Cuándo un día de lluvia hace que los demás sean soleados.

domingo, 23 de agosto de 2015

NOVELA CERRADA.
Cuando algo deja de motivarte, no puedes seguir con ello.
Gracias a todos por haberla leído hasta entonces, pero escribir no es lo mio. ¡Besos inmensos!

sábado, 18 de abril de 2015

Cincuenta y siete.

Narra Pablo
Han pasado dos días desde la última vez que hablé con Lucia. O yo estoy muy ocupado, o ella no me responde a mis llamadas, ni a mis mensajes. Ella nunca ha sido de usar mucho su teléfono móvil para hablar por Whatsapp, pero no pensé que se pasara días. Tampoco pensé que se despreocupara tanto de mí.
En estos dos días en lo único que he pensado es en ir a verle. Luego recuerdo en todo lo que tengo que hacer esta semana y ese gran pensamiento de ver su bonita e iluminada sonrisa desaparece de inmediato.

‘’Sonríe, sonríe, sonríe’’ es lo que piensa mi cabeza a cada segundo. ‘’No pueden verte preocupado’’ mi segundo pensamiento.
Quizás fingir que estoy genial es lo que se me da de puta madre. Tampoco estoy mal, porque las grandes cosas de mi vida están sucediendo ahora mismo y eso es fantástico. Digamos que estoy en unos días que…no son mis días. Podrían ser mejores.
-Entras en plató en 5 minutos –Me dijo el presentador de El Hormiguero, Pablo Motos.

Los nervios de la gente se podían notar a metros. Me asomé sigilosamente por la cortina del plató para ver las bonitas caras de la gente que tanto me admira (y que yo admiro más a ellos)
Me dieron la gran señal para salir y pegué unos saltos para relajarme. Me colocaron los cables del micrófono por debajo de la camiseta. Noté la fría mano en mi espalda de la joven chica nerviosa y me dio un pequeño escalofrío.
-Hoy ha venido a divertirse a El Hormiguero: Pablo…¡ALBORÁN! –Gritó entusiasmado Pablo Motos.

Salí con todas mis ganas al plató mientras lanzaba inmensos besos a la gente. Algunos focos me cegaban mientras miraba a la gente de arriba, pero no podía ver sus caras de emoción. Decidí mirar a las primeras filas.
Me senté en la silla y bebí un poco de agua que había encima de la mesa.
''Por Fin’’ sonaba de fondo mientras la gente la cantaba con una gran sonrisa. Otras lloraban de la emoción y eso hacía que mi piel se erizara. Pablo comenzó a hacerme preguntas sencillas. Las incómodas vendrías después.

Después de un pequeño rato, dieron paso a los anuncios. Me levanté para sacarme algunas fotos con la gente. Una. Otra. Una pareja. Un grupo de amigas. Una madre e hija. Un padre e hija. Una madre e hijo. Una abuela y su nieta. Lucía. ¿Lucía?

La miré sin creérmelo y sonrió vergonzosa.

-¿Qué haces aquí? –Pregunté sin llegar a creérmelo.
-Tú sácate la foto conmigo y calla –rió.
Esta situación era demasiado cómica. Como mi propia pareja se saca una foto conmigo fingiendo ser una más de mi familia musical.
Los organizadores le metieron prisa y en seguida querían quitármela de las manos.
-Luego hablamos, pide que te dejen quedarte, que te lo he dicho yo –Le dije susurrándole.
-Vamos, los siguientes –dijo uno de los organizadores echando a Lucía rápidamente.
Se despidió de mí y fui a darle un beso en los labios pero olvidé que estoy en la televisión. Ella me esquivó rápidamente disimulando y me dio un abrazo.


Al rato volvimos a colocarnos para seguir con el programa, pero mi mente se iba a Lucía. Le buscaba con la mirada pero no logré encontrarla, los focos estaban algo fuertes.

-Y cuéntame Pablo ¿Alguna mujer en tu corazón? –dijo el presentador con mucha intriga.
-Uuuuuhh –decía el público mientras una canción romántica ambientaba ese momento incomodo para mí (Pero estaba acostumbrado a esa pregunta tan común)
Supuse que en ese momento Lucía estaría en tensión. No le gusta que nos escondamos, tampoco que le persiga la prensa, pero una de las dos cosas tenía que elegir.
-Mi madre, mi madre es la mujer de mi corazón –reí.
-Típica respuesta para huir de la pregunta –respondió una de las hormigas junto con una  graciosa risa.
-Mi madre también está en mi corazón, claramente. –rió mi tocayo- Pero yo me refiero a el otro tipo de amor.
-Uuuuh –repitió el público y esta vez con una música más sensual.
Reí vergonzoso y pensé la respuesta varias veces.
-Sí, bueno, hay una chica por ahí…-dije vergonzoso acariciándome la nuca.
-¿Por ahí? –repitió Pablo pero con interrogaciones.
-Por ahí, ya sabes, en mi vida –reí ya que no supe que contestar bien.
-Uuuuuuuuuuuuuh –decía el público.
-¿Y cómo vas de sexo? –preguntó Pablo.
En El Hormiguero no pueden faltar las preguntas que te ponen entre la espada y la pared.
-Bien, supongo –reí.
-Uuuuuuh –repitió el público.
-Hombre, a ti no te faltará. –rió una de las hormigas.


35 minutos más tarde acabó el programa y me dirigí hacia el camerino.
Allí ya se encontraba Lucia, sentada en uno de los sofás, con las piernas cruzadas y una sonrisa reluciente.
Cerré la puerta y me dirigí rápidamente hacía ella. Le besé con ganas, muchas ganas, tantas que ella comenzaba a reírse de lo desesperado que parecía.

-Me vas a gastar los labios –reía.
Me abrazó y dejó un beso en mi cuello.
-Te echaba muchísimo de menos ¿Me oyes? Muchísimo –dije mientras le apretaba los mofletes.
-Y yo…-contestó no con muchas ganas.
-¿Ocurre algo? –pregunté preocupado.
-No, nada…
-Ese nada no me convence –respondí aun más preocupado.
-El nuevo trabajo que, hay cosas…bueno, ya te contaré…-dijo mientras se acariciaba la nuca nerviosa.
-Luego en casa me cuentas más –le dije mientras le tocaba el pelo.
-No, no me quedo en Madrid varios días. He venido con el autobús especial para el público de El Hormiguero de Málaga que nos han ofrecido, y salimos mañana bien temprano y me quedo en un hotel.
-Joder…pensé que podríamos pasar más tiempo juntos…-dije apenado y cerrando el puño muy fuerte.
-Lo siento…lo de El Hormiguero ha sido una pequeña loca escapadita para poder verte aun que sea un poco –dijo con media sonrisa.
-Y te lo agradezco, no podía pasar un día más sin verte –le dije mientras posé mis labios en su frente.

Le cogí en brazos y le besé dulcemente. Le senté encima de la mesa con espejo del camerino y me pegué a ella haciendo que la temperatura subiese más y más en estas cuatro paredes.
Pasé mi mano por debajo de su camiseta y ella me frenó.
-Para…no querrás que entre alguien y te vean haciendo esto. –dije mientras miraba desconfiada a la puerta.
-No va a entrar nadie, y si es así, primero tocan a la puerta –sonreí.

Me miro con una mirada muy pícara y puso sus manos en mi trasero y me acercó más a ella.
No tardé en reír y morder su labio a la vez que subía su falda y me deshacía de su ropa interior. Posó sus manos en mi cinturón, abrió mi botón y bajó la cremallera. Podía notar mi erección y ella sonrió. La acerqué a mí y bueno, ya se sabe el resto. Suspiros de placer iban al compás del sonido de la mesa contra la pared.
Tocaron a la puerta y Lucía se puso nerviosa. Le tapé la boca.

-Estoy ocupado ¿Qué ocurre? –dije muy simpático a la persona que se encontraba detrás de esa puerta.
-Le traigo algo de comer –dijo una voz de una joven chica.
-Gracias pero…no tengo hambre –dije mirando a Lucía con una sonrisa pícara.
-Se lo dejo justo en la mesa de aquí fuera.
-Gracias guapa –agradecí amablemente.
Lucía se bajó de la mesa y cogió su ropa interior.
-¿Qué pasa? –pregunté extrañado.
-No quiero que nos pillen haciendo algo –rió- ¿Qué pensarían de ti? Encima si me han visto antes como de público. Pensarán que te tiras a tus fans –resopló.
-Bueno, tienes razón la verdad…no se que hubiese hecho si nos hubiesen pillado.

-Pablo, tengo que ir yéndome al hotel, perdona…-dijo apenada.
-Te acompaño –le dije besándole la mejilla.
-No, tranquilo, está a dos calles de aquí, no es nada –sonrió- tú te tendrás que ir con Esperanza supongo…
-Sí, pero…-me interrumpió.
-Ya hablamos –sonrió.
Me abrazó fuerte y me besó los labios muy delicadamente.
-Espero verte pronto –dijo acariciándome las mejillas.
-No tardaré en ir, te lo prometo –sonreí.
Salió del camerino y un vacio se apoderó de mí. Ahora todo volvía a oscurecerse, un poco menos, pero…seguía oscuro.
Necesito verla más, esto no puede seguir así.

Narra Lucía.

Llegué a mi habitación de hotel  y me tiré sobre las elegantes sábanas blancas que me abrazaban con su fresco aroma.


Suspiré. Miré hacia el techo y pensé en él. En Eric, Eric Varn.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cincuenta y seis.

Anteriormente

-Me encanta lo que escribes, lo haces genial –dije ilusionada por tenerlo delante- Periodista, que bien…espera…no, no, no, que bien no. –dije recordando que tengo a Pablo Alborán en mi vida.
-¿Qué? ¿Bien por qué no? –preguntó Diego confuso.
-Sam…¿te das cuenta que has metido en casa a una persona con una profesión que no es buena para mi vida?
-Espera, se que eres la chica de Pablo Alborán, pero no soy de esos que van a jugarse a una gran persona como tu tía por unas grandes noticias cómo la vida privada del cantante.
-Lo siento Sam, pero yo no puedo estar aquí con él…

Subí hacía mi habitación a por mis cosas.

Narra Lucía.

Subí a por mis cosas a mi habitación pero Samanta me detuvo.
-Hablemos a solas…-me dijo seriamente.
Tan solo afirmé con la cabeza y nos dirigimos hacía la cocina para hablar más tranquilas las dos solas.

-Dale una oportunidad, solo una. Te prometo que no va a pasar nada. –me dijo con una mirada apenada.
-Sam, no es por mí…-dije mientras acariciaba su brazo- es por Pablo. Si yo no estuviera con él sabes que yo no tendría problema de que Diego se quede.
Sam se sentó en una de las sillas de la cocina y con la voz casi apagada resopló y tiró su primera lágrima de la conversación.
-Si tengo que decirle que se vaya de casa, lo haré. Tenía demasiadas ganas de centrar la cabeza de una vez en mi vida y dejar que el amor haga que todo fluya con una sonrisa, pero lo que no quiero es que a ti te perjudique y encima tenga que perderte –dijo Sam con sus palabras más sinceras.
-A mi no me vas a perder nunca, Sam –dije con un nudo en la garganta al verle así.
-Me he dado cuenta que no puedo vivir sola, no puedo. Desde la muerte de tu hermano es cómo que falta un trozo de mí –decía tocándose el corazón con el puño-  y tu eres la única que poco a poco lo está llenando. –decía entre lágrimas.
Lentamente fueron cayéndose lágrimas calientes de mis ojos que deslizaban por mis mejillas suavemente. Cada vez que habla alguien de la muerte de Borja mis ojos dejan de ser secos y pasan a ser cristalinos y húmedos.
-Iré a decirle a Diego que se marche si es así, espero que no me deje después de esto. –decía mientras se levantaba de la silla un poco mareada
-Espera, tía Sam. –dije antes de que saliera del todo de la cocina- Que se quede…
Poco a poco en el rostro de mi tía fue amaneciendo una sonrisa.
-¿Estás segura? –preguntó
-Como de esta casa salga algo le patearé el culo –reí- Y deja de mirarme así y dame un maldito abrazo, joder –reí de nuevo.
Mi tía se secó las lágrimas y me abrazó lo más fuerte que pudo. En su abrazo noté el amor de una madre.
-Eres como la hija que nunca pude tener –me dijo al oído entre sonrisas.
-No me creerás, pero lo he notado en tu abrazo –dije mientras me separaba de ella.
Seguía secándose las lágrimas, respiro hondo y salió de la cocina directa hacia Diego. Beso sus labios y le acarició la cara.
-Todo está bien –le dijo mientras le cogía de la mano.


Se le veía enamorada, y eso me ponía feliz. Evitaré que haya conversaciones con Diego sobre mi relación con Pablo.

Narra Pablo.

Tirado en la cama con la luna observándome desde la ventana, cogí el teléfono y abrí el Whatsapp para darle las buenas noches a Lucía.

-Buenas noche Lulú –le dije junto con un emoticono de una luna y una cara sonrojada.
Apareció el color azul en los dos tiks y no tardó en aparecer un ‘’escribiendo…’’
-Que duermas bien, idiota –dijo junto con un emoticono de un pollito saliendo de un huevo.
-Tan romántica como siempre –añadí con una risa-
-Ahá –contestó con un emoticono de una mano con dos dedos- Te quiero, buenas noches.
-Adiós, sueña conmigo –reí.

Cerré la conversación y bloqueé el móvil. Suspiré mientras miraba al techo y pensaba en los días que quedaban para volver a verle. Tan solo quiero un día de descanso para poder escaparme y verle de nuevo.

Una semana después.
Narra Lucia.

La luz del sol iba directa a mi cara y eso causo mi despertar.  Una suave brisa entro por mi ventana y no tardé en levantarme, cerrarla y ponerme algo caliente lo antes posible. El otoño ha comenzado y se notaba más que nunca, sobre todo por qué necesitaba un cálido cuerpo que me abrazase y parase mis temblores por la mañana a causa del frio, cosa que no tenía. Corrijo, sí tengo, pero lejos.
Los días pasaban, y Pablo seguía sin tener un hueco para venir a verme. Ni si quiera para que pueda ir yo y pasar un rato juntos. Todo era tan desesperante.

Entré al cuarto de baño. Me peiné mi lacio pelo que por las mañanas hacía que me convirtiese en el rey de la selva.  Me lavé la cara y recogí mi pelo con una pinza.
Mi móvil comenzó a sonar y una chispa de esperanza recorrió mi cuerpo esperando a que fuese Pablo.
Miré la pantalla y vi que ponía ‘’Mamá’’. Resoplé por las falsas esperanzas.

-Dime –dije un segundo después de descolgar el teléfono.
-Tu relación con Pablo está haciendo que toquen al timbre de casa diez veces al día. –gruñó.
- Si me has llamado solo para echarme la bronca como si fuese una niña, preferiría no hablar –añadí enfadada- Se pregunta un ‘’¿Qué tal estás? Hace un mes que no te llamo’’
-No siempre tengo que llamar yo, hazlo tú también.
-Lo hago, pero no lo coges.
Mi última frase creó un corto silencio entre la comunicación telefónica.
-¿Algo más de lo que quejarte o puedo ir a desayunar ya? –dije esperando alguna palabra de mi madre.
-Puedes ir a desayunar, sí.
-Gracias, que tengas un buen día. Ya hablamos el mes que viene. –colgué de malas maneras.

Tiré el móvil sobre la cama de tal forma que, si llego a hacerlo con más fuerza, revotaría hasta chocar contra el techo.
Bajé ligeramente por las escaleras y me encontré el mismo panorama de toda esta semana: Mi tía desayunando rápido para abrir la pastelería y Diego desayunando junto a su portátil.

-Buenos días –añadí mientras cogía una magdalena del bol- ¿Sobre qué escribes? –le pregunté a Diego mientras me sentaba a su izquierda.
-Escribo sobre el partido Podemos. –añadió serio y concentrado.
-Vaya –dije lo más seca que pude-
Últimamente las cosas con Diego no estaban yendo cómo yo esperaba. Se encuentra muy distante a mí, muy lejano, cómo si tuviese cualquier enfermedad infecciosa.
-Adiós chicos, me voy ya –dijo Sam con una galleta en la boca- Limpia el comedor y la cocina si puede ser, últimamente todo tiene más polvo –me dijo.

No os lo he contado, pero hace tres días le dije a mi tía que dejaría la pastelería y buscaría otro trabajo que me motivase más. No sé, fotografía, diseño, algo que de verdad sepa hacer. El caso es que me dejé los estudios por ayudar a mi madre, y he acabado sin un buen título.

Subí hacia mi habitación y me vestí lo antes posible para echar algún curriculum en varios lugares. Bajé las escaleras y antes de salir por la puerta, Diego me preguntó que a donde iba.
-Me voy a echar curriculum, a ver si me llaman de algún lado –dije resoplando.
-¿Sabes frances? –me preguntó directo.
-…Mi padre es francés, nací allí pero me crié aquí, pero sí, sí se francés. –dije dudando un poco de mi misma.
-Necesitamos una traductora –decía centrándose en la pantalla- Si tú quieres podrí…-le interrumpí.
-¡Encantada! –añadí entusiasmada.
-Genial, pues…luego me acompañas y ya lo hablamos con el director. –decía muy serio.
La comisura de mis labios iba levantándose poco a poco creando una completa sonrisa. Sin moverme de casa he conseguido trabajo, pocos pueden decir eso.

Narra Pablo.
Adoro mi trabajo, disfruto de ello como un niño pequeño en una sala de recreativos. Vivir de un sueño cumplido es algo inexplicable. Pero todo trabajo tiene su inconveniente, en mi caso, el tiempo. Tiempo que necesito para mí mismo, para mi familia, para mis amigos, para el amor. Si no hay vivencias propias, no hay canciones y si no hay canciones, no hay trabajo (en mi caso, ya que soy cantautor)

Necesito salir de este ambiente por unos días, pero la promoción me impide hacerlo. Queda un mes y pocos días para el lanzamiento de Terral, mi nuevo disco. En cuanto lo lance, podré despedirme de la vida privada por un largo tiempo. Por ello, tengo que sacar de este mes que me queda, unos pocos días de desconexión. No sé cómo, pero tengo que hacerlo.
Quedaban pocos minutos para la rueda de prensa, y yo mismo sabía que no estaba preparado, que tenía la cabeza en otros asuntos. Intenté centrarme, levantar la cabeza y dejar la vida privada a un lado, pero se me hacía imposible. Por mi mente rondaban miles de cosas y una de ellas Lucía, como no. Le echo de menos, tanto, que me escaparía de aquí para ir a verle, si pudiese.

Me dieron una señal. Estaba tan solo a dos minutos de salir ahí y responder tantas preguntas como pueda, pero los nervios me ahogaban.
-¿Preparado? –Me preguntó Esperanza.
-Claro –mentí.
Salí, dispuesto a dar todo de mí, desfilando junto a mi sonrisa (ahogada en nervios)

Cinco preguntas. Ocho preguntas. Quince preguntas. Esta me mató.
-¿Qué hay de tu nueva relación? –preguntó un joven del final de la sala.
Afloje mi corbata y tragué saliva antes de no-responder a esta pregunta.
-Perdona, pensaba que esto era una rueda de prensa por la llegada de mi nuevo disco –dije seriamente.

-¿La señorita Lucía De la Torre es un romance o tiene una relación seria con ella? –añadió otra mujer de unos cuarenta años que se encontraba en la tercera fila.

-Me gustaría responder a otra clase de preguntas, por favor. –dije mientras mi cuerpo iba absorbiendo calor.
-Responde a las preguntas, Pablo. Miente si hay que hacerlo, ya sabes lo que pasa con Warner –murmuró Esperanza desde mi derecha.
Resoplé con tal fuerza que el micrófono produjo un sonido.
-¿Tiene una relación amorosa o no? –preguntó maleducadamente un hombre de la quinta fila.
-No, no tengo ninguna relación. Todo el mundo ha tenido amores, he tenido, pero ahora mismo me encuentro sin pareja, mi mundo solo está centrado ahora mismo en mi disco y en lo que está por llegar –dije sonriente.
Miré de reojo a Esperanza. Ella sacó a pasear una sonrisa y con sus dos pulgares me hizo un signo de ‘’BIEN HECHO’’
Tenía el presentimiento de que la había cagado.

Narra Lucía.
Me adentré en las oficinas de la revista HOLA, tan conocida por sus grandes cotilleos. Observaba atentamente la organización y el gran número de empleados que necesitaban. Una barbaridad. Cada una de las mesas estaba separada por un pequeño muro de cristal. Me hacía recordar a las oficinas de Superman. Yo y mis grandes ejemplos.
La mayoría de los empleados no superaban los cuarenta, y he de decir, que los que tenían más o menos mi edad, estaban bien dotados de belleza.
-La baba –murmuró Diego.
Solté una pequeña carcajada avergonzada por mi poco disimulo al mirar a aquellos chicos tan trabajadores.
-Espera aquí fuera. –Añadió Diego dejándome en frente de una puerta.

Podía observar un pequeño letrero en el que ponía ‘’Sr. Varn’’ y abajo unas letras en cursiva en las que se podía leer ‘’Director’’. Por mi cabeza ya se encendió mi imaginación al ver el nombre. Me lo imagino con un hombre canoso de barba blanca bien perfilada, con alrededor de cincuenta y cinco años, casado y con tres hijas mimadas, demasiado mimadas.
Diego se asomó por la puerta y me dio la señal de que podía entrar.
Mis ojos se redondearon al ver que me había equivocado. Un chico joven, de unos veintiocho años, moreno, con barba bien perfilada (en lo perfilado no me he equivocado) y guapo, demasiado guapo, se encontraba sentado en un sillón que parecía ser muy cómodo.

-Pase, señorita De La Torre –dijo muy educado.
-Gracias –añadí.
-Puede sentarse –me decía sin perder de vista a mis ojos.
Me senté lo más delicada posible. Si lo llego a saber antes me hubiese puesto algo más ‘’elegante’’, pensaba mientras miraba como se mordía los labios.
-Bien, entonces sabes francés y estás dispuesta a dar todo de ti en este trabajo –dijo sonriente.
-Sí, sí, estoy lista –añadí.
-¿Es usted de aquí, de Málaga? –preguntó
-No, nací en Francia pero me crié en Almería, me considero de allí. –sonreí.
-¿Vive sola? –me preguntaba a la vez que miraba mis labios temblorosos.
-Vivo con mi tía y con Diego Cañaberas, trabaja para usted. –No sabía a qué se debían estás preguntas.
-Tenemos demasiada prisa por tener a alguien que hable francés, así que, contratada, no se hable más. –dijo mientras me ofrecía su mano.
-Gracias, Sr. Varn, no se arrepentirá –le dije junto a una tímida sonrisa.
Nuestras manos antes de dejar de conectarse se deslizaron formando una caricia. Mis mejillas se sonrojaron cuando sucedió. Intenté esconder el rojo de mi cara agachando la cabeza. Ese hombre me ponía muy nerviosa, es demasiado sexy.
-Por cierto –dijo antes de que saliese del despacho- Usted puede llamarme por mi nombre: Eric. –dijo con una sonrisa.

Simplemente sonreí y cerré la puerta sigilosamente. Suspiré. El Sr. Varn, digo, Eric, me había provocado un suspiro.
Por unos momentos, he fantaseado con un hombre que no era Pablo, lo cual me hacía sentir mal. Necesitaba a Pablo demasiado.
Justo en esos momentos, mi teléfono comenzó a sonar. Era Pablo. Una sonrisa comenzó a desfilar por mi rostro.

-¡Hoooola! –dije entusiasmada.
-Hola, preciosa. –añadió algo seco- ¿Cómo te va la búsqueda de un nuevo trabajo?
-¡Genial! ¡Ya he encontrado uno que no está nada pero nada mal! –Le contaba muy feliz.
-¡Qué rapidez! ¿Y de que se trata?
-Traductora. Tengo que pasar textos de castellano a francés y francés a castellano. –añadí.
-No está mal –murmuró- Oye tengo que comentarte algo –dijo cambiando de tema rápidamente.
-Me asustas –reí- cuéntame.
-En la rueda de prensa de hoy he desmentido que estamos juntos, o sea…-le interrumpí.
-O sea, que volvemos a escondernos…-dije enfadada.
-Sí, pero…-le volví a interrumpir.
-Ya hablamos –colgué.

Me guardé el teléfono y mi corazón se encogía a un rápido nivel. Pensé por una vez que todo iría mejor si esta relación no se basaba en jugar al escondite.