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Narra Lucía.
-Me encanta lo que escribes, lo haces genial –dije ilusionada por tenerlo delante- Periodista, que bien…espera…no, no, no, que bien no. –dije recordando que tengo a Pablo Alborán en mi vida.
-¿Qué? ¿Bien por qué no? –preguntó Diego confuso.
-Sam…¿te das cuenta que has metido en casa a una persona con una profesión que no es buena para mi vida?
-Espera, se que eres la chica de Pablo Alborán, pero no soy de esos que van a jugarse a una gran persona como tu tía por unas grandes noticias cómo la vida privada del cantante.
-Lo siento Sam, pero yo no puedo estar aquí con él…
Subí hacía mi habitación a por mis cosas.
Narra Lucía.
Subí a por mis cosas a mi habitación pero Samanta me detuvo.
-Hablemos a solas…-me dijo seriamente.
Tan solo afirmé con la cabeza y nos dirigimos hacía la
cocina para hablar más tranquilas las dos solas.
-Dale una oportunidad, solo una. Te prometo que no va a
pasar nada. –me dijo con una mirada apenada.
-Sam, no es por mí…-dije mientras acariciaba su brazo- es
por Pablo. Si yo no estuviera con él sabes que yo no tendría problema de que
Diego se quede.
Sam se sentó en una de las sillas de la cocina y con la voz
casi apagada resopló y tiró su primera lágrima de la conversación.
-Si tengo que decirle que se vaya de casa, lo haré. Tenía
demasiadas ganas de centrar la cabeza de una vez en mi vida y dejar que el amor
haga que todo fluya con una sonrisa, pero lo que no quiero es que a ti te
perjudique y encima tenga que perderte –dijo Sam con sus palabras más sinceras.
-A mi no me vas a perder nunca, Sam –dije con un nudo en la
garganta al verle así.
-Me he dado cuenta que no puedo vivir sola, no puedo. Desde
la muerte de tu hermano es cómo que falta un trozo de mí –decía tocándose el
corazón con el puño- y tu eres la única
que poco a poco lo está llenando. –decía entre lágrimas.
Lentamente fueron cayéndose lágrimas calientes de mis ojos
que deslizaban por mis mejillas suavemente. Cada vez que habla alguien de la
muerte de Borja mis ojos dejan de ser secos y pasan a ser cristalinos y
húmedos.
-Iré a decirle a Diego que se marche si es así, espero que
no me deje después de esto. –decía mientras se levantaba de la silla un poco
mareada
-Espera, tía Sam. –dije antes de que saliera del todo de la
cocina- Que se quede…
Poco a poco en el rostro de mi tía fue amaneciendo una
sonrisa.
-¿Estás segura? –preguntó
-Como de esta casa salga algo le patearé el culo –reí- Y deja
de mirarme así y dame un maldito abrazo, joder –reí de nuevo.
Mi tía se secó las lágrimas y me abrazó lo más fuerte que
pudo. En su abrazo noté el amor de una madre.
-Eres como la hija que nunca pude tener –me dijo al oído entre
sonrisas.
-No me creerás, pero lo he notado en tu abrazo –dije mientras
me separaba de ella.
Seguía secándose las lágrimas, respiro hondo y salió de la
cocina directa hacia Diego. Beso sus labios y le acarició la cara.
-Todo está bien –le dijo mientras le cogía de la mano.
Se le veía enamorada, y eso me ponía feliz. Evitaré que haya
conversaciones con Diego sobre mi relación con Pablo.
Narra Pablo.
Tirado en la cama con la luna observándome desde la ventana,
cogí el teléfono y abrí el Whatsapp para darle las buenas noches a Lucía.
-Buenas noche Lulú –le dije junto con un emoticono de una
luna y una cara sonrojada.
Apareció el color azul en los dos tiks y no tardó en
aparecer un ‘’escribiendo…’’
-Que duermas bien, idiota –dijo junto con un emoticono de un
pollito saliendo de un huevo.
-Tan romántica como siempre –añadí con una risa-
-Ahá –contestó con un emoticono de una mano con dos dedos-
Te quiero, buenas noches.
-Adiós, sueña conmigo –reí.
Cerré la conversación y bloqueé el móvil. Suspiré mientras
miraba al techo y pensaba en los días que quedaban para volver a verle. Tan
solo quiero un día de descanso para poder escaparme y verle de nuevo.
Una semana después.
Narra Lucia.
La luz del sol iba directa a mi cara y eso causo mi
despertar. Una suave brisa entro por mi
ventana y no tardé en levantarme, cerrarla y ponerme algo caliente lo antes
posible. El otoño ha comenzado y se notaba más que nunca, sobre todo por qué
necesitaba un cálido cuerpo que me abrazase y parase mis temblores por la
mañana a causa del frio, cosa que no tenía. Corrijo, sí tengo, pero lejos.
Los días pasaban, y Pablo seguía sin tener un hueco para
venir a verme. Ni si quiera para que pueda ir yo y pasar un rato juntos. Todo
era tan desesperante.
Entré al cuarto de baño. Me peiné mi lacio pelo que por las
mañanas hacía que me convirtiese en el rey de la selva. Me lavé la cara y recogí mi pelo con una
pinza.
Mi móvil comenzó a sonar y una chispa de esperanza recorrió
mi cuerpo esperando a que fuese Pablo.
Miré la pantalla y vi que ponía ‘’Mamá’’. Resoplé por las
falsas esperanzas.
-Dime –dije un segundo después de descolgar el teléfono.
-Tu relación con Pablo está haciendo que toquen al timbre de
casa diez veces al día. –gruñó.
- Si me has llamado solo para echarme la bronca como si
fuese una niña, preferiría no hablar –añadí enfadada- Se pregunta un ‘’¿Qué tal
estás? Hace un mes que no te llamo’’
-No siempre tengo que llamar yo, hazlo tú también.
-Lo hago, pero no lo coges.
Mi última frase creó un corto silencio entre la comunicación
telefónica.
-¿Algo más de lo que quejarte o puedo ir a desayunar ya?
–dije esperando alguna palabra de mi madre.
-Puedes ir a desayunar, sí.
-Gracias, que tengas un buen día. Ya hablamos el mes que
viene. –colgué de malas maneras.
Tiré el móvil sobre la cama de tal forma que, si llego a
hacerlo con más fuerza, revotaría hasta chocar contra el techo.
Bajé ligeramente por las escaleras y me encontré el mismo
panorama de toda esta semana: Mi tía desayunando rápido para abrir la
pastelería y Diego desayunando junto a su portátil.
-Buenos días –añadí mientras cogía una magdalena del bol-
¿Sobre qué escribes? –le pregunté a Diego mientras me sentaba a su izquierda.
-Escribo sobre el partido Podemos. –añadió serio y
concentrado.
-Vaya –dije lo más seca que pude-
Últimamente las cosas con Diego no estaban yendo cómo yo
esperaba. Se encuentra muy distante a mí, muy lejano, cómo si tuviese cualquier
enfermedad infecciosa.
-Adiós chicos, me voy ya –dijo Sam con una galleta en la
boca- Limpia el comedor y la cocina si puede ser, últimamente todo tiene más
polvo –me dijo.
No os lo he contado, pero hace tres días le dije a mi tía
que dejaría la pastelería y buscaría otro trabajo que me motivase más. No sé,
fotografía, diseño, algo que de verdad sepa hacer. El caso es que me dejé los
estudios por ayudar a mi madre, y he acabado sin un buen título.
Subí hacia mi habitación y me vestí lo antes posible para
echar algún curriculum en varios lugares. Bajé las escaleras y antes de salir
por la puerta, Diego me preguntó que a donde iba.
-Me voy a echar curriculum, a ver si me llaman de algún lado
–dije resoplando.
-¿Sabes frances? –me preguntó directo.
-…Mi padre es francés, nací allí pero me crié aquí, pero sí,
sí se francés. –dije dudando un poco de mi misma.
-Necesitamos una traductora –decía centrándose en la
pantalla- Si tú quieres podrí…-le interrumpí.
-¡Encantada! –añadí entusiasmada.
-Genial, pues…luego me acompañas y ya lo hablamos con el
director. –decía muy serio.
La comisura de mis labios iba levantándose poco a poco
creando una completa sonrisa. Sin moverme de casa he conseguido trabajo, pocos
pueden decir eso.
Narra Pablo.
Adoro mi trabajo, disfruto de ello como un niño pequeño en
una sala de recreativos. Vivir de un sueño cumplido es algo inexplicable. Pero
todo trabajo tiene su inconveniente, en mi caso, el tiempo. Tiempo que necesito
para mí mismo, para mi familia, para mis amigos, para el amor. Si no hay
vivencias propias, no hay canciones y si no hay canciones, no hay trabajo (en
mi caso, ya que soy cantautor)
Necesito salir de este ambiente por unos días, pero la
promoción me impide hacerlo. Queda un mes y pocos días para el lanzamiento de
Terral, mi nuevo disco. En cuanto lo lance, podré despedirme de la vida privada
por un largo tiempo. Por ello, tengo que sacar de este mes que me queda, unos
pocos días de desconexión. No sé cómo, pero tengo que hacerlo.
Quedaban pocos minutos para la rueda de prensa, y yo mismo
sabía que no estaba preparado, que tenía la cabeza en otros asuntos. Intenté centrarme,
levantar la cabeza y dejar la vida privada a un lado, pero se me hacía imposible.
Por mi mente rondaban miles de cosas y una de ellas Lucía, como no. Le echo de
menos, tanto, que me escaparía de aquí para ir a verle, si pudiese.
Me dieron una señal. Estaba tan solo a dos minutos de salir
ahí y responder tantas preguntas como pueda, pero los nervios me ahogaban.
-¿Preparado? –Me preguntó Esperanza.
-Claro –mentí.
Salí, dispuesto a dar todo de mí, desfilando junto a mi
sonrisa (ahogada en nervios)
Cinco preguntas. Ocho preguntas. Quince preguntas. Esta me
mató.
-¿Qué hay de tu nueva relación? –preguntó un joven del final
de la sala.
Afloje mi corbata y tragué saliva antes de no-responder a
esta pregunta.
-Perdona, pensaba que esto era una rueda de prensa por la llegada
de mi nuevo disco –dije seriamente.
-¿La señorita Lucía De la Torre es un romance o tiene una
relación seria con ella? –añadió otra mujer de unos cuarenta años que se
encontraba en la tercera fila.
-Me gustaría responder a otra clase de preguntas, por favor.
–dije mientras mi cuerpo iba absorbiendo calor.
-Responde a las preguntas, Pablo. Miente si hay que hacerlo,
ya sabes lo que pasa con Warner –murmuró Esperanza desde mi derecha.
Resoplé con tal fuerza que el micrófono produjo un sonido.
-¿Tiene una relación amorosa o no? –preguntó maleducadamente
un hombre de la quinta fila.
-No, no tengo ninguna relación. Todo el mundo ha tenido
amores, he tenido, pero ahora mismo me encuentro sin pareja, mi mundo solo está
centrado ahora mismo en mi disco y en lo que está por llegar –dije sonriente.
Miré de reojo a Esperanza. Ella sacó a pasear una sonrisa y con
sus dos pulgares me hizo un signo de ‘’BIEN HECHO’’
Tenía el presentimiento de que la había cagado.
Narra Lucía.
Me adentré en las oficinas de la revista HOLA, tan
conocida por sus grandes cotilleos. Observaba atentamente la organización y el
gran número de empleados que necesitaban. Una barbaridad. Cada una de las mesas
estaba separada por un pequeño muro de cristal. Me hacía recordar a las
oficinas de Superman. Yo y mis grandes ejemplos.
La mayoría de los empleados no superaban los cuarenta, y he
de decir, que los que tenían más o menos mi edad, estaban bien dotados de
belleza.
-La baba –murmuró Diego.
Solté una pequeña carcajada avergonzada por mi poco disimulo
al mirar a aquellos chicos tan trabajadores.
-Espera aquí fuera. –Añadió Diego dejándome en frente de una
puerta.
Podía observar un pequeño letrero en el que ponía ‘’Sr. Varn’’
y abajo unas letras en cursiva en las que se podía leer ‘’Director’’. Por mi
cabeza ya se encendió mi imaginación al ver el nombre. Me lo imagino con un
hombre canoso de barba blanca bien perfilada, con alrededor de cincuenta y
cinco años, casado y con tres hijas mimadas, demasiado mimadas.
Diego se asomó por la puerta y me dio la señal de que podía
entrar.
Mis ojos se redondearon al ver que me había equivocado. Un
chico joven, de unos veintiocho años, moreno, con barba bien perfilada (en lo
perfilado no me he equivocado) y guapo, demasiado guapo, se encontraba sentado
en un sillón que parecía ser muy cómodo.
-Pase, señorita De La Torre –dijo muy educado.
-Gracias –añadí.
-Puede sentarse –me decía sin perder de vista a mis ojos.
Me senté lo más delicada posible. Si lo llego a saber antes
me hubiese puesto algo más ‘’elegante’’, pensaba mientras miraba como se mordía
los labios.
-Bien, entonces sabes francés y estás dispuesta a dar todo
de ti en este trabajo –dijo sonriente.
-Sí, sí, estoy lista –añadí.
-¿Es usted de aquí, de Málaga? –preguntó
-No, nací en Francia pero me crié en Almería, me considero
de allí. –sonreí.
-¿Vive sola? –me preguntaba a la vez que miraba mis labios
temblorosos.
-Vivo con mi tía y con Diego Cañaberas, trabaja para usted. –No
sabía a qué se debían estás preguntas.
-Tenemos demasiada prisa por tener a alguien que hable
francés, así que, contratada, no se hable más. –dijo mientras me ofrecía su
mano.
-Gracias, Sr. Varn, no se arrepentirá –le dije junto a una
tímida sonrisa.
Nuestras manos antes de dejar de conectarse se deslizaron
formando una caricia. Mis mejillas se sonrojaron cuando sucedió. Intenté
esconder el rojo de mi cara agachando la cabeza. Ese hombre me ponía muy
nerviosa, es demasiado sexy.
-Por cierto –dijo antes de que saliese del despacho- Usted
puede llamarme por mi nombre: Eric. –dijo con una sonrisa.
Simplemente sonreí y cerré la puerta sigilosamente. Suspiré.
El Sr. Varn, digo, Eric, me había provocado un suspiro.
Por unos momentos, he fantaseado con un hombre que no era
Pablo, lo cual me hacía sentir mal. Necesitaba a Pablo demasiado.
Justo en esos momentos, mi teléfono comenzó a sonar. Era
Pablo. Una sonrisa comenzó a desfilar por mi rostro.
-¡Hoooola! –dije entusiasmada.
-Hola, preciosa. –añadió algo seco- ¿Cómo te va la búsqueda
de un nuevo trabajo?
-¡Genial! ¡Ya he encontrado uno que no está nada pero nada
mal! –Le contaba muy feliz.
-¡Qué rapidez! ¿Y de que se trata?
-Traductora. Tengo que pasar textos de castellano a francés
y francés a castellano. –añadí.
-No está mal –murmuró- Oye tengo que comentarte algo –dijo cambiando
de tema rápidamente.
-Me asustas –reí- cuéntame.
-En la rueda de prensa de hoy he desmentido que estamos
juntos, o sea…-le interrumpí.
-O sea, que volvemos a escondernos…-dije enfadada.
-Sí, pero…-le volví a interrumpir.
-Ya hablamos –colgué.
Me guardé el teléfono y mi corazón se encogía a un rápido
nivel. Pensé por una vez que todo iría mejor si esta relación no se basaba en
jugar al escondite.
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