo. En su abrazo noté el amor de una madre.
-Eres como la hija que nunca pude tener –me dijo al oído entre sonrisas.
-No me creerás, pero lo he notado en tu abrazo –dije mientras me separaba de ella.
Seguía secándose las lágrimas, respiro hondo y salió de la cocina directa hacia Diego. Beso sus labios y le acarició la cara.
-Todo está bien –le dijo mientras le cogía de la mano.


Se le veía enamorada, y eso me ponía feliz. Evitaré que haya conversaciones con Diego sobre mi relación con Pablo.

Narra Pablo.

Tirado en la cama con la luna observándome desde la ventana, cogí el teléfono y abrí el Whatsapp para darle las buenas noches a Lucía.

-Buenas noche Lulú –le dije junto con un emoticono de una luna y una cara sonrojada.
Apareció el color azul en los dos tiks y no tardó en aparecer un ‘’escribiendo…’’
-Que duermas bien, idiota –dijo junto con un emoticono de un pollito saliendo de un huevo.
-Tan romántica como siempre –añadí con una risa-
-Ahá –contestó con un emoticono de una mano con dos dedos- Te quiero, buenas noches.
-Adiós, sueña conmigo –reí.

Cerré la conversación y bloqueé el móvil. Suspiré mientras miraba al techo y pensaba en los días que quedaban para volver a verle. Tan solo quiero un día de descanso para poder escaparme y verle de nuevo.

Una semana después.
Narra Lucia.

La luz del sol iba directa a mi cara y eso causo mi despertar.  Una suave brisa entro por mi ventana y no tardé en levantarme, cerrarla y ponerme algo caliente lo antes posible. El otoño ha comenzado y se notaba más que nunca, sobre todo por qué necesitaba un cálido cuerpo que me abrazase y parase mis temblores por la mañana a causa del frio, cosa que no tenía. Corrijo, sí tengo, pero lejos.
Los días pasaban, y Pablo seguía sin tener un hueco para venir a verme. Ni si quiera para que pueda ir yo y pasar un rato juntos. Todo era tan desesperante.

Entré al cuarto de baño. Me peiné mi lacio pelo que por las mañanas hacía que me convirtiese en el rey de la selva.  Me lavé la cara y recogí mi pelo con una pinza.
Mi móvil comenzó a sonar y una chispa de esperanza recorrió mi cuerpo esperando a que fuese Pablo.
Miré la pantalla y vi que ponía ‘’Mamá’’. Resoplé por las falsas esperanzas.

-Dime –dije un segundo después de descolgar el teléfono.
-Tu relación con Pablo está haciendo que toquen al timbre de casa diez veces al día. –gruñó.
- Si me has llamado solo para echarme la bronca como si fuese una niña, preferiría no hablar –añadí enfadada- Se pregunta un ‘’¿Qué tal estás? Hace un mes que no te llamo’’
-No siempre tengo que llamar yo, hazlo tú también.
-Lo hago, pero no lo coges.
Mi última frase creó un corto silencio entre la comunicación telefónica.
-¿Algo más de lo que quejarte o puedo ir a desayunar ya? –dije esperando alguna palabra de mi madre.
-Puedes ir a desayunar, sí.
-Gracias, que tengas un buen día. Ya hablamos el mes que viene. –colgué de malas maneras.

Tiré el móvil sobre la cama de tal forma que, si llego a hacerlo con más fuerza, revotaría hasta chocar contra el techo.
Bajé ligeramente por las escaleras y me encontré el mismo panorama de toda esta semana: Mi tía desayunando rápido para abrir la pastelería y Diego desayunando junto a su portátil.

-Buenos días –añadí mientras cogía una magdalena del bol- ¿Sobre qué escribes? –le pregunté a Diego mientras me sentaba a su izquierda.
-Escribo sobre el partido Podemos. –añadió serio y concentrado.
-Vaya –dije lo más seca que pude-
Últimamente las cosas con Diego no estaban yendo cómo yo esperaba. Se encuentra muy distante a mí, muy lejano, cómo si tuviese cualquier enfermedad infecciosa.
-Adiós chicos, me voy ya –dijo Sam con una galleta en la boca- Limpia el comedor y la cocina si puede ser, últimamente todo tiene más polvo –me dijo.

No os lo he contado, pero hace tres días le dije a mi tía que dejaría la pastelería y buscaría otro trabajo que me motivase más. No sé, fotografía, diseño, algo que de verdad sepa hacer. El caso es que me dejé los estudios por ayudar a mi madre, y he acabado sin un buen título.

Subí hacia mi habitación y me vestí lo antes posible para echar algún curriculum en varios lugares. Bajé las escaleras y antes de salir por la puerta, Diego me preguntó que a donde iba.
-Me voy a echar curriculum, a ver si me llaman de algún lado –dije resoplando.
-¿Sabes frances? –me preguntó directo.
-…Mi padre es francés, nací allí pero me crié aquí, pero sí, sí se francés. –dije dudando un poco de mi misma.
-Necesitamos una traductora –decía centrándose en la pantalla- Si tú quieres podrí…-le interrumpí.
-¡Encantada! –añadí entusiasmada.
-Genial, pues…luego me acompañas y ya lo hablamos con el director. –decía muy serio.
La comisura de mis labios iba levantándose poco a poco creando una completa sonrisa. Sin moverme de casa he conseguido trabajo, pocos pueden decir eso.

Narra Pablo.
Adoro mi trabajo, disfruto de ello como un niño pequeño en una sala de recreativos. Vivir de un sueño cumplido es algo inexplicable. Pero todo trabajo tiene su inconveniente, en mi caso, el tiempo. Tiempo que necesito para mí mismo, para mi familia, para mis amigos, para el amor. Si no hay vivencias propias, no hay canciones y si no hay canciones, no hay trabajo (en mi caso, ya que soy cantautor)

Necesito salir de este ambiente por unos días, pero la promoción me impide hacerlo. Queda un mes y pocos días para el lanzamiento de Terral, mi nuevo disco. En cuanto lo lance, podré despedirme de la vida privada por un largo tiempo. Por ello, tengo que sacar de este mes que me queda, unos pocos días de desconexión. No sé cómo, pero tengo que hacerlo.
Quedaban pocos minutos para la rueda de prensa, y yo mismo sabía que no estaba preparado, que tenía la cabeza en otros asuntos. Intenté centrarme, levantar la cabeza y dejar la vida privada a un lado, pero se me hacía imposible. Por mi mente rondaban miles de cosas y una de ellas Lucía, como no. Le echo de menos, tanto, que me escaparía de aquí para ir a verle, si pudiese.

Me dieron una señal. Estaba tan solo a dos minutos de salir ahí y responder tantas preguntas como pueda, pero los nervios me ahogaban.
-¿Preparado? –Me preguntó Esperanza.
-Claro –mentí.
Salí, dispuesto a dar todo de mí, desfilando junto a mi sonrisa (ahogada en nervios)

Cinco preguntas. Ocho preguntas. Quince preguntas. Esta me mató.
-¿Qué hay de tu nueva relación? –preguntó un joven del final de la sala.
Afloje mi corbata y tragué saliva antes de no-responder a esta pregunta.
-Perdona, pensaba que esto era una rueda de prensa por la llegada de mi nuevo disco –dije seriamente.

-¿La señorita Lucía De la Torre es un romance o tiene una relación seria con ella? –añadió otra mujer de unos cuarenta años que se encontraba en la tercera fila.

-Me gustaría responder a otra clase de preguntas, por favor. –dije mientras mi cuerpo iba absorbiendo calor.
-Responde a las preguntas, Pablo. Miente si hay que hacerlo, ya sabes lo que pasa con Warner –murmuró Esperanza desde mi derecha.
Resoplé con tal fuerza que el micrófono produjo un sonido.
-¿Tiene una relación amorosa o no? –preguntó maleducadamente un hombre de la quinta fila.
-No, no tengo ninguna relación. Todo el mundo ha tenido amores, he tenido, pero ahora mismo me encuentro sin pareja, mi mundo solo está centrado ahora mismo en mi disco y en lo que está por llegar –dije sonriente.
Miré de reojo a Esperanza. Ella sacó a pasear una sonrisa y con sus dos pulgares me hizo un signo de ‘’BIEN HECHO’’
Tenía el presentimiento de que la había cagado.

Narra Lucía.
Me adentré en las oficinas de la revista HOLA, tan conocida por sus grandes cotilleos. Observaba atentamente la organización y el gran número de empleados que necesitaban. Una barbaridad. Cada una de las mesas estaba separada por un pequeño muro de cristal. Me hacía recordar a las oficinas de Superman. Yo y mis grandes ejemplos.
La mayoría de los empleados no superaban los cuarenta, y he de decir, que los que tenían más o menos mi edad, estaban bien dotados de belleza.
-La baba –murmuró Diego.
Solté una pequeña carcajada avergonzada por mi poco disimulo al mirar a aquellos chicos tan trabajadores.
-Espera aquí fuera. –Añadió Diego dejándome en frente de una puerta.

Podía observar un pequeño letrero en el que ponía ‘’Sr. Varn’’ y abajo unas letras en cursiva en las que se podía leer ‘’Director’’. Por mi cabeza ya se encendió mi imaginación al ver el nombre. Me lo imagino con un hombre canoso de barba blanca bien perfilada, con alrededor de cincuenta y cinco años, casado y con tres hijas mimadas, demasiado mimadas.
Diego se asomó por la puerta y me dio la señal de que podía entrar.
Mis ojos se redondearon al ver que me había equivocado. Un chico joven, de unos veintiocho años, moreno, con barba bien perfilada (en lo perfilado no me he equivocado) y guapo, demasiado guapo, se encontraba sentado en un sillón que parecía ser muy cómodo.

-Pase, señorita De La Torre –dijo muy educado.
-Gracias –añadí.
-Puede sentarse –me decía sin perder de vista a mis ojos.
Me senté lo más delicada posible. Si lo llego a saber antes me hubiese puesto algo más ‘’elegante’’, pensaba mientras miraba como se mordía los labios.
-Bien, entonces sabes francés y estás dispuesta a dar todo de ti en este trabajo –dijo sonriente.
-Sí, sí, estoy lista –añadí.
-¿Es usted de aquí, de Málaga? –preguntó
-No, nací en Francia pero me crié en Almería, me considero de allí. –sonreí.
-¿Vive sola? –me preguntaba a la vez que miraba mis labios temblorosos.
-Vivo con mi tía y con Diego Cañaberas, trabaja para usted. –No sabía a qué se debían estás preguntas.
-Tenemos demasiada prisa por tener a alguien que hable francés, así que, contratada, no se hable más. –dijo mientras me ofrecía su mano.
-Gracias, Sr. Varn, no se arrepentirá –le dije junto a una tímida sonrisa.
Nuestras manos antes de dejar de conectarse se deslizaron formando una caricia. Mis mejillas se sonrojaron cuando sucedió. Intenté esconder el rojo de mi cara agachando la cabeza. Ese hombre me ponía muy nerviosa, es demasiado sexy.
-Por cierto –dijo antes de que saliese del despacho- Usted puede llamarme por mi nombre: Eric. –dijo con una sonrisa.

Simplemente sonreí y cerré la puerta sigilosamente. Suspiré. El Sr. Varn, digo, Eric, me había provocado un suspiro.
Por unos momentos, he fantaseado con un hombre que no era Pablo, lo cual me hacía sentir mal. Necesitaba a Pablo demasiado.
Justo en esos momentos, mi teléfono comenzó a sonar. Era Pablo. Una sonrisa comenzó a desfilar por mi rostro.

-¡Hoooola! –dije entusiasmada.
-Hola, preciosa. –añadió algo seco- ¿Cómo te va la búsqueda de un nuevo trabajo?
-¡Genial! ¡Ya he encontrado uno que no está nada pero nada mal! –Le contaba muy feliz.
-¡Qué rapidez! ¿Y de que se trata?
-Traductora. Tengo que pasar textos de castellano a francés y francés a castellano. –añadí.
-No está mal –murmuró- Oye tengo que comentarte algo –dijo cambiando de tema rápidamente.
-Me asustas –reí- cuéntame.
-En la rueda de prensa de hoy he desmentido que estamos juntos, o sea…-le interrumpí.
-O sea, que volvemos a escondernos…-dije enfadada.
-Sí, pero…-le volví a interrumpir.
-Ya hablamos –colgué.

Me guardé el teléfono y mi corazón se encogía a un rápido nivel. Pensé por una vez que todo iría mejor si esta relación no se basaba en jugar al escondite.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Cincuenta y cinco.

Anteriormente.


Más tarde, nos dirigimos hacía el hotel donde se encontraban las tres mosqueteras que dejé ayer preocupadas.
Pablo me dejó en la puerta para que no nos volviesen a ver de nuevo juntos de momento para no seguir llamando demasiado la atención.
Al entrar por la puerta de la habitación Aida corrió hacia mí y me sacó de ella rápidamente.
-¡Yo de ti no entraba! –gritaba cortándome el paso.
-Venga ya ¿Qué pasa? –le aparté riéndome.
-Tía no entr…-el gritó de Cristina le interrumpió.
-¡ERES UNA ZORRA! –Me gritó a la vez que se dirigía hacia mí con rapidez.
__

Narra Lucía.


-¡Cómo tienes la cara tan dura de salir con Pablo justo después de lo que me ha pasado con él y encima lo conoces de pocos días! –gritaba Cristina histérica.
-No, no te estás equivocando…de pocos días nada…-decía nerviosa por sus gritos.
-Verás, Cris, Lucía en realidad conoce a Pablo desde hace bastante tiempo y si Pablo no aceptó estar contigo es por ella –Dijo Aida mientras le cogía de las manos para impedir cualquier barbaridad.
-¡Venga no me jodas! ¿Tú eres la otra? –decía con demasiada rabia.
-¿Qué otra? –pregunté sin llegar a entenderla.
-La otra que siempre se metía en medio sin estarlo. La otra, la otra, la otra…esa que llevaba en mi cabeza todo el día. La otra que provocaba que Pablo no pensase en mí, si no…¡EN OTRA!-decía expulsando mucha furia.
-¡TRANQUILIZATE! –le gritó Laura.
-Esa imbécil no va conseguir que me tranquilice después de tener la cara que tiene –dijo Cristina con un tono bajo.
-¡Mira ya me has cansado! –grité sin pensar- ¡Te crees que puedes tener a todo el mundo que te propones pero deberías bajar ya de las nubes y ver dónde estás, que es el mundo real! ¡Yo vine aquí a volver a mi vida de antes, que era con él. ¡Sí! ¡Soy la chica que estaba antes con él y que hacía que el corazón de Pablo impidiese el paso de otras chicas como tú! ¡Solo vine a recuperar lo que me importaba, y tus furias y tus insultos no van a hacer que yo me arrepienta de nada.

Salí de la habitación de Laura y Cristina para ir a la mía después de acabar de gritarle lo que llevaba dentro un buen rato. Cogí mi maleta y mi bolso y me dirigí hacía el ascensor.

-¿A dónde vas? –preguntó preocupada Aida.
-A Málaga, lejos de esa zo…-me interrumpí a mi misma-  de…¡DE ESA!

Se cerraron las puertas y pegué un golpe de rabia a una de las paredes de hierro del ascensor.
Al abrirse las puertas salí del hotel y pedí un taxi lo antes que pude. Cuando llegó, el taxista bajó del coche para ayudarme con mi insignificante maleta y la metió en el maletero.

-¿A dónde le llevo, señorita? –dijo amablemente.
-Lléveme a la estación de tren, por favor. –le contesté con una sonrisa.

Saqué mi móvil y llamé a Pablo. Después de cinco toques, lo cogió.
-Dime, preciosa. –Me respondió alegre.
-Oye, que…que me vuelvo a Málaga ya, estoy en el taxi de camino a la estación .
-¿YA? –preguntó sorprendido.
-Sí, no quiero estar más en el hotel con Cristina, ha habido una bronca grande por lo nuestro…
-Era de esperar…-dijo Pablo en voz baja- Pero...¿Y por qué no te quedas en mi casa? Sabes que no tengo problema…
-Da igual Pablo, tampoco quiero molestar, a parte, si estoy en Málaga será mejor supongo, se calmara un poco esto de ‘’La novia de Pablo’’ por los medios de comunicación –añadí.
-Pero…-insistía.
-Volveré pronto a Madrid a verte, te lo prometo…-dije con una sonrisa.
-No, tranquila, iré yo para allá en cuanto tenga algún día de descanso, las promociones me están matando –rió-  
-Vaya…-tan solo sonreí y dejé un espacio de silencio-
-¿Qué pasa? –rió.
-Que te quiero –sonreí aun que no pudiese verme.
-Vaya…-rió.
-Qué…
-Los ‘’Te quiero’’ inesperados me encantan. –dijo con dulzura- Hablando en serio, no cojas ningún tren que voy enseguida a por ti.
-Pablo que te he dicho que…-Me interrumpió colgando- Mierda.
-En dos minutos llegamos –dijo el taxista junto con una sonrisa- Por cierto ¿Usted no es la nueva novia del cantante este jovencito?
-No –reí- me temo que se equivoca, más quisiera yo ser novia de algún cantante.
-Te solucionaría la vida económica –rió-

Al llegar a la estación, cogí mi maleta, pagué lo que debía y me esperé en la puerta a ver si aparecía Pablo.
Después de 15 minutos le vi a lo lejos y me hizo una señal para que fuese para allá. Me adentré en el coche que conducía un señor que no conocía y a su lado se encontraba Esperanza.

-Hola, muy buenas…-dije vergonzosa.
Esperanza no contestó, tan solo se limitó a mirarme por el espejillo y no con muy buena cara.
-Vamos hacía mi casa, te dejo allí, estoy contigo, me voy y en dos horas vuelvo…¡Pero no te vayas! –insistía.
-Pablo, le prometí a mi tía que volvería o hoy por la noche o mañana por la mañana…
-Pues mañana por la mañana te vas, pero déjame disfrutarte un poco –dijo Pablo en voz baja.
Esperanza tosió pero esa tos no parecía natural…

A los 25 minutos llegamos a casa de Pablo y Esperanza entró con nosotros. No le notaba demasiado contenta conmigo.

-Oye, Esperanza, que…yo te quiero mucho, pero quiero estar a solas con ella…-Dijo avergonzado Pablo.
-No, si yo me iba…-decía malhumorada- En dos horas estoy aquí con el coche, no me hagas esperar –decía saliendo de la casa.
-Confía en mí…-guiñó el ojo.

Al cerrar la puerta Pablo me llenó de besos la cara con bastante rapidez.
-¡Ay, ay, ay Para que me vas a desgastar! –grité a la vez que reía.
-Oye ¿Qué fue lo que pasó con Cristina? –decía mientras cogía un dulce de la cesta.
-Nada más yo llegar comenzó a gritarme llamándome zorra y que cómo me atrevía a hacerle eso…-reí.
-Vaya, entonces si estaba loca cómo me decían…-se sorprendió.


-No es que esté loca, es que su plan de ser novia de un famosito se le ha jodido –rió.
-¿Tú también tenías ese plan? –subió una ceja.
-Al principio te odiaba por estar a punto de matarme con el coche ¿Piensas que mi plan era salir contigo para hacerme famosa? –reí.
-Es verdad, que yo era el tonto loco por ti que me ponía tu mala leche…-dijo a la vez que me cogía de la cintura y se reía- Al final acabaste enamorándote de mí…
-No fue muy difícil hacerlo…-dije con una sonrisa.

Con una sonrisa en la cara fue acercando sus labios a los míos y me quitó un cálido y romántico beso de la boca.

-¿Tienes hambre? –me preguntó mientras su vista se dirigía hacia la nevera.
Yo aun pensando en el beso, giré su cara e hice que me mirase a mí para volverle a besar.
-Te quiero a ti…-dije subiendo una ceja.
-Vaya...-rió.

Apartó rápidamente las cosas de la mesa de la cocina y me subió encima de ella.

-Te voy a morder –dijo con una voz bastante seductora.
-¿Me vas a morder? –dije con una pequeña risa
-Para volvernos locos al amanecer…
-Te ha quedado bien –dije entre pausas de besos.
-Espera a escuchar la canción entera –dijo a la vez que desabrochaba los botones de su camisa.
Posé mi mano en su sexo por encima del pantalón y él mordió su labio. Se deshizo de su camisa y a los segundos después de la mía. Paso su mano por mis piernas hasta llegar al botón de mis pantalones que poco después quedaron debajo de la mesa. Su mano jugaba con el pequeño lazo negro de mi ropa interior a la vez que besaba mi cuello. Mis pies bajaron sus pantalones hasta llegar a sus rodillas, donde tuvieron que quedarse ahí ya que tocaron al timbre.
-No pienso abrir –dijo Pablo mientras seguía besándome.
Pase mi mano por debajo de sus bóxers a la vez que le mordía el labio.
El teléfono de Pablo (que se encontraba en sus pantalones) comenzó a sonar y se agachó para cogerlo. 

-Dime Luz María –respondió Pablo- Es mi sirvienta –me dijo en voz baja.
-¿Estás en casa?
-Sí ¿Por qué?…
Besaba el cuello de Pablo a la vez que hablaba por teléfono.
-Acabo de tocar a tu timbre y no abres. Abriría con las llaves que me diste, pero justo las olvidé encima de la mesa. Estoy fuera, ábreme la puerta, las cojo y me voy enseguida.
-Ahora te saco las llaves…-colgó.
Se subió los pantalones y cogió las llaves de encima de la mesa.
-Me ha cortado el rollito –dijo Pablo riéndose.

Mientras salía para darle las llaves yo comenzaba a vestirme de nuevo.
-Eh, eh, eh, no me gusta dejar las cosas a medias –dijo Pablo riéndose mientras cerraba la puerta.


Me quité rápidamente mi camiseta de nuevo y él sus pantalones.
-Te tenía ganas. –dijo con una sonrisa pícara.
Me cogió en brazos y me acorraló en la pared de la cocina.
-¿Piensas hacerlo en la cocina y de pie? –reí.
-¿Por qué no? –rió también.
Bajó sus bóxers y no se lo pensó.

Al día siguiente.
Iba de camino a Málaga cuando recibí una llamada de Aida.
-Estamos a punto de coger el tren hacía Málaga ¿Qué tal estás tú? –preguntó la rubia.
-Estoy en el tren anterior al vuestro, de camino. –respondí.
-¿No te fuiste ayer? Creí escuchar que te ibas.
-Sí, y escuchaste bien, solo que al final me quedé en casa de Pablo un día más.
-Menos mal que tuviste compañía, me dolió cómo te fuiste, estaba preocupada. –añadió.
-Tranquila, todo está bien –reí- Te cuelgo, que el señor de al lado me mira con cara de que no le dejo dormir –reí- Nos vemos luego, chao –colgué.

Al llegar a casa tiré la maleta al suelo, respiré hondo y grité:
-¡POR FIN EN CASA!
Subí a mi habitación y pensaba que me encontraba sola en casa pero escuchaba ruido.
Entré en el cuarto de mi tía y cerré la puerta de nuevo rápidamente.
Lo siento! –grité avergonzada.

Sam se levantó y salió de la habitación con una manta rodeando su cuerpo.
-Lucía, LLÁMAME ANTES AL MÓVIL Y DIME QUE VAS A VENIR.
-Perdona, perdona…¿Quién es ese que está en tu cama? –pregunté a la vez que reía.
-A que tiene buen culo –dijo mi tía subiendo una ceja.
-No sé Sam, tampoco me ha dado tiempo a fijarme.
-Es mi nuevo novio, está viviendo ya aquí con nosotras.
-¿Cómo? Pero…pero….¿Cuánto lleváis? –pregunté sorprendida.
-Un mes de citas, y demás, y de noviazgo una semana…-me contaba emocionada.
-¡Y no me comentaste nada! Menuda confianza…sí sí –bromeaba mi enfado.
-¡Y TU QUE ESTÁS CON EL DON LUNARES DE NUEVO TAMPOCO ME LO HAS DICHO! –gritó.
-¿Cómo lo has sabido? –pregunté.
-El Sálvame, las clientas de la pastelería, la revista que tengo para cuando voy a cag…-le interrumpí.
-Vale vale vale, ya me ha quedado claro desde lo de Sálvame…
-Oye yo que hago hablando contigo si tengo un hombre en la cama. Hablamos luego sobriiiii –dijo mientras se metía corriendo de nuevo a la habitación.
-No hay quien entienda a esta mujer…-dije mientras volvía a mi habitación.

Después de media hora bajaron los dos al salón mientras comía una tableta de chocolate.
-Lucía, te presento a Diego, vas a tener que convivir con él a partir de ahora –dijo emocionada.
-Encantado Lucía, Diego Cañaberas, tu tía me dijo que eras muy guapa y no se equivocó. –dijo mientras besaba mi mejilla.
-Yo no dije eso…-dijo mi tía confundida-
Diego le miró para que le siguiese el rollo ya que a Sam le cuesta pillar las cosas a la primera.
-Ah sí, dije eso, lo dije, sí. –añadió mi tía.
-Espera ¿Tú no eres el que escribió el artículo de ‘’La fotografía cambió el mundo’’? ¡Diego Cañaberas leí que era el escritor! –dije emocionada.
-Sí, sí, yo escribí ese artículo, ya veo que te interesas por esos temas. Escribo artículos, soy periodista, también trabajo para algunos programas de tele 5 por desgracia, pero pagan bien. –rió.
-Me encanta lo que escribes, lo haces genial –dije ilusionada por tenerlo delante- Periodista, que bien…espera…no, no, no, que bien no. –dije recordando que tengo a Pablo Alborán en mi vida.
-¿Qué? ¿Bien por qué no? –preguntó Diego confuso.
-Sam…¿te das cuenta que has metido en casa a una persona con una profesión que no es buena para mi vida?
-Espera, se que eres la chica de Pablo Alborán, pero no soy de esos que van a jugarse a una gran persona como tu tía por unas grandes noticias cómo la vida privada del cantante.
-Lo siento Sam, pero yo no puedo estar aquí con él…

Subí hacía mi habitación a por mis cosas.
___

De nuevo, siento la tardanza por subir este capítulo aun que no haya valido la pena la espera. De nuevo os digo que si tenéis ideas para esta novela (sobretodo dramáticas para darle más vida) no dudéis en decírmelo por mi Twitter @Alboran_ista (si no os sigo dejarme un tweet diciendo que os siga) y me decís vuestras ideas para seguir con esta historia y no dejarla en el olvido. 
¡Gracias por la espera!

Dejar vuestras opiniones en mi Twitter o en los comentarios de este blog ¡Besos familia!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Cincuenta y cuatro.

Anteriormente.


-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase de un bonito libro junto con una sonrisa.

Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado separado de ella.

Narra Lucía.

Me besó. Me besó cómo besa la brisa a las hojas de los árboles en primavera, cómo las olas del mar besan a las rocas o cómo la música besa al corazón.
Separó sus dulces labios de los míos muy suavemente y mostró una sonrisa sincera. Sus ojos estaban iluminados, eran pura poesía.
Mi sonrisa tampoco se escondió en la oscuridad de esta noche y se dejó ver de tal forma que creará una bonita luz entre nosotros dos.
Suspiró sin saber que decir y se tumbó sobre su cama. Agarró su teléfono móvil. Una canción comenzó a sonar de él.

-You Got What I Need de Joshua Radin…es una canción perfecta –dijo junto con una sonrisa a la vez que sonaba la introducción de la canción.

Me acosté a su lado y nos quedamos mirando el techo a la vez que escuchábamos los preciosos arpegios de la guitarra.

-Baby you, you got what I need…Baby you, you got my sunshine –cantaba Pablo al mismo tiempo que Joshua mientras acariciaba mi pelo castaño.

Giré mi cabeza y le mire a sus ojos que estaban fijos mirando hacía el techo. Soplé en su mejilla para que me mirase y así hizo.

-¿Qué pasa? –dijo con una bonita sonrisa en su rostro.
-Son las once y media de la noche, tengo que irme hacía el hotel. –dijo levantando mi cuerpo.
Me cogió de la mano y tiro de mí hasta volver a quedar de nuevo tumbada. Se colocó encima de mí y posó su dedo en mis labios.
-¡Tú no te vas! –gritó a la vez que reía.
-¿Por qué tu lo digas? ¡Eh eh eh! ¿Por qué? –añadí también riéndome.
-Por qué se que esta noche es nuestra. Mis sábanas echan de menos tus curvas y mis amaneceres tus besos mañaneros. –dijo con un tono poético.

-No sé cómo lo haces pero siempre consigues convencerme –reí

Me acosté de nuevo a su lado y dejé que la música penetrara en mi corazón.
Le he echado de menos. Mucho de menos.

-¡Aida! –grité de repente al recordar que ella no sabía nada sobre mí.
-¿Qué ocurre con ella?-preguntó preocupado.
-No le he dicho que ya estaba todo arreglado…no sabe nada. –añadí a la vez que buscaba mi teléfono móvil.
-Aaaaaah…por eso ni te preocupes, ya está más que avisada. Antes le mandé un mensaje contándole en resumen lo que había ocurrido. Así que tranquila. –dijo quitándome un gran peso de encima.
-Menos mal….se me había olvidado por completo. –suspiré.

Me quedé mirando a Pablo mientras él cerraba sus ojos dejándose llevar por la música.

-¿Qué haces ahí de pie? ¡Vamos, ven aquí!
-¿Y si no quiero? –intenté seguir con el mismo juego de antes.
Se levantó de la cama y yo intenté huir antes de que pudiese cogerme. Agarró mi mano un segundo antes de que me fuera de allí y me atrajo rápidamente hacia la cama.
-¡Ves como vienes! –dijo mientras reía.
Eso no vale! –grité- ¡Es a la fuerza, jo!
-Vale, no será a la fuerza. –Dijo a la vez que me soltaba para que me marchase- Si quieres irte, vete…-dijo con un tono serio a la vez que se colocaba boca abajo en la cama.

Me quedé sorprendida con su reacción. Lo había dicho bromeando, no pensé que se lo tomase en serio.
Me acerqué y me tumbé a su lado.

-Oye, era broma, me quedaré contigo esta noch…-me interrumpió.
AHÁ! ¡Ahora has venido tú y no ha sido a la fuerza! –dijo levantando su cuerpo rápidamente.
-¡Me habías asustado! –le pegué en el pecho.

Comenzó a reírse de tal forma que me contagió esa risa. Esa risa que cada persona que la escucha automáticamente sonríe. Esa risa que le caracteriza tanto. Esa que crea un ambiente tan risueño, tan tierno. Creo que todo el mundo sabe de qué risa hablo.

Poco a poco fue bajando el tono de las preciosas carcajadas y acabó silenciándose.

-¿Ya has terminado de reírte de mí? –dije subiendo una ceja.
No! –dijo a la vez que soltaba alguna que otra carcajada más.
-Uy ¡Qué risa! ¡Me parto y me mondo! –dije imitando al famoso personaje de Paco León en la serie Aida.
-Ahora sí, ya paro. –dijo sonriente.

Nos quedamos completamente en silencio. Se levantó de la cama y se colocó las zapatillas.
-Vamos ¡Salgamos a dar una vuelta! Hoy la luna está realmente preciosa. –dijo a la vez que miraba por la ventana.
Con una sonrisa le contesté. Me coloqué las Converse y salimos fuera.

Mientras caminábamos hacia dónde los pasos nos guiaran, me agarró de la mano, la acariciaba mientras y eso me hizo sentir demasiado feliz.
Le miré y sonreí.

-Recuérdalo: La luna tiene motivos para envidiar tu sonrisa.  –me dijo mientras miraba hacia el cielo.
-O tiene motivos para envidiar que yo esté mucho más cerca de ti. –reí.
-¡Eso ya no lo creo! –rió.

Se podía escuchar por las calles la música salsa de una de las casas de la calle. Sería alguna fiesta o algo por el estilo.
Una gota de agua calló en mi nariz. Miré hacia arriba y pude observar que muchas más empezaban a caer.

-Llueve –dijo sonriente Pablo.
-No me digas –añadí sarcástica.
La lluvia comenzó a caer cada vez más rápido y fuerte.
-Vamos a casa, corre. –dije tapándome la cabeza.
Pablo quitó mis brazos de mi cabeza y agarró mis manos. Se colocó en medio de la carretera solitaria y comenzó a bailar la salsa que se escuchaba de fondo.
-¡Nos vamos a resfriar! –le gritaba a la vez que me reía mientras me cogía de las manos y bailaba conmigo.
-¡No importa que llueva si estoy cerca de ti! –citaba la frase de una canción de Efecto Pasillo.
Los dos, hasta con la ropa interior mojada, bailábamos y reíamos debajo de esta fuente de lluvia que caía sin parar.
Aun no podía creerme que volviese a estar así con él, que volviese a reír y divertirme con él de esta forma.
Pablo extendía sus brazos y dejaba que la lluvia madrileña calase su piel.


La farola que nos alumbraba se apagó y nos quedamos a oscuras. Toda la calle a oscuras, las casas a oscuras y la música dejó de sonar. Todo se volvió muy silencioso.

-Se fue la luz en el barrio –rió Pablo. 
-Creo que deberíamos irnos a casa –dije a la vez que escurría mi camiseta.
Caminamos hacía el hogar algo congelados.

-Voy a mojar el suelo de tu casa. –Le dije antes de poner el primer pie dentro del salón.
Pablo se quitó los zapatos y me cogió en brazos mientras se reía.
Me llevó hacía el cuarto de baño y me dejó en el suelo.
Encendió cinco velas ya que la luz se había ido por las fuertes lluvias. Cerró la puerta del baño y empezó a quitarse la ropa mojada.
-Una buena ducha caliente ¡Es lo que realmente viene bien ahora, sí! –decía mientras sus dientes tiritaban del frío.
Cuando se quitó su ropa se quedó mirándome y me quitó la camiseta.
-¡Vamos! –decía animándome- Ya verás que bien te va a sentir la ducha.
Poco a poco me quitaba la ropa con demasiado frío.

Se adentró en la ducha y dejó caer las primeras gotas de agua en su cuerpo.
-¡DIOS MIO! ¡ESTO SI QUE ES VIDA! –gritó- ¡Vamos, ven!
Me quité toda la ropa y me adentré junto con Pablo en la ducha. Dejé que las gotas de agua caliente recorriesen mi cuerpo y suspiré de lo bien que sentía.
Pablo acariciaba mi piel mojada y posó su barbilla en mi hombro mientras el agua se deslizaba por nosotros.

Besó mi cuello y posó sus manos en mi cintura desnuda. 

-Echaba mucho de menos esto de sentir tu piel. –dijo muy dulcemente.
-Por fin te puedo sentir. –sonreí.
-Por fin lo puedo sentir, te conozco y te reconozco que por fin se lo que es vivir, con un suspiro en el pecho, con cosquillas por dentro…-cantaba Pablo una canción que aun no había salido a la luz.
-Este Septiembre va a ser tu mes. –le dije sonriente.

Cerró el agua y salimos de la ducha aun con frio.
-Me quedaría la vida debajo del agua caliente. –me dijo mientras se colocaba una toalla por su cintura.
Me empecé a mirar al espejo por las ojeras que llevaba. Pablo apareció por detrás de mí y me abrazo por la cintura.
-¡Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi voz a cambio de una vida entera! –seguía cantando.
-¿Andas ensayando todo el día? –reí- Lo poco que he escuchado la canción…¡me encanta!
-Ojalá los demás digan lo mismo –decía preocupado.
-Sabes que les gustará ¡todo lo que haces lo haces con cariño y eso la gente que te sigue lo ve y les encanta aun más! Hasta la gente que apenas te conoce va a decir que te has lucido…
Besó mi mejilla y agarró uno de mis mofletes.
-Siempre consigues animarme –dijo con una sonrisa.
-Esto consiste en no dejarte caer nunca. –añadí.
Una sonrisa tonta salió a pasear por el rostro de Pablo. Sus manos acariciaban mi espalda lentamente.
-Puede que ya haya venido la luz –dije curiosa.
-Puede ser…-añadió Pablo a la vez que iba a comprobarlo.
Efectivamente la luz ya había regresado al barrio.

Me dirigí hacía su habitación y me dejó un pijama suyo para que pudiera ponérmelo.
-Tengo miedo…-añadí.
-¿Por qué? –preguntó él preocupado.
-No quiero que cambie mi vida después de lo de hoy, tan solo quiero estar bien contigo…-dije con un nudo de garganta.
-Esto va a ser una montaña rusa. Ahora empieza la cuesta dura pero luego todo volverá a la calma, es cuestión de tiempo. –Dijo mientras acariciaba mi hombro- Se que la he fastidiado haciendo todo eso en público, pero es algo que no se puede esconder. Quizás ahora mismo Twitter está ardiendo a causa de la noticia, pero prefiero ni mirarlo. –decía inquieto.
-¿Y si tus fans me amenazan? ¿Y si me tiran piedras? ¿Y si…-me interrumpió.
-No van a hacer nada de eso, es más, creo que lo entenderán. Soy una persona normal, que tiene que tener una vida detrás de un escenario, es algo corriente. –añadió riéndose por mis preocupaciones.

Al terminar de colocarme la ropa me tiré sobre la cama boca abajo y respiré hondo intentando relajarme.
Pablo se colocó encima de mí, tumbado de la misma forma y besó mi mejilla.
-No te preocupes, todo saldrá bien. –dijo calmándome.
Se tumbó al final al lado derecho de la cama y suspiró.
-Con un suspiro en el pecho…-añadió.

Finalmente quedamos los dos envueltos en los brazos de Morfeo, llevándonos hacia un sueño profundo. Había sido un largo día de locura y emociones.

..
A la mañana siguiente me desperté a causa de que mi teléfono sonaba con desesperación. Había dejado pasar la primera llamada, y la segunda, la tercera la cogí por preocupación.
Pude ver que era Aida quien llamaba con mucha inquietud.
-Dime…-dije con voz adormilada.
-Tía Pablo y tú habéis salido en la tele, que fuerte que fuerte. –decía entusiasmada.
-¿Por qué te alegras? ¡Yo no me alegro! –dije algo enfadada.
-Que mi amiga se hace famosa, que fuerte que fuerte. –seguía con su entusiasmo.
-¡No! ¡Eso no está bien! –grité.
Pablo giró su cabeza y abrió un ojo para ver que me sucedía.
-Duérmete, no es nada…-susurré mientras Aida me hablaba.
-Tía, pero piensa que es mejor que todo el mundo sepa tu relación con Pablo ¡No tenéis que esconderos ni nada por el estilo!
-¡Pues ahora me siento más vigilada que nunca!
-Ya verás como todo cambiará, hazme caso…-intentó calmarme.
Resoplé demasiado fuerte y no contesté a ello.
-Te dejo que me voy a la pelu, luego nos vemos morena. –colgó el teléfono.

Volví a resoplar y me tumbé de nuevo al lado de Pablo.
Él volvió a abrir los ojos y me regaló una sonrisa mañanera.
-¿Qué pasaba? –decía a la vez que bostezaba y se estiraba.
-Aida, que me ha llamado para decirme que hemos salido por la televisión…-dije con un tono enfadado.
-Todo esto es normal, luego se olvidarán…ten paciencia.
-Ya te dije ayer que no quiero que mi vida cambie. –Dije mientras me vestía.
Pablo resopló y se echó la almohada en la cara.

..
Más tarde, nos dirigimos hacía el hotel donde se encontraban las tres mosqueteras que dejé ayer preocupadas.
Pablo me dejó en la puerta para que no nos volviesen a ver de nuevo juntos de momento para no seguir llamando demasiado la atención.
Al entrar por la puerta de la habitación Aida corrió hacia mí y me sacó de ella rápidamente.
-¡Yo de ti no entraba! –gritaba cortándome el paso.
-Venga ya ¿Qué pasa? –le aparté riéndome.
-Tía no entr…-el gritó de Cristina le interrumpió.
-¡ERES UNA ZORRA! –Me gritó a la vez que se dirigía hacia mí con rapidez.

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¡Hola familia! Siento de verdad toda esta tardanza para subir este capítulo, pero cómo ya sabéis cuando empiezan las clases suelo desconectar mucho más de la novela y centrarme más en estudios aun que eso me cueste también. 
Os quería pedir un favor y es que si tenéis alguna idea para continuar esta novela que me lo digáis por MD de Twitter @Alboran_ista o @Sara_Bouvier o por gmail Saragonzalvez98@gmail.com. Me está costando muchísimo seguir esta novela ya que las ideas se me acaban por completo. ¡Si no quieres que deje a mitad esta novela y tienes alguna idea no dudes en contactar conmigo! Serias de gran ayuda.
Un beso para todas. ♥


viernes, 12 de septiembre de 2014

Cincuenta y tres.

Anteriormente.


-Me lo ha contado todo Aida.
-¿TODO? –preguntó nerviosa.
-Todo. –añadí.
Ella se quedo seria al escuchar mi última frase.
-Entonces…¿Sabes que yo…?  -mordió su labio preocupada.
-Sí. Yo también.
-¿Tú también me…? –le interrumpí.
-Mira ahora mismo sueño con eso de volver a empezar. De 0. Aquí. Ahora. Contigo.
Sus ojos empezaban a volverse cristalinos al escuchar mis palabras. Cogió aire y lo expulsó lentamente.
-Pablo no quiero joderte la vida, hay cámaras. –dijo nerviosa en voz baja.
Dio media vuelta para irse. Sabía que todo lo hacía por las cámaras, por ahorrarme explicaciones en televisión de todo esto.
Cogí su mano y le giré haciendo que me mirase a los ojos.
-Ven a quererme, o a joderme la vida. Ven a joderme, o a quererme la vida ¡PERO VEN! –grité deseando tenerla junto a mí de nuevo, sin importarme los medios.

Ella rápidamente se abalanzó hacía mí posando sus manos en la parte de atrás de mi cuello y besó mis labios.

Narra Lucía.
Separé mis labios de los suyos lentamente y miré a mi alrededor. Tres cámaras captaron todo lo que había sucedido en los últimos momentos, pero a Pablo no parecía importarle. Yo no pensaba lo mismo.
Cogí su mano y salí de aquel lugar para deshacerme de la prensa cuanto antes. Comencé a caminar hacia el hotel dónde se encontraba Aida y las demás para esconder nuestros rostros ahí mismo. Las cámaras de Telecinco nos seguían junto con una periodista, parecía que no pudiese deshacerme de ellos jamás.
Pablo no decía palabra alguna, solo seguía mis pasos rápidos.

-Toma, las llaves de mi casa. Es la puerta 4. –añadió Pablo.

Abrió mi mano y las dejó caer en ellas.

Hizo parar a un taxi que se encontraba vacío y dijo la calle dónde tenía que llevarme. Abrió la puerta del auto e hizo que me metiese dentro. Él se quedo en el exterior.

Tras pasar 15 minutos, el taxista me dijo que ya había llegado.
-¿Cuánto te debo? –le pregunté amablemente.
-Ya me lo ha pagado el joven. –sonrió.

Salí del taxi y justo en frente tenía la puerta número 4 cómo Pablo me había dicho. Una bonita casa, con un pequeño jardín y el exterior muy bien diseñado. Se notaba a primera vista que venía de una familia de arquitectos.
Con miedo abrí la puerta por si me veía alguien y podría pensar cualquier cosa.
Me quedé mirando el bonito jardín de un lado a otro y de repente alguien tocó mi espalda.
Mi corazón se paró al sentir esa mano y me giré rápidamente.

-¿Quién es usted? –me preguntó una mujer de unos 45 años- Pablo no recibe a fans en su domicilio, lo siento, no puede colarse así por qué sí. –Dijo malhumorada.
-No, no son fan. Bueno sí, me gusta su música, pero él no me considera cómo fan. –me explicaba mal-
-No le entiendo. –añadió.
-Él me dio sus llaves y me dijo que viniera. –Le dije enseñándolas-  Soy Lucía…encantada. –extendí mi mano.
-¿Lucía? ¿De Málaga? –preguntó la mujer asombrada.
-Eeeeeeeeem, sí ¿Por qué? –dije extrañada.
-¡Pablo me ha hablado mil veces de ti! ¡Por fin le conozco! –dijo ella a la vez que me daba dos besos.
-Yo soy Luz María, vengo de vez en cuando a limpiar la casa y regar el jardín. Pablo está demasiado ocupado para hacerlo –rió- Venga conmigo a la casa, no se quede ahí parada.

Abrió la puerta y nos adentramos en el hogar.
Mis ojos rodeaban su casa. Observé todo lo que se encontraba a mí alrededor. Era una casa bastante preciosa y cómoda para una sola persona.

-¿Te gusta? –Preguntó Luz María.
-Es…preciosa. –dije sorprendida.
-Ojalá tuviese yo una casa así –bromeó- Siéntese –dijo señalándome el sillón- ¿Quieres café?
-No, muchas gracias, de verdad. –respondí con una sonrisa.
-Yo me voy a marchar ya que tengo que recoger a mis sobrinas de casa de unas amigas suyas –añadió sonriente- Cualquier cosa llámeme si Pablo no le coge las llamadas. Ha sido un placer conocerla –dijo mientras salía del hogar.
-Lo mismo digo –dije justo cuando cerró la puerta.

Me quedé pensativa mirando fijamente a la pared. Cuando reaccioné, comencé a mirar su casa de arriba abajo. Siempre he sido una persona demasiado cotilla.
Entré en su habitación y observé la bonita guitarra que había apoyada en la pared. Al lado, se encontraba una mesita de noche dónde había una foto de un niño pequeño. Me acerqué a verla y cogí el marco.
Era él. Supe que era Pablo por esa sonrisa tierna y la forma de sus ojos al reírse. Unos rizos traviesos jugaban por su cabeza y varios lunares por su cara formaban una bonita constelación. Era el niño más bonito que había podido ver jamás.
Dejé el marco cómo estaba y cogí una libreta que se encontraba al lado de la foto. La abrí sin miedo.

‘’Tu me has hecho mejor, mejor de lo que era y entregaría mi voz a cambio de una vida entera’’

La primera frase que observé de una de las últimas páginas del cuaderno y ya me sorprendió. 20 palabras que ya convertían esa canción en perfecta. ‘’Por Fin’’ pude leer al principio de la página. No seré muy fan de su música, pero se lo suficiente como para saber que esa canción no ha salido a la luz.

Cerré la libreta y me tumbé en la cama. Noté que era un colchón demasiado bueno cómo para fundirme en él y dejar que Morfeo me envolviese en sus brazos para caer en un bonito sueño de tarde. No tardé en cerrar los ojos y dejarme llevar.

Abrí mis ojos y miré el reloj de muñeca que tenía Pablo encima de la mesa de noche. Las nueve y media de la noche. Me coloqué las zapatillas y fui hacía el comedor para coger mi móvil que se encontraba cargando.
Me quedé quieta al ver a Pablo posando dos vasos justo al lado de una caja de pizza.

-Anda, ya te has despertado –dijo con una bonita sonrisa.
-Perdón…-dije avergonzada por haberme quedado dormida.
-No me pidas perdón por eso, anda. –rió- Pizza de cuatro quesos, tu preferida. –añadió a la vez que abría la caja.
-Vaya, tras despertarme de una siesta me encuentro contigo diciéndome que tiene una pizza de cuatro quesos. Tres cosas que me encantan. –reí.
A Pablo le salió una sonrisa tonta al escuchar mi última frase. Se sentó en el sofá y agarró un trozo de pizza. Me senté a su lado y miré ansiosa la comida.
-¿Qué ha ocurrido con lo de antes? –pregunté nerviosa y con un trozo en la mano.
-Solo tienes que decir lo que quieren escuchar, y te dejarán en paz. No hay nada que ocultar ya. –añadió serio.
-Esta situación me acojona. –dije con la boca llena.
Pablo suspiró y pegó otro mordisco a su trozo.

Al terminar, me quedé tumbada en su sofá posando mi cabeza en sus piernas. Comenzó a acariciarme el pelo lentamente mientras veíamos la televisión.
Se quedó mirándome y adentró una risa enamoradiza al ambiente.

-¿Qué ocurre? –añadí extrañada.
-¿Por qué hemos estado separados todo este tiempo?

Esa pregunta me dio mucho que pensar. Llevamos bastante tiempo separados, cuando en verdad nos queríamos el uno al otro. El tiempo nos decía ‘’NO’’. Quizás este era nuestro momento y no hace un mes. Es algo muy extraño.

-Hice mal no diciéndote lo de Lolo y bueno…-me interrumpió.

-Eso ya no importa. –añadió- El caso es que hemos estado separados y en realidad nos necesitábamos. –dijo sonriente.

Me levanté y me quedé mirándole fijamente con una bonita sonrisa. Él no tardó en acercar su rostro al mío y jugó a rozar mis labios sin llegar a besarlos mientras una risa tierna salía de su boca. 
Me echó para atrás poco a poco y me dejó tumbada de nuevo en el sofá. Su mirada perversa ponía el ambiente más caluroso. Acercó de nuevo sus labios. Abrieron de repente la puerta de la casa.
Pablo se giró rápidamente.

-¡Mariola! ¡Llama antes! ¡Las llaves son para emergencias! –gritó a la vez que se levantaba.

Ella se quedó mirándome algo sorprendida y con una mirada que no era demasiado buena.

Narra Pablo.

Me cogió del brazo y me llevó hacía mi habitación demasiado cabreada.

-¿Ves normal el jaleo que has causado? –decía a la vez que me enseñaba una foto en el móvil donde aparecía mi beso con Lucía de esta tarde.
Bajé mi mirada algo arrepentido de lo anterior.
-Que sí Pablo, que le quieres y todo lo que sientas por ella ¡Pero esto es otro mundo! ¡Si tienes novia vendes menos! ¡Ya hemos hablado de esto muchas veces! ¡Y encima ahora dentro de pocos meses sacas nuevo disco y no te conviene todo esto! –me gritaba.
-¿Crees que me importa tanto si vendo muchos discos o no? La gente que de verdad me apoya no creo que les importe.
-Esto es muy diferente Pablo. Si no vendes discos, pocos premios ganarás y poco a poco se irán olvidando de ti, serás una moda pasajera, cómo lo son muchos jóvenes de ahora cómo por ejemplo: Los dos gemelos que salieron en la voz o la ganadora de ese mismo concurso. Así no podrás dedicarte más a la música ¿Lo vas entendiendo? –decía muy alterada.
-Mariola se que te molesta todo esto, pero déjame intentarlo, solo por esta vez. No quiero volver a perderla. –dije con un nudo en la garganta.
Ella se quedó muda sin saber que responder.
-Cómo las cosas cambien demasiado, recuerda lo que te he dicho hace medio minuto. Y tomaremos medidas. –Dijo saliendo de la habitación- A ver qué le digo yo ahora a los medios.
-Nada va a cambiar, te lo aseguro. –sonreí.

Mariola salió por la puerta de mi casa sin despedirse. Estaba demasiado frustrada por todo esto y lo entendía.
Lucía clavó una mirada preocupante en mí.

-Tranquila –respondí mientras me acercaba a ella.
Se levantó del sofá y fue hacía mi habitación. Salió al pequeño balcón y suspiró.
-¿Qué te ocurre? –pregunté preocupado.

Ella dejó un espacio silencioso. Apoyé mi cabeza en su hombro y le abracé por detrás.
Se dio media vuelta y me miro seria.

-¿Qué va a pasar con nosotros?
-Te voy a ser lo más sincero que puedo. Tienes dos caminos: Estar conmigo pero tener que soportar alguna que otra prensa o no tenerme y vivir de lo más normal posible, vamos, cómo has hecho hasta ahora. –dije nervioso.

Ella resopló muy agobiada. Entró en la habitación y rebuscaba su bolso. Sacó un cigarro pero no lo llegó a encender.

-No, ahora no. –dije quitándoselo de las manos- Tu cigarro ‘’relajante’’ no te va a tranquilizar.
Se quedo en completo silencio, ninguna palabra salió de su boca en dos minutos.
-Tu silencio habla demasiado –dije desilusionado mientras comenzaba a andar hacía la puerta.
-Quiero estar contigo –dijo rompiendo su silencio- Si no arriesgas, no ganas. Ahora que te tengo no te pienso perder. Es cierto que este mundo no me gusta, y lo sabes, pero prefiero vivir con ello antes de volver a vivir sin ti. Que ‘’Si tú me dices VEN lo dejo todo’’ –dijo citando una frase de un bonito libro junto con una sonrisa.


Sonreí al escucharle tan segura. No dudé en acercarme a ella y besar sus cálidos labios que tanto he deseado todas las semanas que he estado separado de ella.


miércoles, 27 de agosto de 2014

Cincuenta y dos.

Anteriormente

-Entonces…¿Lucía sigue sintiendo algo por mí? –preguntó nervioso.
-¿Algo solo? Su mundo gira solo sobre ti. El caso es que tú…-me interrumpió.
-El caso es que yo le quiero igual o incluso más que desde el principio de nuestra historia. –añadió seguro de sus palabras
Mi corazón se encogió al escuchar las últimas palabras de Pablo.
-Búscale, y dile que le quieres de una vez.
-¿Dónde puede estar? –preguntó nervioso.
-¿De verdad piensas ir a buscarle? El centro de Madrid es muy grande Pablo…
-Pienso ir –añadió sin más.
-En ese caso...Madrid, seguro. A estas horas no ha habido ningún tren destino Málaga.
-Tengo que encontrarle…
-Suer…-me interrumpió colgándome- Suerte –dije acabando la palabra.

Narra Lucía.

-Una taza de té, por favor. –le pedía al camarero.

‘’Una taza de té, por favor, para este desnatado corazón’’ pensaba en la canción del gran Melendi después de mi última frase.

Simplemente me he dejado llevar las bonitas calles del centro de Madrid, con mi maleta de acompañante. Huir de esta forma es tan inútil, de hecho me siento así, una completa inútil.
''¡El amor no lo es todo!'' Suelo escuchar por todos los medios. Pero a mí es lo único que me llena o en este caso: me llenaba.
Si me paro a pensar en todo, la vida me ha dado un giro tan grande como el orgullo de muchas personas. Siempre pensé que él, Pablo, el chico que creí que era hecho especialmente para mí, iba a quedarse por mucho tiempo en mi vida. ¡Y es que él era para mí! ¡Con él me sentía gigante! ¡Además tengo una sonrisa que queda de miedo junto a la suya!
Estoy ebria de vivir sin él, aun que me acojona tener una resaca de muerte. Ando harta de no ver su culo salir de mi cama o de la cantidad de fotografías que le hacía con tan solo una mirada. Empezaré a desintoxicarme de él. Comenzaré a no beberme sus mañanas, a no pasear mis dedos alrededor de su ombligo y a lavar ese pequeño oso de peluche con olor a su fragancia. Difícil, eh, Lucía, difícil olvidarse de semejante hombre. Él siempre fue de levantarle la falda a la luna, y encima, la muy puta se dejaba (¡Y quién no lo haría!)

-Aquí tiene, señorita. –dijo el camarero dejando la taza encima de la mesa junto con una sonrisa.
-Muchas gracias. –añadí sonriente.

Al terminarme el té saqué la hoja con los horarios de destino a Málaga para irme allí lo antes posible. El próximo a las siete y media de la tarde y tan solo era la una y veintidós minutos. Que alguien me explique que iba a hacer tanto rato sola por Madrid.

Me levanté de la silla dejando propina encima de la mesa y agarré mi maleta para salir de aquel lugar. Dejé que mis pies me guiaran a donde fuese, no me importaba dónde, pero quería moverme por algún lugar.

La Gran Vía se veía tan bonita y a la vez tan llena de coches agobiantes. Agarré mi iPod y coloqué en el reproductor ‘’Photograph’’de Ed Sheeran en Capital FM (Siempre he sentido más debilidad por las canciones en vivo que grabadas para un disco)

Narra Pablo

¿Derecha? ¿Izquierda? ¿Centro? ¡¿Dónde voy primero?! Poco tenía claro cómo iba a encontrar a Lucía por Madrid, pero era una pequeña aventura que iba a hacer que todo acabase bien.
Tiré hacía la izquierda, siempre me ha dado más confianza esa dirección (Por no decir que en el lado izquierdo de nuestro pecho tenemos el corazón).

Con pasos apresurados y el corazón casi por explotarme de los nervios recorría las calles de Madrid mirando de un lado a otro. La gente se amontonaba. Me coloqué la gorra y las gafas que llevaba en la mochila y me sentía más seguro (Aun que no diese mucho efecto este tipo de escondite)


Las tres y media de la tarde, y yo sin comer. No dude en pararme en McDonald para pedirme algo de comida basura. Será basura, pero a mí me encanta oye. 

Cómo un loco enamorado continuaba buscándola por las calles agobiantes de Madrid. Pasé por parques, tiendas de ropa y demás, pero ahí no se encontraba.  Estoy ansioso por volver a soñar, tengo el insomnio más grande de toda mi vida. Llevo días buscando el que hacer para llenar el hueco que ha dejado en mí, empapándome de libros y melodías nuevas. Al final me di cuenta que, cómo dice Lena, la única manera de encontrarme fue acordándome de ti, maldita. Porque lo mejor del sin mí, era el contigo. Llevo ya un tiempo intentando entenderle en la distancia y no llenarme de ella en cada vacío que deja su ausencia. Noches, noches y noches en las que junto las letras que forman la palabra amor, y solo me sale tu puto nombre, extraño.

Las cinco de la tarde y a 36 grados. Mi mente comenzaba a plantearse abandonar y dejar que esto pase por sí solo, pero mi corazón pedía a gritos un gran momento de éxtasis.

Pocas veces hago caso a mi cabeza, esta vez lo haré. Me di media vuelta y me puse de camino a coger el metro para ir hacía mi casa madrileña. Empezaba a notar cómo si me vigilasen. Creo que no me equivoco, parece ser que hay prensa por los alrededor y muchos me echan el ojo, no sé si me reconocen, supongo que querrán saber noticias sobre mi nuevo disco que saldrá en pocos meses.

No, no me equivocaba. Lentamente se acercaba una joven chica sonriente con una cámara de la 1. Detrás de ella un treintañero de Tele5 con dos cámaras a su lado. No tardaron en pararme y en rodearme en un instante. Poco a poco eso iba llamando la atención y atrajo a mucha más gente.

-Buenas tardes Pablo ¿Qué nos podríamos contar de tu nuevo trabajo que no sepamos ya? –preguntó la joven muy sonriente.
-Lo de siempre, es un disco creado con mucho amor y con la colaboración de mi gran amigo Ricky Martin todo será más grande aun –dije con mi simpatía.
-¿Cómo te afectan los rumores de una posible relación con Ricky Martin? –preguntó el periodista de Tele5, del programa Sálvame concretamente.

No me sorprendía su pregunta, es de Sálvame ¡Que podía esperar!

-Pues…

Me quedé mirando al otro lado de la calle pensando que responder al respecto. Capte la figura de…¡Lucía! ¡Era Lucía!
Intenté apartar a los medios pero me lo impedían.

-¡Lucíaaaaaaaaa! –grité a la vez que levantara las manos para que me viese.
Ella seguía caminando con su maleta morada de ruedas con la mirada perdida.

-¡Lucíaaaaaaa!-seguía gritando intentando apartar a la prensa- Por favor, es urgente. –les decía con educación.

Me dejaron pasar, pero ellos me seguían a paso rápido para no perderme. Comencé a correr. La Gran Vía nos separaba, y los coches pasaban rápido.

-¡Lucíaaa! –volvía a gritar su nombre.

Ella se giró al instante y buscaba a la persona que había gritado su nombre.

-¡Aquí! –alcé la voz a la vez que seguía desesperado.

Ella seguía sin verme por toda la multitud que había. La prensa seguía detrás de mí, pero ya no me importaba nada en absoluto.
El semáforo se puso en verde para los peatones y corrí hacía ella.

-¡Lucíaaaaaa! –gritaba por cuarta vez.

Ella se giró al fin y me observaba algo sorprendida. Detuve mi paso y respiré hondo al tenerla en frente.

-¿Dónde te habías metido? –pregunté preocupado.
-Pues…-le interrumpí.
-¡Da igual! –Le abracé después de la última frase.
-¿A qué viene todo esto? –preguntó sorprendida- ¿Por qué tienes prensa detrás de ti? ¡Por favor, usted no me grabe! –Dijo ella apartando a la cámara.
-Me llevan persiguiendo todo el rato –dije en voz baja.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto escándalo al verme? –preguntó extrañada.
-¡No estoy con Cristina!
-¡Vaya por dios, ya habéis roto! ¡Qué rápidos! –dijo con un tono cabreado y aplaudiendo.
-¡No, no, no! Nunca he estado con ella, todo ha sido un mal entendido. Ella me quiere, pero yo no siento lo mismo, por eso el abrazo de ayer. Tan solo le abracé por que le vi llorar. –añadí nervioso.
Ella miraba para todos lados sin saber que responder.
-Me lo ha contado todo Aida.
-¿TODO? –preguntó nerviosa.
-Todo. –añadí.
Ella se quedo seria al escuchar mi última frase.
-Entonces…¿Sabes que yo…?  -mordió su labio preocupada.
-Sí. Yo también.
-¿Tú también me…? –le interrumpí.
-Mira ahora mismo sueño con eso de volver a empezar. De 0. Aquí. Ahora. Contigo.
Sus ojos empezaban a volverse cristalinos al escuchar mis palabras. Cogió aire y lo expulsó lentamente.
-Pablo no quiero joderte la vida, hay cámaras. –dijo nerviosa en voz baja.
Dio media vuelta para irse. Sabía que todo lo hacía por las cámaras, por ahorrarme explicaciones en televisión de todo esto.
Cogí su mano y le giré haciendo que me mirase a los ojos.
-Ven a quererme, o a joderme la vida. Ven a joderme, o a quererme la vida ¡PERO VEN! –grité deseando tenerla junto a mí de nuevo, sin importarme los medios.

Ella rápidamente se abalanzó hacía mí posando sus manos en la parte de atrás de mi cuello y besó mis labios.